¿Es posible que alguien pueda aglutinar tanto cariño en tan poco tiempo?. La respuesta es afirmativa y el protagonista es el profesor Daniel Córdoba. Un personaje. Un hombre que no sólo produjo una gran campaña en la Libertadores (llevó a Colón a disputar los cuartos de final con River, dejando en el camino a adversarios con “chapa” y prestigio como Alianza Lima, Sporting Cristal y Olimpia de Paraguay), sino que dejó un recuerdo imborrable en los hinchas rojinegros que lo recuerdan a cada momento.
Justamente, el 30 de abril de 1998 es una fecha que no pasa desapercibida. Un día de tremendas emociones. A veces, el fútbol permite algunas licencias. Por ejemplo, que a algún partido se lo reconozca por un aspecto puntual. Colón tiene varios ejemplos de ese tipo: “el clásico del gol de la Chiva” en el 77, “el clásico del gol de Migliónico” en el 2002 o “la noche de los penales de Burtovoy” en aquella inolvidable gesta de hace 22 años en el Defensores del Chaco, ante un Olimpia cargado de prestigio y de gloria.
Y el profesor Daniel Córdoba fue un gran responsable.
—¿Te acordás cuando llegaste a Santa Fe, profe?
—¡La cancha...! ¡Qué mala que estaba la cancha...! ¿Había sido lo de la inundación, no?
—No. Fue la actuación a fines del ‘97 de Los Redonditos de Ricota en un sábado de lluvia y vos llegaste en el ‘98...
—¡Claro...! Mirá, cuando la cancha está mala, perjudica al equipo que quiere ser protagonista. Me acuerdo ese primer partido ante Central ahí. Central jugaba bien, pero nosotros teníamos que hacer el gasto, por ser locales. ¡Estaba pintada de verde la cancha...! Cuando llegué, era tierra arada. Era frustrante verla así como estaba. Nos tuvimos que ir a jugar un par de partidos a la cancha de Unión...
—¿Te perjudicaba para el juego del equipo?. Porque había muy buenos jugadores en ese momento, como el Cabezón Marini, Saralegui...
—Siempre digo que nunca estuve en el lugar justo y el momento justo. Pero en Colón parecía que se daba todo para que sea así... Salvo la cancha...
—¡Hasta te llevaron en andas esa noche en el Defensores del Chaco!
—En Colón fue esa vez... Y después, en Estudiantes fueron dos veces, la última cuando me fui... Y en Lanús, cuando lo salvé milagrosamente de descender ganándole la promoción a Huracán de Tres Arroyos... ¡Ah y en Cuenca de Ecuador!, que por hacer causa común con los dirigentes que me llevaron, me fui cuando ellos se fueron. Estaba puntero y faltaban cuatro fechas para el final... Yo siempre fui extremadamente leal a la gente que me apoyó y me quiso, a pesar de esa intensidad que siempre me acompañó.
—¿Seguís pensando que en esa Libertadores hubo una mano negra que perjudicó a Colón en ese choque de cuartos ante River?
—Por supuesto que hubo mano negra... Mirá, cuando me lo ponen a Castrilli de cuarto árbitro, en el partido de ida, invalidándolo para dirigir el segundo, me dí cuenta que la cosa no iba a funcionar. Yo había pedido que a uno de los dos partidos lo dirija Castrilli. ¡Y me lo ponen de cuarto árbitro en el primero!
—¿Cuál de los dos partidos te despierta más sospecha, el de acá en Santa Fe o el de allá en Buenos Aires?
—¡El de la cancha de Colón...! A ese partido lo dirigió Angel Sánchez... Mirá, en determinado momento me tuvieron que parar, no sólo en el partido, sino también en la calle... Después fuimos compañeros en el 2006. Ya había pasado el tiempo y me había tranquilizado un poco, pero igual le dije: “Vos me sacaste de la Libertadores”... El es confeso hincha de River.
—Apuntás decididamente los cañones contra Angel Sánchez por lo visto...
—Mirá, él no reunía algunas condiciones, según la prensa especializada de aquél entonces, para ir a un Mundial... ¡Y fue a un Mundial!... Y no es que veo fantasmas, pero fijáte: en una jugada, el Chino Aquino llega al fondo, levanta el centro y Celso Ayala levanta las manos en el arco de la Jota Jota Paso. Fue penal que vio todo el mundo menos él... Otra, antes del gol del empate, Berizzo se le apoya a Fuertes... Y otra, centro al corazón del área y el Bichi salta, entre Hernán Díaz y otro que lo golpean alevosamente adentro del área, para desacomodarlo. Y tampoco pasó nada. Te nombro tres jugadas que ví yo desde mi lugar, pero él no...
—¿Estaba para más ese equipo?
—Yo estoy convencido de que si había un arbitraje imparcial, más un poquito de apoyo del presidente Vignatti, llegábamos lejos...
—¿Te llevaste mal con Vignatti?
—Y... Era una relación de patrón de patrón de estancia y peón... El grupo estaba bárbaro, teníamos excelentes jugadores... Nos faltaba uno de área, porque el Bichi era más un jugador por afuera en ese momento, potente, de grandes diagonales, pero por afuera... Yo le pedí un 9 con gol a Vignatti, pero no lo trajo.
—Alguna vez hablaste también de que River era un grande y que...
—Sí, sí... Necesitábamos más apoyo y peso en Afa... Si pasaba Colón había 5 millones de América y si pasaba River, 25 millones que ponía Canal 13. ¿Era diferencia, no? Porque a nosotros nos televisaba América, ¿te acordás?.
