Nadie duda que también en la producción argentina la pandemia que estamos tratando de sobrellevar los argentinos marcará un antes y un después en todas las facetas de la economía. Empresarios, productores, trabajadores y hasta consumidores tendremos que adecuar nuestros requerimientos, tanto personales como grupales, a los desafíos que impone la nueva realidad. Y el que siga soñando con recuperar la normalidad perdida, se equivoca. El primer dato a tener en cuenta: la última caída de actividad económica a nivel global, con muchos países en problemas, fue generada por la crisis financiera 2008/2009 (caso Lehman Brothers).
En los últimos días, todos los sectores productivos comenzaron a hacerse oír. Y cuando el análisis se vuelca directamente a las economías regionales es necesario prestar debida atención a lo que un nuevo mercado, un nuevo productor y un nuevo consumidor aparecerán pronto en escena. Lo que se perdió ya está en la columna del debe. Imposible recomponerlo. Quizá atenuarlo con el tiempo.
Entre los informes recibidos y analizados, se coincide en establecer comparaciones. Es real que la dinámica de los precios internacionales de las distintas commodities es un indicador revelador del avance de la crisis económica y de los efectos que ésta va generando en los ingresos globales y en el nivel de actividad de los distintos sectores de la actividad productiva. Pero también lo es que aquellas que tienen como destino final la alimentación (granos, aceites, harinas, carnes, etc.), productos que responden a las necesidades humanas más básicas, están surfeando mejor la crisis. Según el Ieral, en el primer cuatrimestre del año se registró un aumento del 3% en el valor de la canasta que monitorea el Banco Mundial (15 productos), aunque en abril la canasta quedó en el mismo nivel de precios que el año pasado.
Por su parte, la Unión Industrial Argentina (UIA) sólo “el 9 % de las firmas manufactureras del país lograron mantener sin mayores cambios su ritmo de actividad. Esto obedece tanto a las dificultades para producir como a la merma en la demanda local e internacional”, destacó. Y colocó como ejemplo la forma en que se ha reorganizado la industria frigorífica, que en abril logró un incremento de faena de 8,7 % interanual, con plantas distribuidas a lo largo y a lo ancho del país. Por su parte, los minerales y los metales, que se utilizan como insumos en la elaboración de bienes industriales (autos, maquinarias, celulares, etc.), muestran precios en retroceso -un 11% promedio en el primer cuatrimestre-. Vale esta preocupante aclaración: el ajuste llega al 20% cuando se compara el último mes disponible, abril de este año contra el del año pasado.
En Santa Fe hubo el viernes un dato promisorio: el Gobierno provincial anunció que ya están operando todas las grandes industrias radicadas en este territorio (alrededor de 200 de las 1.200 que hay en el país) y el 80% de los Pymes de hasta 50 empleados, con lo que se alcanza el 70% de la producción total.
El segundo dato refiere al agro. Para varios analistas, la pandemia “afecta en términos de precios por la demanda mundial. Al tener menor demanda, los precios caen”, según Gonzalo Augusto, economista jefe de la Bolsa de Cereales.
Un tercer dato apunta a otro de los segmentos productivos que se desarrollan en Santa Fe: los productores de leche aseguran que se avecina una crisis de la cadena láctea y piden medidas para no tener que tirar leche porque habrá una sobreoferta primaveral de 10.500 millones de litros mientras que la demanda para este año será de 8.500 millones de litros.
Por último, la carne. En abril, la industria frigorífica bovina faenó 1,18 millones de cabezas contra 1,09 millones de cabezas del mismo mes del año anterior; se trata de un aumento de actividad del 8,7%. La faena se realizó en 366 frigoríficos, muchos de los cuales operan en esta provincia.