Gabriel Heinze vino a jugar a Santa Fe y dos días antes anunció que era el último partido. “Se quedó sin energías, sin ganas, conmigo fue sincero”, dijo Pablo Cavallero, el secretario técnico de Vélez. Su equipo, en la despedida, ganó con amplitud ese partido ante Unión. Madelón se fue sin hablar ese día. Estaba mal, se lo notaba incómodo. Parecía que era una reacción propia del resultado y de lo mal que había jugado el equipo. Quiénes lo conocían bien, empezaban a dudar. Tres días después, estalló la bomba. El misil detonó todo Unión esa noche de miércoles, cuando El Litoral anunció en su web que Madelón se alejaba de la institución. No hubo vuelta atrás, por más que intentaran seducirlo con quedarse a dirigir la segunda fase de la Sudamericana. Se lo comunicó a Martín Zuccarelli y a unos pocos dirigentes. El presidente no estaba en Santa Fe. Lo hizo oficial el jueves al mediodía, después de charlar con los jugadores. El intento por convencerlo para que deponga la actitud fue en vano. Madelón resolvía ponerle fin por tercera vez a su ciclo de entrenador de Unión. Las tres veces se fue de Unión por decisión propia y no porque lo hayan echado.
El sentido de estas líneas no es para explicar los motivos. Algo ya dijo Madelón, cuando señaló dos aspectos clave: 1) Que no podía asimilar la manera en que se le desarmó el equipo (se fueron Nereo Fernández, Martínez, Gómez Andrade, Bruno Pittón, Zabala, Acevedo, Mauro Pittón, Fragapane y Cavallaro en apenas seis meses); y 2) que no había podido encontrarle la “vuelta” al equipo, como él quería, en las 23 fechas que duró la Superliga. Pero el sentido de estas líneas apunta a tratar de encontrarle los “pro” y los “contra” de esta decisión de no apurar la llegada del nuevo entrenador. Y la comparación con Vélez tiene razón de ser: 1) porque se fueron dos técnicos que eran “deseados” dentro del club y se quedaron sin energías para seguir; y 2) porque Vélez ya tiene a su nuevo DT, que será Mauricio Pellegrino, un ex jugador del club.
¿Acierta Unión en estos tiempos de pandemia en no apurar la contratación?, ¿especula?, ¿hay razones económicas para no hacerlo?, ¿no se sabe con certeza a quién traer?, son algunas de las preguntas que se pueden estar haciendo los hinchas. “Nosotros no concretamos porque tenemos incertidumbre en cuanto a la reanudación de la actividad y porque estamos imposibilitados de reunirnos con los candidatos”, expresó hace poco Martín Zuccarelli ante una consulta de El Litoral.
Spahn dijo que “estamos esperando por un entrenador que en dos meses queda libre”. En dos meses estaremos en junio y es el mes en el que iban a terminar todos los contratos porque la actividad se extendía, si no pasaba lo que pasó, hasta fines del mes que viene. Spahn dice “mucho” con lo de esperar a alguien que quedará libre en junio, pero en realidad no dice nada cuando señala lo que señaló. El universo de entrenadores que se quedarán sin trabajo en dos meses es importante si sumamos, a los que están afuera del circuito en este momento, los que se irán de los clubes en los que están dirigiendo porque no habrá renovación de sus contratos. “Tenemos 50 ofrecimientos”, se dijo en varias ocasiones. Pues bien, a esos 50 —supongo que una lista ya bastante depurada— hay que agregarle varios más: los que se quedarán sin trabajo en dos meses.
Volviendo a las preguntas planteadas, esperar dos meses para tener al nuevo entrenador es perder el tiempo. Salvo que haya alguien que realmente seduzca, que esté dispuesto a venir y que, por una cuestión de capacidad y conocimiento del club o del plantel (ejemplo, un Darío Kudelka), logre reducir a la mínima expresión el tiempo que parece perderse en este momento de incertidumbre.
Es cierto que la vuelta al fútbol aparece hoy como lejana. Pero también es verdad que se podría ir ganando tiempo con alguien que empiece a trabajar en el análisis y evaluación del plantel. ¿Y si se resuelve dar por concluido el torneo y se arranca con una nueva temporada?. Unión tiene varios contratos que culminan en junio. Si la temporada sigue, los contratos se renuevan automáticamente; pero si el torneo termina y se comienza con uno nuevo, esos contratos expirarán y habrá que tomar determinaciones urgentes. Y muchas.
Mosset no es una alternativa, porque la idea es “no quemarlo” en un trabajo que viene cumpliendo desde hace menos de un año en la reserva. Unión, en ese aspecto, parece no tener en Mosset a un Juan Pablo Pumpido de hace tres o cuatro años, al menos por el momento. Entonces, la pregunta es: 1) ¿hay un proyecto definido y en base a eso se elige al entrenador?; o 2) ¿se prioriza el nombre más adecuado o de mejores pergaminos, dentro de las posibilidades de Unión, para encabezar un nuevo proyecto?
La dirigencia de Unión —Zuccarelli incluido como manager— deberán tomar una decisión complicada: reemplazar a Madelón. En el caso de Zuccarelli, será la primera vez que tendrá que opinar al respecto, ya que él llegó cuando ya se había definido la vuelta de Madelón y trabajó siempre a su lado. Y en el caso de los dirigentes, las dos veces que eligieron un técnico “foráneo”, sin historia en el club, no les fue bien: Sava y Marini.
El desafío es doble. Por un lado, no “pifiar” a la hora de elegir a quién sentar en una silla difícil como la que dejó Madelón con su alejamiento del club. Por el otro, ser ejecutivo y oportuno, aún en estos tiempos de mucha incertidumbre, para que el nuevo técnico vaya tomando decisiones con tiempo y a tiempo.
La incertidumbre da un respiro, la pandemia impone condiciones y cercena posibilidades, pero esperar tanto tiempo para una decisión, puede ser un problema.