A los 81 años, con una extensa carrera, el colaborador de Menotti en el Mundial de 1978 habló de todo. “El que tenga cuerpo técnico de inferiores bien pago y buena infraestructura para que trabajen, crecerá después de la pandemia”, señaló. Fue el hombre que logró que los dos campeones del mundo que tiene el fútbol argentino compartan una cena.
Es un tipo para pasar horas y horas hablando de fútbol. Para Roberto Marcos Saporiti, el fútbol fue su vida. Así lo concebió desde chiquito y aún ahora, con sus 81 años cumplidos en abril. La charla surge espontánea y el tiempo transcurre mágicamente, entre conceptos, recuerdos y anécdotas. No es suficiente el tiempo para hablar con alguien que rescata al “Maestro” Pedernera y a Osvaldo Brandao como los técnicos que más le enseñaron o que se adjudica el hecho de haber desafiado al Flaco Menotti a cumplir con una promesa: dar la vuelta al obelisco si Argentina salía campeón del mundo.
—¿Sabía el dato de que en el año 1977 se enfrentaron dos ídolos de Boca: Maradona jugaba para Argentinos Juniors y Angel Clemente Rojas para Lanús?
—No lo sabía... Pero fueron dos enormes jugadores. En ese momento, Rojitas ya estaba en el final de su carrera y Maradona en un crecimiento tremendo. En ese momento, yo estaba en Talleres y colaborando con el Flaco Menotti.
—¿No formaba parte de su cuerpo técnico en la selección?
—No, no... El Flaco tenía al profesor Pizzarotti y a Rogelio Poncini... Yo lo conocía a Menotti y él me convocó para que colaborara porque tenía un amplio conocimiento del fútbol europeo. Había vivido en Portugal, Francia y Bélgica. Estaba a 100 kilómetros de Amsterdam, viajaba y mientras mi mujer iba a los museos o a las tienda, yo me iba a ver entrenamientos y partidos. ¿Sabés qué me preguntaba?... ¿Cómo entrenan estos tipos para jugar de esta manera?
—¿Había tanta diferencia?
—Desde el año ‘69 veía en Portugal al Benfica de Eusebio y después al Ajax... Una noche fui a cenar con un amigo y le dije: “¡Estos tipos juegan a otro deporte!”... Se adelantaron 50 años...
—Un partido de la mejor “Naranja Mecánica” de Holanda con el Brasil de 1970, ¿quién lo ganaba?
—... La pregunta tiene una trampa... Fueron dos grandes equipos. El Ajax era la base de la selección, ahí jugaban Krol, Neeskens, Cruyff, Rensembrink, Rep.... Un equipo extraordinario... Y en cuanto a Brasil, me tocó estar en el Azteca viendo la final con Italia en 1970. Ese equipo jugaba 4-1-4-1... Los cuatro de atrás, Clodoaldo de “5”, cuatro volantes delante de él con Pelé incluido y Jairzinho barriendo por todo el frente de ataque... ¿Parece defensivo, no?
—¡Pero ese equipo no tenía nada de defensivo!
—¡Claro...! Por eso, a mí no me interesan los números, porque los números quedan pulverizados cuando ponemos nombres... Para la gente que no lo vio a ese equipo, Carlos Alberto jugaba de “4” y era un jugador ofensivo. Y después, en el medio, había jugadores de notable calidad técnica como Gerson, Tostao, Rivelinho y Pelé... Y esa final, fue una lección táctica.
—¿Por qué?
—Porque Brasil le cedía la pelota, lo dejaba venir a Italia. Y estaba Pelé, que fue un extraterrestre... Yo era un jugador regular y alguna vez me tocó estar en una cancha enfrente de Pelé.
—¿Qué sintió?
—¡Qué se yo...! Ese tipo era un extraterrestre que un día bajó de allá arriba y se dedicó a jugar al fútbol... ¡Qué querés que te diga...! Pero vuelvo a ese equipo: Carlos Alberto y Everaldo, los dos laterales, salían despedidos al ataque. Entonces, cuando Italia se venía, Brasil metía siempre la pelota en los huecos que dejaban... Fue una lección táctica.
—¿Y Holanda?
—Mi suegro Félix Latrónico me mandaba El Gráfico todas las semanas y veía que acá, en la Argentina, corrían 20 kilómetros en las pretemporadas o daban vueltas alrededor de la cancha, y en el Ajax veía que Stefan Kovacs dividía la cancha en tres partes y desparramaba a los 25 jugadores para hacerles trabajos a uno o dos toques en espacio reducido, presión constante y en la pérdida de la pelota, recuperación de espacios. Y antes de eso, cada jugador tenía su pelota y hacían trabajos especiales... ¡Se adelantaron 50 años al tiempo los holandeses!
—Lavolpe dijo que Argentina fue campeón en el ‘86 por Maradona y Ruggeri le contestó que en el ‘78 lo fue por Kempes. ¿Fue tan así?
