Historias como las del “Flaquito” Germán Conti debieran colgarse en un cuadrito en el Mundo Colón. Acaso, cuando se haga el demorado Museo del Club —proyecto que el querido amigo Héctor Berra se llevó al cielo—, se debiera clavar en la pared su famosa camiseta “30” y la frase del inolvidable Francisco “Pacho” Maturana respecto al ya gastado y discutido “Sentido de Pertenencia”. Es que este pibe humilde, que hoy no quiere hablar a la distancia, al verbo lo hizo carne en serio: “amar”. Fue amor a los colores, el rojo y el negro, de verdad. No para la gilada, ni para vender humo.
Esta increíble historia de amor tiene varios capítulos, con algunos que fueron —incluso— mucho más importantes que el debut, el primer gol y aquéllas batallas increíbles ganadas ante los mejores delanteros de la Argentina.
En este fútbol actual, donde todo pasa tan rápido y los sentimientos parecen durar menos que una estación en el almanaque, uno de los primeros capítulos de novela se dio en enero de 2016.
Concretamente y luego de un seguimiento, deportivo y “social” (comportamiento, educación, cuna de familia, amistades. etc.), algo que años más tarde repetirían al pie de la letra antes de comprar a Lucas Alario, River Plate le oficializó a Colón una oferta extraordinaria para un “pibito” que por ese entonces tenía apenas 21 años y sólo dos temporadas completas en Primera Divisón. Los de Núñez tiraron arriba de la mesa 2.400.000 dólares “limpios” de todos los impuestos por el 80 por ciento de la ficha. Era, como se dice, un montón de plata en la mano y las plusvalía del 20 para un negocio futuro.
Nunca se sabrá, en la intimidad, las charlas anteriores y posteriores. Pero siempre quedó flotando la idea que alguien “muy importante” le dijo a Germán Conti algo parecido a esta frase: “Te necesitamos acá Flaquito, para que nos ayude en la cancha”. Fue sí a los colores, la plata podía esperar.
Su rendimiento, el deportivo, siempre iba para arriba. En escalera, despacito. Pero firme y sostenido. La tele empezaba a hablar de “el interesante zaguero de Colón de Santa Fe”. Se rumoreaba que los grandes lo tenían en radar y que, de yapa, lo espiaban desde la Selección en Ezeiza.
En ese entonces, para que se tenga una idea y poder graficarlo con una frase: Conti le dijo “no a un grande como River y sí a Colón”. No sería complicado imaginar hoy la respuesta del 90 por ciento —creo que igualmente soy generoso con ese 10— de jugadores de fútbol en la misma circunstancia. No todos hacen lo que hizo Conti.
Ya con José Néstor Vignatti instalado como presidente —volvió el 12 de junio de 2016 al ganar las elecciones con el 48 por ciento—, el histórico dirigente tenía una obsesión: poder “blindar” a Germán Conti. Siempre fue Vignatti el que, con defectos y virtudes, gritaba a los cuatro vientos: “Hay que arreglar el contrato de este pibe, siempre se portó de manera excelente con Colón”.
Ya con ese apartado FIFA que le permitía a los futbolistas tomar compromiso con otro club cuando falten seis meses para el final de su contrato (Ejemplo: lo que hizo ahora Brian Galván con Colorado Rapids de la MLS en los Estados Unidos), el “Flaco” Conti estaba a un puñado de meses del “primer aviso”. Porque su contrato vencía en junio de 2018, es cierto; pero en diciembre de 2017 podría haber usado ese “atajo” administrativo.
“Yo te prometo que te voy a vender y te voy a vender bien, porque te lo merecés”, le decía por ese entonces Vignatti a Conti, siempre acompañado en cada reunión importante por su papá y su agente Silvio Villaba.
Finalmente, en los últimos meses de 2017, aceptó poner el gancho hasta el 2020: Colón le mejoró el salario, Vignatti blindaba el capital más importante del club y se fijaba una cláusula de salida que sólo las dos partes conocían.
Casi impasable de abajo en el mano a mano —siempre llegaba a cada cruce con la puntita del botín para esas piernas largas y flacas— y mejorado de arriba en el juego de cabeza, fue el Atlético Mineiro el que se frotaba las manos para llevárselo a Brasil. Era el mes de diciembre de 2017.
“Acá hay una cosa muy simple, en el contrato existe una cláusula de rescisión. En consecuencia el que lo quiere contratar debe hacer uso de esa cláusula de 3.500.000 de euros limpios, no hay otra alternativa”, declaraba Vignatti en medio de las sidras y los turrones de hace dos años.
Hasta que a mediados de 2018, finalmente, Colón logró cristalizar una de las ventas más importantes de la historia. El histórico Benfica de Portugal sería el destino de ese “Flaquito” humilde y callado, que le dijo no a River para dar una mano y que nunca pensó en especular con los defectos de un contrato inicial para quedar libre y perjudicar a Colón como hicieron otros que se besaban la camiseta.
“Son 3.5 millones de euros limpios para el club, pagaderos con parte de efectivo ahora y un par de documentos a futuro.”, se informaba. Cómo habrá sido de bueno el negocio de Conti al Viejo Mundo que todavía hoy el club tiene en la mano un documento final de un millón de euros para cobrar dentro de varios meses. O para “descontar” si es que se ve en algún apuro.