Diez grandes películas que están en Netflix para ver en cuarentena
Dentro del variado catálogo que ofrece la plataforma, figuran clásicos del cine que marcaron hitos en sus distintas épocas, desde westerns hasta dramas, thrillers y sagas épicas. Una lista con las que son imprescindibles.
Paramount Pictures Alan Ladd interpreta a un cowboy que ayuda a unos granjeros ante la tiranía de un ganadero en Shane , gran western de los 50?.
Son tiempos de aislamiento forzado para cuidarnos entre todos de la pandemia de coronavirus, y en este marco, ver películas parece una buena opción para tratar de llenar el tiempo. Y, ante la avalancha de opciones que emergen a través de distintos canales, aparece una pregunta clave ¿Qué ver?. La plataforma Netflix tiene en estos momentos a disposición una serie de films clásicos de imprescindible visionado para los cinéfilos. A continuación, y a modo orientativo, enumeramos diez que marcaron hitos en el momento de su estreno y que hoy pueden ser revisadas desde la pantalla chica.
“El extraño” (1946): Un lustro después de “El ciudadano”, Orson Welles hizo nuevamente alarde de sus cualidades de visionario y fue uno de los primeros cineastas en generar un contenido sobre la temática de los criminales nazis esparcidos por el mundo, apenas un año después de concluida la Segunda Guerra Mundial. Lo hizo a través de la investigación de un agente que rastrea a uno de los cerebros de los campos de exterminio hasta un pequeño pueblo de Connecticut. Vista en perspectiva, la intriga es algo convencional, pero Welles la llena de innovaciones formales, como el vibrante final. Él mismo se reserva el papel de villano y Edward G. Robinson es su antagonista.
“A la hora señalada” (1952): Este film dirigido por Fred Zinnemann es muchas cosas a la vez. Es un gran western, con un héroe que (como pocas veces se vio en el género) tiene miedo, flaquea, duda pero se sobrepone gracias a un estricto sentido del deber. También es una crítica al clima conspirativo que se vivía en Estados Unidos producto de la persecusión a supuestos comunistas emprendida por el senador Joseph McCarthy. Pero es, sobre todo, una lograda narración que acumula tensión mientras se aguarda la llegada de un tren a un pueblo pequeño, con un asesino a bordo que planea una venganza. Gary Cooper era una estrella con todas las letras antes de protagonizar al sheriff Will Kane, pero a partir de aquí no solo ganó un Oscar, sino que también se convirtió en ícono de la valentía.
“Shane, el desconocido” (1953): en un tiempo en que los géneros y sus pautas se cumplían a rajatabla, el cine norteamericano estaba lleno de westerns. Y en ese enorme cúmulo se mezclaban obras maestras reflexivas, entretenidas odiseas colectivas y muchos filmes de clase B para apaciguar la demanda popular. Un puñado de aquellos western alcanzaron el estadío de “inolvidables” y entre ellos el más icónico es este, dirigido por George Stevens. Es que sus personajes quedan adheridos en la memoria del espectador. El argumento es tan básico como efectivo: un hombre de pasado incierto llega a un valle donde los granjeros son acosados por un poderoso ganadero para que abandonen sus tierras. Les ayuda, vence a los malos y se marcha, no sin antes dejar una profunda huella en la familia que lo recibe. Es previsible, si, pero esto no le resta un ápice de fuerza al duelo final, donde el Bien y el Mal se enfrentan a punta de pistola.
“La Sociedad de los Poetas Muertos” (1989): Después de verla, todos hubiéramos querido tener a John Keating (Robin Williams) como profesor de Literatura. La historia es conocida (luego sería reiterada varias veces, con matices): en un estricto colegio privado, a fines de los ‘50 un grupo de alumnos descubre la poesía y el sentido de luchar por los sueños, gracias un profesor que utiliza métodos poco convencionales. El director, Peter Weir, dota al film de personajes llenos de fuerza (protagonizados por algunos jóvenes que luego harían carrera como Robert Sean Leonard, Ethan Hawke, Josh Charles y Lara Flynn Boyle), exhibe la belleza de Nueva Inglaterra y a la vez denuncia una sociedad represiva.
