Vive en una ciudad que está ubicada a 3 horas de Atenas y compara la realidad de Grecia con la de nuestro país en cuanto a la cantidad de personas infectadas por el virus, “aunque en mi ciudad hay un solo caso”. Hace 19 días que prácticamente no sale a la calle. “Acá la gente tomó conciencia hace poco, pero ahora hay un sistema por el que tenés que mandar un mensaje para explicar por qué salís y te dan dos horas”, cuenta Sebastián Caballero, aquél volante que apareció en la primera de Unión y que formó parte de ese equipo que logró el ascenso a Primera de la mano de Madelón. “Veo que en la Argentina hay más conciencia que en Grecia para asumir este momento”, confiesa en la charla en La Primera de Sol.
—Mirá, acá la gente va a la cafetería, compra el café y se lo toma por la calle; y hasta algunos van a la playa.
—¿Con qué fútbol te encontraste?
—Con un fútbol muy técnico, pero nosotros estamos mejor desde lo físico y lo táctico. Cuando yo vine, con lo que tenía me alcanzaba para sacar ventajas, sobre todo en lo físico. Y después, si sos medianamente ordenado, también sacás diferencia.
—Distinto de cómo era antes, que los europeos estaban mejor en lo físico...
—Somos más “pícaros” para jugar, eso también marca la diferencia.
—¿Te traumó tu salida de Unión?
—Fue pura y exclusivamente por mí. El fanatismo y el ser hincha me jugó una mala pasada. Madelón me quería y los dirigentes me habían ofrecido renovar. No tenía la cabeza que tengo ahora.
—Porque salía a la cancha y sentía que me tenía que jugar la vida, estaba muy presionado porque sabía que mi familia y mis amigos estaban en la tribuna y me tenía que matar por ellos.
—Uno siempre valora y cree en el jugador-hincha, como también era Emanuel Brítez. ¿Los termina traicionando?
—A diferencia mía, Emanuel tuvo más posibilidades por su perseverancia. A mí siempre me quedaba la “espina” porque sentía que podía y debía dar más. Y uno no rinde con esa presión de ser hincha. Eso no me permitía rendir.
—Hasta te “calentaste” con un plateista...
—Fue contra Sarmiento, después de haber ascendido. Era sólo uno, al que conocía y siempre nos insultaba a los chicos del club. Estaba puteándolo a Brítez y me dio bronca, porque yo entiendo que el fútbol tiene su folclore, pero, ¿de qué folclore me hablan cuando un tipo se pasa el partido puteando a todo el mundo? Y bueno, me engancharon las cámaras y parecía que estaba insultando a toda la platea y en realidad le dije a ese tipo que se calle la boca.
—O sea que “saltaste” para defender a tu compañero...
—Porque es mi amigo, hicimos las inferiores juntos, ama al club como yo y no lo podía tolerar. Hoy no lo volvería a hacer, me arrepentí de esa actitud.
—¿Todo eso que contás te jugó en contra a la hora de decidir si te quedabas o te ibas?
—Seguro... No fue la mejor decisión... Lo que pasa es que pensaba que le estaba fallando a mis amigos y a la familia... La decisión fue mía, nadie me “borró” ni nada por el estilo. Guardo un buen recuerdo con Madelón, porque él se portó muy bien conmigo. Me resguardó al próximo partido y estaba la opción de renovar, tenía el precontrato para firmar y decidí no seguir. La jugada me salió mal.
—Quedé libre, tenía una opción para ir a Italia pero el técnico del club que me quería se fue y pasé seis meses muy duros porque no tenía nada. Seguí entrenando y me salió la chance de Atlético Paraná y no dudé porque necesitaba jugar. Fue un cambio terrible. No tengo nada que decir de la gente de Paraná, porque se portó bien. Pero hasta llegué a pensar en dejar el fútbol.
—¿Tomás todo eso como un “pecado de juventud” o te arrepentís?
—Fue un pecado de juventud, lo reconozco. No tenía la cabeza necesaria para darme cuenta de qué era lo mejor. Fue algo que me sirvió para el futuro.
—Es en lo que más pienso, porque quisiera darle una alegría a mi viejo, que es un hincha fanático de Unión y también mío, por supuesto.
—¿Pudiste hacerlo con Madelón?
—Fue en el mercado de pases pasado, el de junio, estuve hablando con Leo y me dijo que necesitaba un volante más o menos de mis características, pero al final no se dio.
—De volante interno, porque se juega con un sistema parecido al viejo 4-3-3, entonces a los costados del “5” clásico jugamos otros dos volantes, pero no tan abiertos sino más cerrados... Parecido al trabajo que hacía Mauro Pittón cuando estaba en Unión.
—Entonces, no te arrepentís pero hubieses actuado diferente...
—Sí, claro... Si lo que viví en Unión me pasaba ahora, no tengas dudas que me quedaba, que no me iba y que hubiese jugado con menos presión interna.