—Y la campaña en el torneo no fue buena y te tuviste que ir el día que lo echaste del vestuario a Vignatti contra Lanús...
—Eso fue un malentendido. En la puerta estaba Mario Rebaca, ¿te acordás?... Los jugadores no habían superado la eliminación de la Copa y fuimos con un equipo alternativo, como en toda la Libertadores. Esa Copa estaba comprimida por el Mundial de Francia. Se jugaba todas las semanas. Los pibes que estaban de suplente se mataban en cada partido pero no teníamos dos planteles. Ese partido lo terminamos mal, tristes... Nos golearon.
—Era un hecho que me iba... Cuando quieren abrir la puerta, yo le digo a Mario que espere, que no abra, que quería hablar con los jugadores. Entonces, voy y la cierro. Yo no sabía que estaba José del otro lado. No fue contra él.
—O sea que vos no viste a Vignatti, que era el que quería entrar y se enojó mucho por aquélla actitud...
—... ¡Podía estar Rambo del otro lado que igualmente le cerraba la puerta en la cara! Era un momento feo... Pero esa despedida del torneo era la despedida mía. Yo lo sabía. Y quería hablar con los jugadores.
—Y... Yo soy muy emotivo, pasional. Por eso conseguí lo que conseguí y también perdí lo que perdí. Yo me mato laburando pero siento todo como si fuese amateur.
—¿Cómo era tu relación con el presidente?
—No sé, capaz que quiso contratar a un león y después lo quiso manejar como un cordero... Yo no sé si soy un tigre o un león, pero si contratás a un tigre, dejalo que sea tigre, no lo quieras convertir a cordero.
—¿Qué pasó?, ¿se metía en la formación del equipo?, ¿qué hacía?
—Mirá, cobrábamos al día... En eso no había ningún problema... ¡Un personaje José!... Vos sabés que un día se me aparece en la pretemporada y me reprocha porque cada tres días le daba uno de descanso a los jugadores... Nosotros teníamos días que hacíamos triple o cuádruple turno, entonces bajábamos la carga al día siguiente, igual al tercero y al cuarto descansaban. Y yo le explicaba que los iba a romper si los hacía trabajar tanto, pero no siempre entendía...
—Te cuento lo que pasaba. Yo los tenía en la subcomisión de fútbol a Osvaldo Grass, Líbero Rizzoni y Hugo Leiva que eran unos cracks... Más otros muchachos que también acompañaban... Un día querían renunciar y yo les pedí por favor que no, que no lo hagan ,que no me dejaran solo... Creo que fue cuando se armó el lío porque yo lo ponía a Burtovoy y no a Leo Díaz.
—Entonces le dije: “José, si usted tiene tres personas que están todos los días conmigo, que saben todo y usted tiene la puerta abierta para venir cuando quiera, ¡no me venga el sábado a la noche a preguntarme cómo va el equipo y a decirme que le gustaría que hubiese estado fulano o mengano!... Si usted estuvo toda la semana, no espere hasta el último día, cuando ya no puedo modificar nada, para plantearme todas sus dudas o pretensiones.
—Obvio que eso te molestaba...
—Me molestaba porque estaba mirando videos y analizando el partido y tenía que apagar todo. ¿Por qué viene ahora José?, le decía. Nunca en mi vida cerré un entrenamiento, jamás... Me encantaba que me vieran trabajar... Y te aclaro que hoy sería igual, salvo que me lo pidan los jugadores.
—Hablando de entrenamientos, ¿te acordás cuando antes de Alianza Lima te apagaron la luz en el reconocimiento de la cancha y metiste unas camionetas para que te alumbraran la cancha desde las tribunas?
—¡Claro que me acuerdo...! Como también me acuerdo la noche del partido con Sporting Cristal, con el gol de Sandoval, que me pusieron el micrófono y me pidieron que haga de periodista. Y ni me acordé que los jugadores no hablaban con los periodistas en ese momento... El Cabezón Marini, cuando ya había terminado y los hice hablar a todos, vino y me dijo: “Profe, rompió el pacto”.
—Y sí... Yo soy un tipo capaz de correr una montaña... Hoy mismo estoy igual, con esa misma fuerza... Y lo digo con mucha humildad y lo repito: soy capaz de hacer correr una montaña... Pero si a un tipo lo querés manejar como si fuese un sumiso entrenador, no es posible. Vos tenés que ir espalda con espalda con un tipo así, no de otra manera.
—¿Te fuiste mal del club?
—A mí me quedaban 360.000 dólares por ganar... Pero cuando me fui, Colón tenía que pagarme un sueldo... ¡Un solo sueldo! Y me quedaba un año más de contrato. ¿Sabés lo que quería Vignatti?, pagarme 1.000 dólares por mes. Fui a la reunión y le dije que me diera 25.000 dólares, que me pague todo el mes de resarcimiento y se terminaba todo... Terminamos en juicio... Pero fue por eso. Por la actitud... Me dá no sé qué hablar de estos temas justo en este momento tan duro en lo económico para la gente, pero te cuento cómo fue.
—¿Qué es Colón para vos, profe?
—Toda la gente de Colón y de Santa Fe son una hoja aparte en todo el derrotero de mi vida, no sólo como profesional sino como ser humano... Una hoja aparte en serio, de esas que la tenés bien marcadita en el libro... Y eso que fueron seis meses nomás... Y te corto acá porque ya se me está poniendo la piel de gallina y me voy a emocionar.