El jueves 12 a las 20 será la inauguración de la muestra “HeOído” del artista visual Carlos Monge, en las salas del Museo de Arte Contemporáneo de la UNL (Bv. Gálvez 1578), con curaduría de Melina Piterbarg. Se expondrán pinturas, libros de artistas, videos y máscaras. Como parte de la performance, bailará en vivo María Laura “Pitu” Citta y se presentará la banda Gordons. Esta será la primera exposición en el marco de los 20 años del museo.
El Litoral se acercó al artista para adentrarse en su propuesta y su universo simbólico, y conocer su presente y futuro en la disciplina.
—La exposición se llama “HeOído”. ¿Por qué ese nombre? Es una muestra visual con una apelación auditiva.
—Tiene que ver con todo. Ese nombre lo saqué de la nada, y después, cuando terminé las obras, fui viendo: “¿Por qué le puse este nombre?”. Tiene todo que ver, porque las obras te están diciendo algo. Mis obras son muy simples, pero tienen un símbolo de que te están diciendo algo siempre; yo no me doy cuenta, me lo dice la gente, o mi mujer (risas). Me dice: “Vos hacés cosas muy fuertes, y decís cosas muy fuertes”. Para mí es natural pintar, y hacer ese tipo de trabajo. Pero a veces tienen una simbología fuerte, y están diciendo algo fuerte.
—A veces está la palabra escrita, a veces no.
—Exactamente. Aparte en casi todos los trabajos que hago meto algo que no me doy cuenta en el momento, sino después cuando me lo dicen: “Ah, mirá, tenés razón”. Entonces cada obra tiene una correspondencia con otra obra.
—Claro. Ahora en esta muestra hice un tríptico que no es un tríptico, pero quedó: si lo ves tiene alguna relación una con otra.
—Son tres obras que se fueron concatenando entre sí, sin que fuera un proyecto.
—Sí, en realidad no se unen pictóricamente, sí conceptualmente.
—En el texto del catálogo, Melina Piterbarg hace referencia a varias influencias citadas en tu obra, una de ellas es Jean-Michel Basquiat. Hay algo de la bestialidad, de impacto emocional, y la paleta, esos amarillos...
—Es así, me encanta como pintaba Basquiat. Siempre usé los mismos colores, y un día lo descubrí a Basquiat: “Mirá qué bárbaro que pinta este vago”. Me alucinó cómo pintaba. Yo tenía este tipo de paleta de colores, y toda mi vida fui una persona que demostraba lo que pintaba, lo mismo que Basquiat: él te decía “quiero esto”. De él nació el neoexpresionismo; anteriormente el expresionismo nació con “El grito” (de Edvard Munch), de 1870, por ahí.
—Te interpela, estás escuchándolo.
—Te oigo, ahí viene “HeOído” (risas).
—Hay una propuesta de “baile de máscaras” para la inauguración.
—No solamente queremos mostrar las obras, vamos a sumar otras cosas: la performance de una bailarina con un video corto pero fuerte. Aparte voy a presentar unos pequeños libritos que hice, también hay un video sobre ellos.
—Libros artesanales, de autor.
—Totalmente artesanales: parecen pintados por un chico. Los escribió Felipe (Ojalvo), que es mi sobrino: siempre me gustó cómo escribe. Y ahora que está más grande, le dije: “Escribime sobre lo que estás viendo”. Escribió sobre lo que yo pensaba y nunca me salía en palabras, me encantó.
—Felipe, también conocido como Tomás Solo en su faceta musical.
—Exactamente: muy buena persona y muy buen artista. También van a pasar algunas cosas más en el recinto; son tres horas, pero pasan tan rápido... vamos a traer un grupito que toque unos covers, simple, pero me gustan. Va a ser una movidita interesante.
—La bailarina es Pitu Citta. ¿Quién se encarga de los videos?
—Aldín Motatu me hizo el video de los libros, el de las obras de arte, y el día de la inauguración va a filmar. La música de los videos la hace Gabo Barukel: gran músico, me encanta como toca.
—Decías que cada obra tiene un concepto que descubrís después. ¿Cuáles sentís que son tus temas recurrentes, o sobre qué volvés?
