La incertidumbre que desató la pandemia del coronavirus se esparció a todas las actividades de la sociedad. El teatro, cuyo contrato básico está anclado en la presencia, quedó directamente detenido desde mediados de marzo. Y el reconocido dramaturgo, actor y director Rafael Spregelburd pone especial énfasis al remarcar cualquiera de los sustitutos que puede ofrecer lo virtual no son teatro. Sin embargo, recuerda que la actividad a la que consagró su vida ya atravesó crisis. “Pasó por la gran epidemia de peste negra, al fin de la Edad Media, donde murió un tercio de la población Europa. ¿Qué ocurrió después? El Renacimiento. Hubo una revalorización de las artes, de lo humano, del hombre puesto en el centro. Creo que ahora ese centro ya no va a poder ser el hombre, sino el hombre y el entorno natural, que ese es el verdadero cambio que reclama este presente. El teatro sólo se alimenta de las crisis, no ha habido ninguna crisis que le diera el golpe terminal. Dicho esto, vuelvo a alertar sobre la situación concreta de fragilidad de los trabajadores del teatro. No me interesa hablar de la estética teatral y de que va a pasar con ella. Me preocupan los ejecutores reales que viven en esa fragilidad. Si no se los incluye dentro de las ayudas más urgentes, van a ser damnificados de la misma manera que la gente de la villa o la gente rica que viaja y se contagia porque viaja. Son tan ciudadanos como todos”, asegura. Repetirá esto más de una vez durante la entrevista que concedió a El Litoral.
Con inmenso placer les presentamos otro nuevo efecto colateral de esta pandemia: mi nueva obra junto a mi querido amigo... Publicado por Rafael Spregelburd en Jueves, 14 de mayo de 2020
—¿Cómo sigue el teatro en estos tiempos?
—El teatro no sigue. No puede seguir. Es hora de asumir que estos otros sustitutos de los que hablamos todo el tiempo no son teatro. Hay que señalar la necesidad de acabar con el término teatro virtual, que es una contradicción en términos y que no existe. En todo caso, llamémoslo teatro filmado. “Teatro” y “virtual” juntos no se puede. Si en este momento lo que está prohibido es el encuentro, el teatro está prohibido. No debe seguir. Lo que sucede con el teatro, al igual que con otras áreas de nuestra vida cotidiana, es que no sabemos nada. No sabemos cuanto va a durar esto, no sabemos si mañana no se inventará una vacuna y entonces todo vuelve a un funcionamiento parecido a lo que era. No sabemos si los teatros van a estar cerrados hasta fin de año, por dos años o por cinco años. Nadie dice que vaya a ser así, pero nadie dice lo contrario tampoco. ¿Entonces, para qué especular con una situación que es única, nueva y a nivel planetario?. No sabemos nada.
—¿Considerando este contexto, qué continuidad puede tener la actividad de la gente que se dedica al teatro?
—No, no continúa. Por eso quiero alertar sobre la urgencia del estado en el que se encuentran sobre todo los actores y los directores. Los dramaturgos, extrañamente, estamos encontrando una zona de investigación de textos futuros. Una cosa que si se puede hacer en estas circunstancias es pensar, escribir, investigar. Pero lo que tiene que ver con la fuerte de ingresos de los actores, directores y todo el sistema de técnicos y artistas que dependen del teatro, no puede continuar. Y está en una situación de emergencia. Una cosa es perder tu trabajo y pensar que podés conseguir otro y la otra es que el trabajo para el que estás preparado no se pueda ejercer. Esto es bastante desesperante. Sobre todo en las primeras instancias de la cuarentena era alarmante, porque los actores no entrábamos en ninguna de las categorías que se habían salido a rescatar desde las directivas del gobierno. Tanto el actor del teatro independiente como el actor conocido del teatro comercial estamos en la misma situación, que es el que no va a haber teatro en un tiempo. Nos estamos reconvirtiendo. Yo, que soy dramaturgo, director y actor, en este momento estoy dando clases para una escuela de España. Lo cierto es que esto se da muy bien y muy naturalmente, lo autores tienen tiempo para escribir, algo que normalmente no tienen. Estamos escribiendo obras para cuando los teatros se reabran, no es que estamos escribiendo obras sustituto de la experiencia teatral.
