Crédito: Pablo Aguirre
La bajante actual del río Paraná es la más importante que ocurrió en nuestro país en los últimos 50 años. El déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas del río Paraná y del río Iguazú, y la presencia de un «Niño neutro» son factores determinantes de este fenómeno que, entre otros impactos, agudizará los cambios que viene manifestando el sistema fluvial, especialmente en su tramo medio: disminución del tamaño de los cauces y de su capacidad de conducción de agua.
En algunos tramos de su extenso recorrido, la imagen aérea que devuelve el río Paraná es desoladora y preocupante. Voluminosos cursos de agua dejan de recibir aportes significativos de las precipitaciones y abren paso a arenas, limos y arcillas que se sedimentan y emergen a la superficie, reduciendo sus lugares habituales de paso.
Las bajantes y las crecidas son procesos naturales y cíclicos en cualquier sistema fluvial, pero se transforman en noticia cuando exceden los parámetros normales. Esto ocurre en la actualidad. Este lunes el nivel del río descendió 11 centímetros y marcó 1 metro.
Foto: Pablo Aguirre
“La bajante que podemos observar actualmente es la más importante de los últimos 50 años. Sin embargo, en años anteriores a la década del 70, a partir de la cual se produjo un incremento en el régimen de lluvias de la Cuenca del Plata, hubo bajantes mucho más significativas. Por ejemplo, en 1944, la altura del río estaba casi un metro por debajo del 0 de la escala del puerto local”, comentó José Macor, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas (FICH) de la UNL, quien dirige el Centro de Informaciones Meteorológicas (CIM) de dicha facultad.
Por su parte, Carlos Ramonell, docente e investigador de la FICH, acotó: “En esta bajante se debe descartar como causa la influencia de las presas brasileñas. En 1944, la situación fue peor que la actual y no sólo para la Cuenca del Plata. Fue la mayor sequía registrada en toda la llanura pampeana y las presas no estaban construidas”.
Ambos especialistas de la FICH detallan las causas meteorológicas y climáticas de este fenómeno, así como los impactos que tendrán los caudales bajos en la dinámica geomorfológica del décimo río de llanura más importante del mundo.
De acuerdo a los registros del CIM, desde julio de 2019 hasta marzo de 2020, los valores de precipitación mensual en Santa Fe han estado, en general, por debajo de las medias mensuales de los últimos 10 años. Esta misma situación se ha dado también en el noreste argentino y en las cuencas brasileñas del río Paraná y del río Iguazú.
Foto: Pablo Aguirre
“Este déficit de agua se refleja en los niveles del río, que han estado bajando desde el año pasado. Si bien ha habido pequeños repuntes con algunas tormentas importantes, no fue suficiente como para recuperar los niveles normales del río”, señaló Macor.
Además, desde el año pasado los modelos climáticos proyectan que el fenómeno de El Niño va a permanecer en estado neutral hasta el final del invierno (junio o julio, aproximadamente). “Es un Niño ‘neutro’, con lo cual es probable que la bajante actual perdure por lo menos un par de meses más”, explicó el investigador.
Según Ramonell, que lleva años estudiando la dinámica geomorfológica en el tramo medio del río Paraná (desde la confluencia con el río Paraguay –norte de Corrientes– hasta Rosario, aproximadamente), la bajante podría provocar el achicamiento de varios cauces secundarios conectados directamente al cauce principal del río, como es el caso del río Colastiné, y hasta el cegamiento con sedimentos de varios de menor tamaño. A la vez, habrá pérdida de superficie lagunar y desconexiones entre cauces y lagunas en ambientes más alejados del cauce principal, entre ellas, la laguna Setúbal. En este caso no está claro si el fenómeno detendrá sustantivamente el avance del delta del Arroyo Leyes en su parte norte.
“Lo primero que está ocurriendo en estas condiciones de caudales bajos es que varios cauces secundarios menores que están conectados directamente con el cauce principal del río Paraná están sufriendo sedimentaciones no sólo de arenas que hacen recrecer el fondo, sino también de limos y arcillas provenientes del río Bermejo, que esta vez muestran más concentración por el déficit de agua. Estos sedimentos finos son retenidos por la vegetación acuática de las márgenes de los cauces donde se acumulan y hacen disminuir el ancho del cauce. En suma, los cauces cercanos al cauce principal se están reduciendo en tamaño (ancho y profundidad) y en capacidad de conducción de agua, porque reciben una carga extra de sedimentos con relación a su capacidad hidráulica de transportarlos río abajo”, explicó Ramonell, tras aclarar que en este proceso de cierre de cauces, algunos incluso pueden desaparecer, mientras que islas que estaban separadas ahora van a quedar unidas. “En el sistema fluvial del Paraná, los cursos secundarios del río aparecen y desaparecen naturalmente. Algunos permanecen sólo durante 20 años, otros sobreviven casi una centuria y otros un par de milenios. No es un fenómeno novedoso, pero se acentúa en situaciones de bajante”, subrayó.
Foto: Pablo Aguirre
Para ilustrar este fenómeno, Ramonell mencionó el caso del río Colastiné, una de las principales fuentes abastecedoras de agua potable de la ciudad de Santa Fe y donde la ciudad vuelca todos sus efluentes cloacales en su tramo inferior. “De acuerdo a nuestros estudios, este brazo del río está sufriendo un proceso gradual de achicamiento desde fines de la década del 70. En los últimos 40 años, ha reducido de forma progresiva su anchura en un 25%. Así, pasó de tener 470 metros de ancho como promedio en 1980 a 350 metros en la actualidad. Indudablemente, este fenómeno acentuará tal tendencia”, aseguró.
En cuanto a la otra red de cauces, paralela y más alejada del cauce principal del río Paraná, en torno a la cual se aloja la mayoría de las áreas lagunares de la planicie de inundación, como en los cursos San Javier y Coronda, el investigador sostuvo que “a raíz de esta bajante, las lagunas se encuentran en gran parte desconectadas de los cauces, lo que genera alteraciones en las cadenas tróficas y en las fases biológicas de la vida que sustenta el río”.
Además, refiriéndose a la problemática del Arroyo Leyes, advirtió: “Una bajante de esta naturaleza también podría provocar el cierre de algunos cursos del delta, pero parcialmente, porque no hay tanto sedimento disponible como en el cauce principal y los cursos en el entorno de éste. Las nuevas partes del delta recién sedimentadas se van a fijar con la vegetación. Con el crecimiento de la vegetación, las fracciones de limos y arcillas van a ser filtradas y los bancos del delta crecerán en altura. En resumen, es posible que el frente de avance del delta se consolide con esta bajante, continuando con la pérdida de superficie de la laguna Setúbal”.
Ramonell aclaró que estos escenarios se acentuarán conforme dure la bajante. “Otra cuestión a considerar es cómo se retornará a las condiciones de caudales y niveles de agua más normales. No es igual para la dinámica morfológica descripta si el regreso es rápido o lento, y si coincide o no con el desarrollo posterior de una crecida importante o sólo de una menor. Los escenarios son muy diferentes y merecen ser evaluados”.
Mientras tanto, las instituciones competentes deberán atender algunos problemas que suelen generar bajantes de este tipo: navegación, provisión de agua potable (por operatividad de las tomas de agua) y concentración de contaminantes (por posible disminución de la capacidad de dilución de los efluentes cloacales).
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