“Pulp Fiction” (1994): Las últimas películas de Tarantino gozaron de presupuestos enormes, amplias posibilidades para la puesta en escena y el . Pero fueron sus dos primeras películas las que lo convirtieron en director de culto, especialmente esta creativa mezcla de géneros (acción, policial, comedia negra) con una estructura narrativa no lineal y por momentos delirante. Sus personajes, gloriosamente interpretados por los actores, configuran secuencias memorables, plagada de guiños para el espectador. Las más memorables: el baile en el restaurante a cargo de John Travolta y Uma Thurman y la presentación de Harvey Keitel: “Soy el Sr. Lobo, resuelvo problemas”.
“Entrevista con el vampiro” (1994): El director Neil Jordan propuso una adaptación magnífica de la novela de Anne Rice, que revisa el mito del vampiro y le otorga nuevas dimensiones. En la misma línea que el “Nosferatu” de Murnau y del “Drácula” de Francis Fordo Coppola, sostiene la tesis de que la inmortalidad está directamente asociada a la tristeza. Salvo el cínico Lestat, el resto de los no-muertos viven esta circunstancia desde una perspectiva fatalista. El film, contado desde el punto de vista de Louis, transcurre siempre por la noche lo que acentúa la sensación de melancolía. Y los actores están perfectos, sobre todo Brad Pitt con su angustia infinita y Tom Cruise un vampiro que, paradójicamente, ama la vida.
“Pecados capitales” (1995): Hubo tantas malas copias en los años que siguieron, que tal vez hoy se perdió en parte la gravitación de este film, que marcó nuevas pautas para el género. ¿Quién iba a pensar que un film sobre la investigación de unos truculentos asesinatos perpetrados por un huidizo psicópata inspirado en los siete pecados capitales iba convertirse en una obra de arte?. Todo funciona en ella: desde la sombría ambientación en una ciudad siempre lluviosa hasta el inteligente guión (que por momentos interroga la moralidad del espectador) y el trabajo de los actores, en especial Morgan Freeman como el veterano detective aqueado de la ciudad, riguroso en sus métodos y Brad Pitt como el impulsivo novato que quiere sumar puntos con la resolución de un caso resonante.
“El señor de los anillos” (2001, 2002 y 2003): Peter Jackson concretó a principios del siglo XXI una tarea monumental, que durante décadas había sido considerada directamente imposible: llevar al cine, con actores de carne y hueso, la trilogía épica de J.R.R. Tolkien. Fue tan efectivo en su labor, que logró con una detallada elección de exteriores, que un mundo fantástico que cada lector había construido en su imaginación, no solo sea plausible sino a la vez mágico y bello. Los efectos visuales, el compromiso de los actores con sus respectivos personajes y el manejo del ritmo de una narración que podría haber pecado de morosa, hacen el resto. Una de las mejores adaptaciones literarias de toda la historia.
“Match Point” (2005): Woody Allen, alejado completamente del género de comedia que cultivó tantas veces y de su amada Nueva York para proponer un drama psicológico que remite a “Crimen y castigo” de Dostoievski, ambientado en Inglaterra. Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers) es un arribista profesor de tenis que consigue entrar en la alta sociedad londinense al casarse con la hija de un millonario. Pero cuando comienza una relación extra matrimonial con Nola Rice (Scarlett Johansson), cometer acciones que resultarán determinantes. Allen reflexiona, en forma modélica, sobre la ambición, la culpa, la pasión y sobre todo, del azar y cuanto incide en nuestras vidas.
“El origen” (2010): Si, siguiendo una metáfora remanida pero efectiva, el cine es una invitación al sueño colectivo, entonces el cineasta Christopher Nolan pueder ser considerado uno de los soñadores más grandes del séptimo arte gracias a esta película, que funciona como un perfecto mecanismo de relojería, ambientado en el subconsciente de muchas personas. Funciona a la vez como thriller (un grupo de expertos ladrones se introduce en la mente de un empresario para insertar allí un recuerdo esencial) y como reflexión sobre la complejidad de la mente humana y el poder de las ideas. Es tan entretenida como sesuda y conviene verla con mucha anteción: en los detalles está la mayor virtud del guión.