Dr. Hugo D. Valderrama
(*) Médico neurólogo - Máster en neurociencias (Mat. 5010).
Dr. Hugo D. Valderrama
(*) Médico neurólogo - Máster en neurociencias (Mat. 5010).
Perfeccionemos la tortura. Primero, determinemos el tiempo en que nuestros hijos van a pasar en esa diminuta habitación. Dos horas y media todos los días sería un buen promedio, que es el equivalente a un año entero, cada diez años.
Segundo, que se acostumbren a comunicarse con los demás por una especie de telégrafo, como en la Segunda Guerra Mundial, a través de mensajes de texto breves y codificados con dibujitos, llamémosle “emoticones”. En vez de escribir “te extraño mucho, desde lo más profundo de mi alma”, que envíen un dibujo de una cara, con corazones en los ojos. Para “siento un dolor en el pecho que no me deja respirar, necesito un abrazo”, una cara con una lágrima. Y que el que reciba el mensaje, también capturado en otra diminuta habitación, el celular, lo interprete como quiera o pueda.
Compensemos un poco: dejemos que escriban con muchísima gente que apenas conocen y que los puedan llamar “amigos”. Y para atraer a esos desconocidos, que puedan pegar fotos en los muros exteriores de sus habitaciones.
Sé lo que están pensando, y quizás no puedan tolerarlo. Demos la opción de pasar también horas en un lugar más grande, de 70 por 40 centímetros, como el tamaño de un televisor. Vamos a llamarle a ese lugar “la Play”, ya es que donde los chicos van a “jugar” para distraerse. Pero con tanta libertad que le estamos sumando, no se la vamos a dejar tan fácil. Nosotros vamos a diseñarles o comprarle los juegos.
Es decir, que en ese “lugar” en el que más jueguen, sea un entorno virtual, deban aniquilarse con los otros jugadores. Aniquilarse en espacios cada vez más pequeños debido a una tormenta, hasta ser la última persona en pie. Pueden llegar a colaborar con otros jugadores, pero sólo con el fin de matar a sus contrincantes. Llamemos a ese juego “Fortnite Battle Royale”, en español “Fuerte-noche batalla real”, para que les quede claro de qué trata. Un promedio también de dos horas y media por día estaría bien, y junto a la otra habitación sumarían dos años enteros en ellas, cada diez.
Sí, quizás sea demasiado y se agoten: tenemos que incentivarlos. Entonces, organicemos torneos donde los chicos tengan que jugar a matar en ese entorno virtual pero a nivel mundial, y que los premios sean millonarios. No se preocupen por conseguir el dinero para esos premios: las compañías que venderán los juegos tendrán de sobra para ofrecerlos.
Soy neurólogo pero, ¿hace falta que les comente lo que esta tortura puede privar al cerebro de nuestros hijos? La diversidad infinita de estímulos que brindan a nuestras neuronas, el contacto pleno, real con otra persona y con la sociedad, como también con nuestro planeta Tierra, no pueden ser superados en pequeñas habitaciones virtuales con estímulos repetitivos básicos.
Debemos luchar por mantener la esencia de las tecnologías, “técnica y ciencia”, como herramientas que nos ayuden a vivir en plenitud y libertad, no en su esclavitud.