—En realidad uno está disconforme con lo que “vive”, y se nota en mis obras: qué comemos, qué tomamos, cómo vivimos. Algunos cuadros que voy a exponer ahora tienen la tormenta y la lluvia; el famoso Bobby, un perrito que ahora represento en todas las obritas, que está abajo de la lluvia, arriba la tormenta. Por ahí va.
—Tu última muestra fue en noviembre pasado. ¿Estas obras son posteriores?
—Son todas nuevas. Iba a traer una obra que está en el estudio de mi mujer, que no se vio mucho; pero preferí no llevarla. Me gusta esa obra, la pinté en un día, es grande; pero casi que no tiene nada que ver con lo que voy a exponer ahora, entonces la saqué. Pero en algún momento, en otra muestra la voy a llevar.
—¿Cuántas son en total en la muestra?
—Bastante producción para cinco meses.
—Empecé a trabajar en diciembre, cuando me llamaron: están hechas para el MAC.
—También en noviembre fuiste distinguido como Santafesino Destacado. ¿Cómo lo viviste?
—Realmente para mí fue un honor. Me lo dijeron a principios del año pasado: “Te tenemos en cuenta para hacerte ciudadano destacado”. “Ah, fantástico”, y nadie me llamaba. En noviembre, antes de la muestra, me llamaron y fui. El discurso del presidente del Concejo en ese momento, Sebastián Pignata, fue muy bueno, muy emotivo; no fue político. Aparte estaban otros concejales de otros partidos, que sabían y apoyaron. Fue un honor pertenecer a ese “rango”; capaz que al otro día me había olvidado (risas).
—Pudieron brindar temprano...
—Sí: fue al mediodía, y brindamos a las cuatro de la tarde (risas).
—Tu profesión es la arquitectura. ¿Cómo conviven en vos ese trabajo (que tiene un costado artístico y uno técnico) con la pintura?
—Empecé a dibujar y a pintar antes de estudiar arquitectura. Después estudié porque me gustaba hacer edificios, pero siempre mi tipología de arquitectura estuvo ligada al arte, con colores... Ahora no hago tantas casas, pero sí muchos locales, y tiene que ver con eso.
—Ahí podés poner la paleta.
—Sí, pero no solamente eso; cómo armás al grupo completo decorativo. Es lo mismo que cuando armás un cuadro.
—Claro. Aparte de chico dibujaba muchas casas, hacía perspectivas: dibujaba también autos, esas cosas. Siempre fui muy expresionista, de toda la vida. El otro día encontré un cuadro del año 82, 83, y dije: “Mirá vos: sigo pintando igual”. Era un dibujo, una tinta, pero igual: si le pongo color es exactamente ahora a lo que estoy haciendo ahora.
—Podés reconocerte en el que eras en el 83.
—Y de antes también. No tengo ningún cuadro de los anteriores, porque los regalaba a todos, y algunos desaparecieron. Cuando estudiaba arquitectura trabajaba mucho con Hugo Seri, que era un caricaturista de Santa Fe, ahora trabaja en Paraná. Nos juntábamos a trabajar en los proyectos de arquitectura, estudiábamos, y a las 12 de la noche decíamos: “Vamos a dibujar”. Y dibujábamos hasta las cinco de la mañana, hacíamos lo que queríamos. Era el momento artístico. Así que siempre tuvo una relación la arquitectura con el dibujo.
Ahora hace dos o tres años que no voy, pero llegué hasta tercer año de Diseño Industrial, y colaboró un montón con mi trabajo, porque me organizó. Hace tanto tiempo que estudié arquitectura y me recibí, que volví a estudiar con otra cabeza distinta, que me organizó con las entregas de obras.
—Obviamente la cabeza está puesta en esta inauguración. ¿Hay algún proyecto en vista para el resto del año?
—No, ninguno, pero tengo varios en la cabeza. El año pasado tuve la oportunidad de hacer una exposición en Nueva York, estuve presente ahí, me encantó. El galerista, un español, se llevó algunos cuadros y él mismo expuso en Madrid, no estuve para esa muestra. Mi idea era tener la oportunidad (a lo mejor este año) de irme a pintar a una galería en Nueva York: ir a una galería, alquilar un box completo, pintar, exponer y vender; sería un mes. Son ideas nada más, pero quiero hacerlo.