—Ese “juego” que hicieron en la TV, lastimosamente, fue con falta de respeto. Lavolpe es un excelente ser humano y un técnico con gran carácter, lo conozco bien. El se vuelve loco cuando habla de fútbol y en algún momento cree que el fútbol empieza a partir de él. Lo que ví del programa, no me agradó. Ni de un lado ni del otro... El Flaco Menotti hizo dos cosas importantes: primero, logró continuidad, porque antes de él, los técnicos duraban un año o menos y así se desperdiciaron grandes jugadores como el Charro Moreno, Di Stefano y Sívori, por ejemplo. Y lo segundo que logró, es montar una organización... ¿Ustedes lo conocieron a don Rodolfo Kralj?
—Trabajó en Unión...
—¡Manejaba seis idiomas! Y eso era necesario para ir al exterior. Entonces, el Flaco armó varias selecciones y lo llamó a Pizzarotti, que hace 40 años ya sabía cuánto corría Ardiles y cada uno de los jugadores... El Flaco no tiraba la pelota y le decía: “muchachos, jueguen, y cuando la pierdan, esperen con un cigarrillo en la boca que el rival la pierda”. ¡Nada que ver! Armó una estructura.
—Volvamos a esa discusión entre el ‘78 y el ‘86...
—Bilardo es amigo mío y fue muy inteligente. Nunca escuché a nadie decir que Bilardo leyó el campeonato del mundo de adentro. en plena disputa. Y en eso fue inteligente. Vio enseguida que los contrarios no tenían poder ofensivo. Entonces, trabajó a Cuciuffo sobre la derecha, a Ruggeri por izquierda, con Brown de líbero y sumó a Enrique al medio. Además, Olarticoechea y Giusti, muy inteligentes y genéticamente volantes, se tiraban un poquito para atrás, ocupaban bien los espacios, y arriba dejaba a tres jugadores: Burruchaga, Valdano y Maradona. ¿A qué quiero llegar?, a que la disposición fue distinta, pero Argentina del ‘86 fue muy parecida a Argentina ‘78.
—¿Es cierto que usted armó una cena y juntó a Bilardo y Menotti?
—Si, si... Yo era íntimo amigo de los dos, vivía en Palermo y los invité... ¡”Vendí” de manera extraordinaria esa cena! Fueron con sus esposas... Nosotros no éramos campeones del mundo, porque fue en el 76 o 77. Y Bilardo estaba en Estudiantes y hacía marca personal en ese momento. Después dejó esas cosas. Hicimos una entradita y unas pastas...
—¿Quién habló más?
—¡En la cena hablaron las mujeres!... Pero cuando pasamos al living, estuvimos tres horas y media hablando de fútbol... A Carlos le decíamos: ¡Basta de marcas personas, se van a chocar en el medio tus jugadores!... Las mujeres se dormían en la cocina (risas).
—¿Y usted?
—No, no... Yo hacía de moderador... “Sapo, hablá que vos sabés más que los dos juntos”, me decía el Flaco (risas)... Después entraron en un juego del que nunca participé... Cuando hay un debate que no busca el desarrollo del pueblo o cuando se concentra el poder en una sola persona y esa persona no escucha, el país termina mal... Respeto y quiero a los dos. No me gustó lo que pasó después.
Archivo El Litoral Una foto de aquellos tiempos de la década del 70, cuando fue colaborador de Menotti. Lo que pasó con el ingreso de Naninga en la final quedó para siempre rubricado a fuego en el anecdotario futbolero nacional.
Una foto de aquellos tiempos de la década del 70, cuando fue colaborador de Menotti. Lo que pasó con el ingreso de Naninga en la final quedó para siempre rubricado a fuego en el anecdotario futbolero nacional.Foto: Archivo El Litoral
—¿Alguna vez estuvo cerca de dirigir en Santa Fe?
—En Colón... Un club con mucha historia, muy buenos jugadores, había que instalarse en Santa Fe y la vida me llevó a Colombia, a México y a un montón de equipos en la Argentina como Boca, San Lorenzo, Talleres... ¡Hasta Loma Negra dirigí!
—El equipo de Amalita Fortabat...
—¡Llegamos a semifinales del Nacional!... En ese equipo jugaba Rubén Rossi, al que también llevé a Talleres. Yo lo conocía del juvenil del ‘79, un chico con grandes condiciones y muchísima capacidad. Lo hacía jugar con Luis Galván, me acuerdo. Una cosa de locos aquello de Olavarría...
—¿Es de leer mucho?
—Muchísimo... El papá de José Mourinho, que era arquero, me dijo que tenía que leer libros. Entonces, voy de Cortázar a uno de derecha, como para tener una visión completa... No hay un día de mi vida, a los 81 años, que no me levante con ganas de aprender.
—¿Cuál fue el mejor equipo que dirigió?
—El Talleres del 77, 78 y 79 fue uno.
—El que pierde la final del Nacional de 1977 con Independiente en un partido increíble...
—Habíamos empatado 1 a 1 en Avellaneda, jugando muy bien. Y esa noche, en Córdoba, le estábamos ganando 2 a 1 y ellos se quedaron con 8 jugadores...
—¿Qué pasó esa noche?
