Newell’s Old Boys consiguió el único título en su historia con un DT de la casa. La institución resurgió después de la inundación del 2003 y en el 2009 salió campeón por única vez. En tiempo de pandemia, el DT recordó cómo fue el día de la vuelta olímpica y asegura que fue su mayor logro como deportista.
“Un campeón que resurgió de sus propias cenizas” titulaba El Litoral, el día después de aquella tarde gloriosa en la cancha de San Cristóbal. “Ese título y el diario del domingo son un documento que guardo en mi casa y en el corazón” anticipaba Hugo Servín, el DT del equipo campeón. “En barrio Roma crecí, me formé como persona, como deportista y junto a mi familia pasamos la inundación del 2003 cuando mi casa fue tapada por cuatro metros de agua”, recuerda con emoción. “En esos días perdimos todo. No quedó nada. Los recuerdos de cuando era niños se los llevó el agua. Al tiempo, cuando parecía imposible, volvimos para darle vida a nuestras vidas. Nuestro club, devastado, como todo el barrio, también perdió todo. Después, con el paso del tiempo, y con el trabajo de un grupo de personas, la institución fue cobrando vida y de a poco volvimos”, aseguró.
—De la tristeza del 2003 a la alegría del 2009. ¿Cómo fue ese momento?
—Yo me hice cargo del equipo en julio del 2009 y en noviembre conseguimos la primera estrella para el club. No se puede explicar con palabras el sentimiento que provoca pertenecer a una vuelta olímpica, la más importante del club. La primera emoción fue tremenda porque se juntaba el dolor del 2003 con la gloria de todo un barrio. El Newell’s campeón hizo olvidar, por un rato, todo el dolor de un barrio golpeado por la naturaleza.
—¿Qué pasó por tu cabeza después del pitazo final de Manuel Sánchez, cuando sentenciaba el 3 a 0 a favor de Newell’s ante Colón de San Justo?
—Emoción y lágrimas en todos. Ver a esos jugadores dando la vuelta olímpica era algo maravilloso, además, el barrio estaba presente y alentó todo el tiempo. El grito de ¡Dale campeón! fue la culminación de un logro merecido por todo barrio Roma.
—¿Sigue en la memoria ese equipo campeón?
—Sí, Cabrera, Mieres, Bravo, Totereau, Corazza, Gómez, Paiva, Borda, Vidal, Sanabria y Cristaldo, después ingresaron Malisani, Sardi y Taborda.
—¿Hubo dudas o incertidumbre antes del partido con Colón de San Justo?
—No, nada de eso. Siempre supe que ese plantel podía dar mucho y lo había demostrado a lo largo del Clausura cuando llegamos a la final con 38 puntos, igual que el rival de la finalísima. Ese día, en San Cristóbal, en la charla técnica, supe que estaban muy bien y con ganas de dar a vuelta olímpica. No debemos olvidarnos que enfrente estaba el Colón de San Justo que dirigía Miguel Restelli, un técnico de mucha experiencia.
—¿Qué significó esa estrella para vos, para el club y para la gente?
—El resumen de todo lo que dije antes. Fue el desahogo de todo un barrio, fue la alegría que nos cambió, por un momento, esa imagen que veníamos arrastrando durante mucho tiempo cuando el agua borró todos nuestros sueños.
—Te llovieron ofertas después de ese día tan glorioso...
—Me llamaron de varios clubes de la Liga y la región. Y en eso quiero destacar el llamado de Colón en la gestión de Germán Lerche. Todos sabían que soy hincha de Colón y que me hubiera gustado trabajar en ese club.
—¿Qué respondiste a ese llamado?
—Escuché la oferta pero después dije que no. Yo sabía que los profesores de aquel momento no cobraban el sueldo desde hacía tres meses y como en Colón se trabajaba doble turno, tomé la decisión de seguir con mi trabajo, algo que me había costado mucho conseguir. Les agradecí y la verdad que no me arrepiento de la decisión tomada en ese momento.
—¿Qué indica la realidad?
—Estoy trabajando en lo que me gusta. En los últimos años me dediqué a la formación integral de jugadores y en eso quiero destacar el llamado de Ciclón Racing donde hace dos años me dedico al “Lagunero”. Ese es un club que ha crecido mucho en los últimos tiempos.
—Volverías a Newell’s...
—Nunca me fui. Sigo organizando el torneo de fútbol infanto-juvenil que se juega allá por el mes de noviembre y tengo un diálogo permanente con el técnico actual de primera división.
“Estamos viviendo un momento difícil. Creo que de esta situación se sale de a poco. Debemos cuidarnos y cuidar a nuestra familia. Hay tiempo para volver a jugar, para organizar un torneo y para disfrutar del fútbol”. Hugo Servín, DT de Fútbol
La felicidad más grande
Carlos Robledo (*)
Noviembre de 2009 nunca se olvidará, porque realmente se hizo justicia en el fútbol local, NOB por fin ponía el grito de ¡Campeón! en la boca de su gente, sufrida y hasta a veces bastardeada por ser parte de un sector de la ciudad que siempre tuvo una mirada distinta. El fútbol una vez más puso de manifiesto que con humildad, solidaridad y compañerismo, se consiguen logros, que se recuerdan por siempre.
Santa Fe dejaba atrás la inundación más grande de su historia (2003) y NOB la sufrió: hasta los arcos de Mendoza al 4000 quedaron bajo las aguas del salado.
Por eso y mucho más, era tiempo de festejar lo conseguido por un tipo de la casa como Hugo Servín, que nos regaló la felicidad más grande que se tiene hasta el día de hoy.
Ángel Gallardo en ese noviembre nos abrió los brazos para recibirnos a todos los del Oeste Santafesino y así poder manifestar la alegría de ser campeones, unos desde las tribunas y otros como yo desde mi relato radial hasta las lágrimas, por ver por primera vez a mi “V” negra campeón.
Nunca nadie olvidará en Barrio Roma apellidos como Cabrera, Bravo, Corazza, Gómez, Paiva, Sanabria o Malisani entre otros.
Seguramente aquella jornada lo tuvo entre nosotros a don Miguel Franconieri, que con su sombrero saludó a los campeones, esos campeones que le dieron protagonismo a esa gente de mi oeste santafesino que cruzó toda la ciudad para dejar sellada la primera estrella en su camiseta roja con la “V” negra en su pecho, tantas veces esperada. Salud Campeón... se te recordará por siempre!!!!