"Socorro, hace 61 días que estoy en el medio del mar"
La artista trabajaba en un crucero por el mundo y quedó allí sola desde el inicio de la pandemia. “Nadie me da una respuesta, ya no se qué hacer”, dijo angustiada. Pide ayuda para volver.
Gentileza Pedido. La joven de 36 años sueña con volver a su casa en Roldán, Santa Fe.
10:57
¿Qué pasa cuando los medios ponen el foco en nuevas historias para contar y dejan atrás otras? Aquellos dramas quedan guardados en la memoria colectiva. Pero sus protagonistas, en la mayoría de los casos, continúan su calvario. Ello es lo que le ocurre hoy a Sofía Oxrud. Esta joven artista santafesina —dedicada a la comedia musical— que trabajaba en un crucero de placer por el mundo, quedó varada en el medio del océano cuando comenzó la pandemia. Está sola y sigue sin poder volver a casa.
Sofía salió a narrar su calvario en cuanto medio de comunicación le dio la posibilidad. Hace tres semanas lo hizo en El Litoral, mediante una comunicación en vivo a través de Instagram (@ellitoral) desde el buque Radiance of the Seas, en aguas de Malasia. También se contó su odisea en las páginas del diario. Luego apareció en los canales de televisión, radios y diarios de todo el país.
Sin embargo el mundo siguió girando, los focos informativos cambiaron, pero para ella todo siguió igual. Sofia continúa allí, encerrada en un camarote de un buque semi vacío, casi fantasmal, alimentándose con “comida incomible” —cuenta— y contando los días, como una reclusa, para volver. Lo peor es que no sabe cuándo, ni tiene certezas sobre un plan para concretarlo.
Un viaje sin fin
Unos días atrás, el 30 de abril, le ordenaron abandonar el gigantesco buque Radiance Of The Seas. El puñado de tripulantes realizó un transbordo sobre lanchones al buque Ovation of the Seas, de la misma empresa. El gigante tiene capacidad para unas 7 mil personas. Allí fueron derivados los empleados de la empresa desde los distintos buques que navegaban por el mundo. Hoy son unas 1.600 personas a bordo. Tados están en la misma situación, a la espera de regresar a sus hogares. Y siguen anclados en la costa de Manila, Filipinas, hacia donde navegaron desde Singapur.
El día cero fue el 14 de marzo, cuando zarpaban desde Sydney (Australia) hacia Nueva Zelanda, y les avisaron que el puerto de destino había cerrado, por lo que debieron poner proa a Port Kembla. Diez días más tarde la empresa la echó con la promesa de regresarla a su hogar el 27 de marzo. Pero cuando quisieron desembarcar les dijeron “no”, y los expulsaron del puerto al mar. Pero lo peor no había llegado.
Tras 19 días de cuarentena, el 1° de abril, el capitán dio la orden de encerrar a la tripulación en sus camarotes por 72 horas. Los días posteriores descendieron “a los tripulantes asiáticos” y, a bordo de tenders, “unas lanchas inhumanas” —describió—, liberaron a otros 512 pasajeros con sus equipajes, en “un operativo con lanchas y helicópteros de prefectura como si fuésemos terroristas, una película de ciencia ficción”.
Los siguientes fueron 12 días de navegación rumbo a Singapur en busca de combustible y provisiones, en un buque con capacidad para 2.501 pasajeros, vacío. Sólo la tripulación la acompaña, unos 300 operarios distribuidos por todo el gigante de acero naval. Y desde Singapur, otra navegación —el 17 de abril— hacia Kuala Lumpur, donde el buque ancló en medio del mar hasta el 30, cuando ordenaron el transbordo al Ovation y zarparon rumbo a Manila.
Esperanzada
Sofía tenía la esperanza de subir a un vuelo programado para el 7 de mayo pasado. Pero le cerraron el aeropuerto hasta el día 9. Y cuando decidieron iniciar el operativo sólo llevaron a los europeos y estadounidenses, con charters programados. Ella quedó en su camarote. “Reclamé a todo el mundo pero nadie me escucha”, dijo Sofía. “El servicio a bordo es casi militar, todo es un ‘no’ y las respuestas son ‘robóticas’”.
Ante esta situación, la santafesina de 36 años pidió auxilio desesperada. “Sinceramente ya no sé qué más inventar”, dijo. “El Consulado no puede hacer nada. Contacté por las redes a los abogados Burlando y Ronsenfeld, a ver si aunque sea se les ocurre algo, o conocen gente que se encargue de derecho internacional... No sé más qué hacer”.
Lo último que intentó Sofía fue enviar un correo a la gerente general de Recursos Humanos de la empresa a Miami. Este martes recibió la respuesta. Negativa. “Me están esperando desde el 16 de abril con un vuelo charter de repatriación, gracias las gestiones de la Cónsul en Singapur, pero no me permiten ir”, se quejó. “Les pedí que al menos me lleven hasta Europa, ya que tengo doble ciudadanía italiana”.
Pero su destino final es Santa Fe. Más precisamente su casa en Roldán, en las afueras de Rosario, donde su madre la espera. Mientras tanto, sale al balcón del Ovation y se queda mirando el atardecer en medio del mar. Ya fue testigo de 61 ocasos.