La salida de Alejandro Vanoli de la Anses tiene muchas causas y explicaciones, pero la más útil para todos es la de que el presidente concluyó, después de 40 días de cuarentena, que la actuación de uno de los responsables de asistir a los afectados económicos fue por lo menos mala.
Así como la gestión sanitaria estuvo a la altura de la fenomenal crisis que estamos viviendo, los programas de ayuda anunciados apenas se implementaron, lo que solo trajo disgusto y malestar en los afectados, que no ven que el Estado haya tenido la reacción necesaria para contenerlos y ayudarlos. El lunes será una buena oportunidad para empezar a mostrar cambios.
Una de las incógnitas por desentrañar es por qué buena parte de los funcionarios nacionales no han asumido la profundidad y excepcionalidad de la crisis y no han tomado las medidas que la situación pide y que la mayoría de los países sí han tomado y seguirán tomando, porque tanto en lo sanitario como en lo económico esto recién empieza.
No puede entenderse, por ejemplo, cómo la preocupación principal es generar mecanismos para que el Banco Central absorba pesos para evitar un presunto pico inflacionario, y no cómo hacer para que esos pesos lleguen a la gente. Porque en la calle los 700 mil millones que dicen que emitieron para atender la crisis apenas si se ven.
Apenas un par de datos dados a conocer en las últimas horas sirven para ilustrar la situación. En Estados Unidos otros 3,8 millones de trabajadores solicitaron la semana pasada el subsidio por desempleo, con lo que ya son más de 30 millones las personas que han perdido su trabajo en seis semanas en el país, que está cayendo en su peor crisis desde la década de 1930.
La economía de Francia cayó 5,8%, el mayor desplome trimestral desde 1949; España 5,2%, récord en medio siglo, e Italia 4,7%, que entró en recesión. En Alemania 300.000 personas perdieron su empleo en el último mes y el gobierno proyecta que la economía se hundirá este año un 6,3%.
A nivel global, la OIT calcula que 1.600 millones de personas, la mitad de la fuerza laboral mundial, corre el riesgo de perder su trabajo por la pandemia y estimó que se destruirán el equivalente a 305 millones de empleos entre abril y junio.
El economista e historiador Adam Tooze describió en una entrevista con el diario La Nación la situación que atraviesa el mundo: “El cierre total que causó el Covid-19 es el shock económico más dramático y repentino que la mayoría de nosotros jamás vivirá. Recalibra todo lo que pensábamos que sabíamos sobre la dinámica de la economía moderna. Todo lo que solíamos descartar como imposible ha ocurrido, en ocasiones con costos enormes. Para empezar, el coronavirus demolió el mito de que la economía debe siempre ir primera”. Y dijo que lo que vivimos es “sin duda es la interrupción más abrupta de la actividad económica de la historia”.
Los indices sobre la caída de la economía difundidos en la semana por el Indec son los primeros de una serie que serán similares a los del primer trimestre de 2002, cuando el PBI se derrumbó el 16,3 %, aunque hay quienes pronostican que la caída podría ser peor. Esto tendrá un impacto brutal sobre los índices de empleo y pobreza que solo pueden ser morigerados con políticas públicas excepcionales como, por ejemplo, las que tomó Roosvelt en la década del 30 y que conocemos como New Deal. El futuro es negro y de no mediar algún programa que involucre a la mayoría de los países, es inevitable pensar en el Plan Marshall, algo que parece difícil en medio de una guerra comercial entre EEUU y China y en pleno auge de los nacionalismos, viviremos una década perdida más.