El 19 de mayo está prevista la asamblea de Afa. Salvo Talleres y San Martín de Tucumán —en este último caso con un apoyo de Atlético— son muy pocas las voces (casi ninguna más) que se alzaron en contra de lo que se ha gestado y se presentará como “cena servida” en Viamonte. O mejor dicho, en la virtualidad de estos tiempos. Una mesa ejecutiva con vicepresidencias repartidas entre cuatro de los grandes (Boca, River, San Lorenzo e Independiente) y dos del ascenso con un fuerte peso (Achille de Defensores de Belgrano y Raed de Mitre de Santiago del Estero), la secretaría general para Racing y la tesorería para el hombre que es “mano derecha” de Tapia: Pablo Toviggino. A ellos se suma Nicolás Russo, otro hombre clave —políticamente hablando— en este posicionamiento de cargos que ha dejado afuera a los dos clubes de Santa Fe (hay una gran cantidad de vocalías titulares y suplentes en esa mesa ejecutiva). Pero no es éste, el de quedar afuera de la mesa de decisiones, el motivo de este artículo, sino la forma en la que se reacomodará el fútbol argentino.
Hay dos cuestiones indiscutibles:
* 1) Lo inédito del momento (un fútbol suspendido por razones externas, que escapa a la posibilidad absoluta de encontrar soluciones propias).
* 2) La necesidad de no perjudicar a nadie con una temporada a la que le faltan jugar 10 fechas.
Desde este punto de partida, hay algo que no se discute: no se puede perjudicar a nadie haciéndolo descender cuando a la temporada originalmente planificada le faltan partidos por jugarse.
Es cierto que la opinión puede ser interesada. Si a un jugador de Central Córdoba, Gimnasia o Patronato se le pregunta, seguramente dirá que está bien que se supriman los descensos, porque les conviene, pero no todos piensan igual. Mucho más si, lo que se avecina, no es justamente un panorama alentador para aquellos que terminarán su contrato y que quizás no sean llamados para cuando el fútbol se reanude.
Una solución habría sido lo que algunos opinan: no apresurarse en dar por terminada la temporada y aguardar si es factible la continuidad de la Copa de la Superliga, justamente un torneo de una institución a la que los mismos dirigentes que en su momento la promovieron y la presentaron como la panacea del fútbol argentino, ahora le firmaron por adelantado el certificado de defunción.
Desestimada la continuidad de la Copa de la Superliga (sólo una fecha disputada y en forma incompleta) y decidida la supresión de los descensos bajo el manto de ser un “salvavidas” para que los clubes no incurran en gastos desesperados para mantener la categoría (algo difícil de poder afirmar que ocurrirá), viene lo otro: el rearmado del fútbol argentino hasta finales de 2022.
Los primeros beneficiados son Gimnasia, Patronato y Central Córdoba de Santiago del Estero, que son los más comprometidos y no descenderán; siguen en Primera. De manera secundaria hay que sumar a Colón, Aldosivi y Banfield, que están allí abajo en la tabla de promedios (Colón y Aldosivi alternando en algunos momentos en esos últimos tres lugares) y se quitan de encima la presión e incertidumbre con la que venían jugando.
Además, la realidad indica que es muy posible que se cancele también la Copa Argentina (no quedará tiempo para jugarla porque recién arranca) y habrá que ver si el tiempo alcanza para armar un campeonato con visos de competitividad adecuado para la vuelta del fútbol. ¿Por qué?, porque tanto el campeón de la Copa Argentina como el campeón de la Copa de la Superliga son equipos que clasifican para la Libertadores de 2021.
En consecuencia, como la temporada se terminó en lo que refiere a la clasificación para las copas, Boca (campeón de la Superliga), River, Racing y Argentinos Juniors jugarán la Libertadores del año que viene, mientras que Vélez, San Lorenzo, Newell’s, Talleres, Defensa y Justicia y Lanús irán a la Sudamericana. Si se cancela la Copa Argentina, el lugar en la Libertadores es para Vélez y aparece Rosario Central clasificando para la Sudamericana. Y si no se puede armar un torneo “como la gente” para clasificar el sexto de Argentina, irá San Lorenzo a la Libertadores y Arsenal a la Sudamericana.