—¡Dios dijo no...! No hay otra explicación. Estando 2 a 1 nos perdimos tres o cuatro ocasiones para ponernos 3 a 1 y ahí se terminaba todo... En una jugada nos empataron y como de visitante marcaron dos goles y nosotros uno, salieron campeones ellos. Con ese equipo anduvimos, después, por todo el mundo. ¡Hasta con el Ajax jugamos! Reinaldi, Valencia, Ludueña, Oviedo, Galván, Bravo, Bocanelli... Una riqueza excepcional.
—¿Y cual otro?
—Argentinos Juniors del ‘83, ‘84, ‘85... Al equipo lo armó Labruna y yo le agregué Vidallé, Jota Jota López, Commisso, Morete y Olguín. O sea, le agregué la experiencia... Ese Argentinos Juniors fue uno de los mejores equipos de los últimos 40 años del fútbol argentino... Y con ese equipo también fuimos a Europa y nos plantamos ante grandes equipos... Conmigo ganó el torneo local y con Yudica la Libertadores ante equipos brasileños que eran fenomenales en ese momento.
—¿Cuál es el mejor técnico de la actualidad?
—Gallardo... ¿Sabés por qué?, por la línea de juego y por la capacidad para desarmar y armar planteles.
—¿Cuál es el secreto del jugador de fútbol?
—Te lo explico rápidamente: cinco horas es la parte visible, desde que sale de la casa hasta que vuelve del entrenamiento... Pero el jugador de fútbol se juega su carrera en las otras 19 horas del día... Se la juega en el descanso, en la nutrición, en el cuidado personal, en el seguir aprendiendo, en poder hablar otros idiomas...
—¿Y del técnico?
—Además de creatividad y capacidad, debe tener algo fundamental: saber manejar los egos del vestuario... Los técnicos de Colón y Unión saben de lo que estoy hablando. Y eso no existe en el Manchester o el Barcelona, existe en todos los clubes.
—¿Qué recuerdos tiene de los clubes de Santa Fe?
—¡No es fácil dirigir o manejar a esos clubes!... ¡Hay que caminar por la calle en Santa Fe después de perder un clásico!... Tengo un gran recuerdo del Gitano Juárez... Una vez hicimos una gira por Europa, él estaba en el final de su carrera y yo en el principio... Estábamos en Deportivo Español, el Gitano vino de refuerzo y en Madrid fuimos a un restaurante. Nos dijeron que estaba cerrado porque ahí estaba Di Stefano. El Gitano le pidió que lo llamaran, vino Alfredo y nos hizo entrar. Terminamos cenando con Di Stefano... Pero hay algo que tienen Santa Fe...
—¿Qué cosa?
—La genética del jugador santafesino, ágil, inteligente, inventiva, juego... Eso es lo que percibí siempre del hincha de Colón y de Unión... Y voy más allá: cuerpo técnico de inferiores bien pagado, con organigrama e infraestructura, es el futuro del fútbol. La solución de los clubes será la materia prima, era antes de la pandemia y mucho más después de la pandemia. Eso será más importante que salir campeón. Conozco el trabajo que hizo Rossi en Colón, por ejemplo. Esa es la apuesta y es el camino a seguir.
—La última, ¿cómo la lleva con la pandemia?
—Le pido al presidente de la Nación, Alberto Fernández, que tenga mano firme, que no se deje llenar la cabeza, que no mire para atrás. Hay mucha pobreza en Argentina y todos somos responsables. Hay que salir de esto y después, cuando salgamos, que vuelvan al debate político.
La anécdota de Naninga
Inevitablemente, cuando se lo menciona a Roberto Marcos Saporiti surge la anécdota de la final del Mundial ‘78, cuando entró Naninga. Y así lo ha contado mil veces: “La noche anterior a la final, Menotti me comenta que va a poner a Killer en el banco en lugar de Oviedo, por si Holanda metía a Naninga, que era grandote. Le comenté que Naninga estaba lesionado, que me parecía mejor Oviedo. Lo pensó y se decidió por el ‘Cata’ y no por el ‘Perro’. Es que yo debatía todo con el Flaco, con lo de Diego en la lista fue igual. Para mí, Maradona tenía que estar en ese Mundial y se lo discutí hasta el último instante. Sé que hay mucha gente que le da el sí fácil, no es mi caso. Defendí a muerte mi posición, pero él me dio la suya: que era pibe y que sentarlo en el banco podía ser una presión para el resto. Vuelvo a lo de Naninga. Yo me sentaba en una punta del banco y el Flaco en la otra, con Poncini, para tener diferentes visiones. De golpe escucho: ‘¡Sapo, la concha de tu madre, mirá quién está calentando!’... ¡Era Naninga!... ‘Sapo, y la puta madre que me parió, ¿para qué mierda te habré hecho caso?’, seguía. La cuestión es que entró, Larrosa quedó enganchado con el offside y Naninga metió el 1-1. Cosas que pasan”. Roberto Marcos Saporiti, como lo expresó, no formaba parte del cuerpo técnico, en ese momento dirigía a Talleres, pero le dieron permiso y faltando dos meses para el Mundial se sumó a la selección y estuvo hasta el final. No cobró un peso.