—Me da la sensación de que en una disciplina como el teatro es compleja la elaboración de alguna especie de protocolo para reabrir la actividad con el virus circulando.
—Mencionás la palabra clave que es “protocolo”. Fijate que en algunos países, por ejemplo, han decidido reabrir los shoppings y no los teatros. No es que ese protocolo es inimaginable para el teatro. El problema es que solamente se están reabriendo las cosas que se supone motorizan a la economía en sus aspectos más básicos. Se piensa en la economía como un comercio que vende cosas, no como un teatro o un set de filmación que dan trabajo a un montón de personas. Yo no estoy tan de acuerdo, creo que el protocolo con el cual se abre un shopping, es parecido al que se tendría que usar cuando se abra un teatro. En España, de hecho, se menciona que sólo abrirían los teatros grandes, para sentar a los espectadores espaciados, a la misma distancia que se les pide en la circulación callejera o en un shopping. Naturalmente, hay obras en los que los actores sobre el escenario pueden tener un contacto. Ahí si se puede discutir cuan imaginable es que puedas hacer la obra sin que los actores entren en contacto, se toquen o se contagien de vaya a saber uno que.
—¿Cómo se hace para hacer teatro con tantos condicionamientos?
—En Buenos Aires surgió un grupo que se llama PIT, que es de los profesores independientes de teatro, que están de hecho adelantándose a esta flexibilización de la cuarentena y tratando de presentar un protocolo, basado en protocolos para otras áreas de la producción que no han cerrado. Y en este protocolo se habla de algo bastante interesante, que es suponer que si un actor, por ejemplo, tiene que hacer una escena con una mascarilla transparente para que puedas ver su rostro, para el espectador va a ser muy chocante la primera vez, la segunda, la tercera. Si las personas en la calle se transforman en eso, a la cuarta vez, no le vas a prestar ninguna atención. Es como cuando se cayó la convención de la cuarta pared. De pronto, un actor dejó de actuar hacia dentro de la escena y le habló directamente al público. Debe haber sido un escándalo las primeras veces y ahora no hay nada más común y más propio del teatro que eso. En algún momento, el teatro con mascarillas transparentes será parecido a cuando los griegos se bajaron de los coturnos. No tengo miedo del cambio de convenciones. Lo único que no puede pasar es que no haya presente, que no haya convivio. El teatro es una experiencia, no un relato. Una experiencia que se vive así, en vivo y en tiempo real.
—¿Estamos frente a un cambio de paradigma?
—Lo que pasa es que todos pensamos que esto es provisorio. Si no, no podríamos hablar con esta suerte de raciocinio. Estaríamos aullando como lobos o balbuceando en la actualidad. Nos preocupamos por el teatro de la misma manera que otras cuestiones. Que los chicos, por ejemplo, no tengan contacto escolar con otros chicos, es gravísimo. Para su formación y su madurez. Vos hablás de cambio de paradigma, no, es un mera adaptación a un período que necesariamente tiene que durar poco. Todo el tiempo existe esto de que “si aparece la vacuna en un año esto va a estar bien”. Luego, ahora, la nueva ola epidemiológica parece ser -y digo parece ser porque insisto con lo primordial: no sabemos nada y quien construye las noticias tiene intereses- que se tiene que contagiar la mayor cantidad posible de población para lograr la inmunidad, que es lo que ocurre en general con las epidemias virales. Entonces Suecia, me decían que la tendencia es tratar de que la gente se contagie y se inmunice. Poco a poco, o aquello que el sistema de salud esté en condiciones de asumir en los casos severos. Aquí está todo bien y nos hemos guardado. Pero si hay que estar guardados tres años más para evitar eso que es inevitable, la sensación es que no sólo el teatro se va a ver afectado, sino todo.