Filtrado. El aislamiento social por coronavirus ha cambiado la rutina de todos. Pero para quienes siguen trabajando, el olvido de los detalles más elementales pueden jugar una mala pasada.
Para el senador de la anécdota, como para todos, el mundo está dado vuelta. Como muchos, ha tomado nota tarde de que las cosas más elementales -que normalmente le resuelven otros- ahora debe tomarlas en sus manos. No es que no sepa, es que perdió la costumbre.
El legislador del cuento volvió muy entrada la noche a su departamento en la ciudad de Santa Fe, revisó la heladera, las alacenas de la cocina y comprobó lo que intuía. Era demasiado tarde para un delivery, todo había cerrado y debió conformarse con un paquete de galletitas de agua y a dormir.
Resulta que el martes 24 no tuvo tiempo ni de pensar en, al menos, una provista ante la cuarentena. Llegó del interior con unos mates encima, se reunió con pares de su bloque, después con diputados de su sector, almorzó liviano en su despacho y por la tarde participó de las actividades que le impuso una jornada cargada de tensiones y negociaciones en la previa a la sesión de la Cámara de Diputados. Primero en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, en una reunión por la pandemia que mostró juntos (a la debida distancia que evita el contagio) al gobernador Omar Perotti y al presidente de Diputados, su antecesor, Miguel Lifschitz. Después, el senador estuvo en la casa que tiene en Santa Fe el ex gobernador Lifschitz, hasta muy tarde, junto a otros dirigentes del Frente Progresista, Cívico y Social. El fogoso radical -que buscó que hubiera un acuerdo hasta última hora entre las principales fuerzas políticas de la provincia- fue sometido a una dieta involuntaria.