Entre los beneficiados por el descenso y los que se encuentran, antes de tiempo, con una clasificación copera, suman 18 equipos. De los seis restantes (Independiente, Huracán, Atlético Tucumán, Unión, Godoy Cruz y Estudiantes), hay “perjuicio” para todos. Por empezar, se les resta la posibilidad de entrar en una copa, algo que podrían alcanzar en diez fechas que restan. Es decir, se los deja afuera de esa chance en una decisión “de escritorio”. Pero hay algo más importante todavía, que ya en estas páginas lo remarcamos en algunas ocasiones.
Para la contabilización del descenso, desaparecerá la temporada 2018-2019. Habrá servido para dos años pero no para tres, como ocurrió siempre con todas las otras. En el caso de Unión (36 puntos) fue una campaña de clasificación para Sudamericana y lo mismo ocurrió con Huracán (35). Ambos quedarán más abajo de lo que debieran haber quedado si esa temporada se contabiliza, pues se tomará esta última (2019-2020) más la 2021 y luego la 2022.
Es cierto que siempre se utilizó, a los efectos del promedio, las últimas tres temporadas. Pero nunca hubo alguna que haya servido sólo para dos temporadas, siempre fueron para tres, salvo ahora que desaparecerá la 2018-2019 sin cumplir ese ciclo de “vida útil” de tres años.
Verón, presidente de Estudiantes, dio su veredicto y se manifestó en contra; Talleres lo hizo de manera eficaz a través de un comunicado y Leito se puso codo a codo con su par de San Martín (como si Colón apoyase a Unión o viceversa en el reclamo) frente a otra situación conflictiva y polémica: la decisión sobre los ascensos a Primera. Otro tema que despierta polémica y sospechas en el mundo Afa, porque Atlanta y San Martín lo reclaman pero Tapia dijo que no, que eso sí se tiene que resolver deportivamente, en la cancha y no en un escritorio.
¿Será tan complicado e inviable, matemáticamente, que en lugar de tres sean cuatro los años que se usen para determinar los descensos del 2022?, pregunta que uno no está en condiciones de responder y que, al menos, debiera estudiarse.
La historia de “hijos” y “entenados” en el fútbol argentino no es nueva. El tema es que algunos ganan mucho y otros pierden bastante. Y allí radica el problema, cuando se cometen injusticias. Y desde este punto de vista, la hay hacia algunos clubes. Que no se puede dejar contentos a todos, puede ser. Pero habría que buscar variantes, estudiar más a fondo la cuestión y no desesperarse por la rosca política para conseguir que la gran mayoría esté a gusto y con eso ganarse la simpatía de los que pueden darle el respaldo suficiente para sentarse en el trono del poder.
Unión metió dos campañas de Copa Sudamericana en los últimos tres años. Y si bien el último no fue bueno, no colmó las pretensiones ni el más mínimo de los objetivos (salvo el clásico ganado), cuando se inicie la próxima temporada y se forme la nueva tabla de promedios, a Unión le “desaparecerá” como por arte de magia un torneo de octavo puesto entre 26 equipos, que lo clasificó para la actual Sudamericana. Y eso es injusto y lo perjudica.
18 años de un partido inolvidable
El 11 de mayo de 2002, Unión conseguía una histórica victoria ante San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, al derrotarlo por 4 a 0 y así consiguió, restando una fecha para el final del torneo, salvarse del descenso directo.
La victoria del equipo que dirigían Darío Kudelka y Alcides Merlo, que se hicieron cargo de manera interina y luego fueron confirmados, se consumó a partir de dos goles de Nicolás Frutos, uno de Alexis Wesheim y el restante de Martín Perezlindo.
En el partido siguiente, se jugó el clásico que terminó empatado sin que se abriera el marcador en el 15 de Abril. Unión jugó ese clásico con suplentes, pues al miércoles siguiente iba a jugar el partido de ida de la Promoción, ante Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay.
Unión logró superar esa instancia y se mantuvo en la máxima categoría, aunque la perdió al año siguiente, cuando descendió a la B y allí se mantuvo hasta que en 2011 logró el nuevo regreso a la máxima divisional, otra vez bajo la conducción técnica de Darío Kudelka.
“El nivel que veremos en el fútbol cuando se regrese a la actividad no será bueno. Es lo que charlamos con otros entrenadores. El paráte será demasiado prolongado y costará un tiempo que se retome el nivel competitivo” Nery Pumpido. Ex arquero y entrenador de Unión. Campeón del mundo en 1986.