Dr. Hugo D. Valderrama (*)
Dr. Hugo D. Valderrama (*)
Si no es usted mismo, seguro tendrá un conocido que a pesar de que arrancó el frío llega de mangas cortas, o el que por el contrario, ya esta usando bufanda y guantes apenas inicia el otoño.
La mitad de las personas que sufren una amputación, siguen sintiendo sensaciones de frío, calor o tacto, a pesar de que esa parte de cuerpo ya no está, se lo denomina “miembro fantasma”. Sucede porque las neuronas que tenían a cargo recibir información de esa parte del cuerpo, sigue cruzando información con la de otras partes de manera errónea, hasta que logren reconfigurarse. Es una forma cruda de ejemplificar que es nuestro cerebro el que da la interpretación subjetiva a lo que ya captan nuestros sentidos de la realidad, de una forma particular para nuestra especie.
La sensación de frío o el calor es una alarma ubicada en el hipotálamo, en el medio del cerebro, que funciona como un “termostato” para evitar que vayamos a sufrir de hipo o hipertermia. Es por ello, que aún dejando de lado múltiples variables que influyen de manera directa sobre la temperatura corporal, el cerebro de una persona u otra, o la misma persona en diferentes momentos de su vida, puede variar en la percepción de una misma temperatura. Esto se debe a fenómenos como:
Umbral y atención a las alarmas del cerebro: se pueden modificar o desviar frente a necesidades básicas, como el frío o el calor, de forma variable pero siempre limitada, o sea hasta cierto punto. Por acostumbramiento o entrenamiento frente a la exposición, como vivir en un país con temperaturas extremas, o focalización en otro estímulo o tarea, la cual nos entusiasma, sorprende o nos amenaza.
Neuronas espejo: que tienden a imitar lo que observamos, o sea, si a pesar de que esta fresco todos están en manga cortas y nos dicen que hace calor, podemos a llegar percibir algo menos de frío que si vemos a todos abrigados.
Estado de ánimo: algunos datos muestran que cuando las personas están aisladas mucho tiempo y/o depresivas, tienden a sentir más frío.
Receptores neuronales en la piel: la actividad de estos receptores de frío y calor, también puede variar con la edad y según nuestra las experiencias; por ejemplo, someterse al nado en temperaturas extremas frecuentemente.
Por otro lado, hay un gran cantidad de múltiples factores fisiológicos y patológicos, que influyen sobre la regulación de la temperatura real del cuerpo, más allá de la devolución que luego el cerebro nos da como interpretación de esta temperatura. Estos son solo algunos de ellos:
Grasa corporal y masa muscular: Cuanto más, menos pérdida de calor, entonces soportará más el frío, pero también sufrirá más el calor.
Hormonas: alteraciones endocrinas variadas, como el hiper o hipotiroidismo, o fisiológicas como cambios hormonales en la adolescencia, ciclo menstrual y meno/andropausia.
Déficit nutricionales: una de las más importante es la vitamina B12, que puede causar sensación de pérdida de temperatura, adormecimiento en algunas partes del cuerpo y cierta debilidad.
Sistema circulatorio: algunas veces, el frío constante tanto en las piernas como en los brazos, puede tratarse de un signo de problemas arteriales o venosos, presión baja o anemias.
Estrés y agotamiento: la fatiga crónica puede conducir a una disminución del funcionamiento del metabolismo.
Ejercicio físico: el ejercicio aeróbico, no en exceso y regular, es necesario para un correcto metabolismo y para la circulación sanguínea.
Falta de Hidratación: el agua logra mantener el calor corporal, por lo que la falta de la misma hace que el cuerpo tenga que buscar factores reguladores en otras partes.
Si tiene dudas sobre lo que podrían llegar a ser síntomas, no dude en realizar una consulta a su médico para despejarlas.
(*) Médico Neurólogo - Máster en Neurociencias (mat. 5010)