Tomás Rodríguez
Las cuatro dianas logradas el 21 de mayo de 1939 por Isidro Lángara Galarreta en 30 minutos frente a River Plate del arquero peruano Juan Bautista Besuzzo, de Carlos “Barullo” Peucelle, del santafesino Eladio Vaschetto, José Manuel Moreno y Adolfo “Maestro” Pedernera desataron una alegría incomparable en Boedo, que luego se trasladó a la avenida de Mayo, donde los hoteleros y gastronómicos españoles hacían flamear las banderas de su país de origen y la celeste y blanca de la República Argentina.
Tomás Rodríguez
El viejo Gasómetro de Avda. La Plata entre Inclán y Las Casas, diseñado con graderías de madera sobre estructuras de hierro, explotaba de alegría ante la fulgurante presentación de Lángara nacido el 25 de mayo de 1912 en Pasajes, Guipúscoa, el “Vasco” elegido el mejor delantero central en el Mundial de 1934, ganado por la Italia de Musolini que tenía cuatro argentinos en sus filas: Atilio Demaría (Inter), Enrique “El Indio” o “El Corsario Negro” Guayta (Roma), Luis “Doble Ancho” Monti (Juventus) y Raimundo Bibiani “Mumo” Orsi (Juventus).
Nunca la historia del balompíe nacional había registrado un debut tan asombroso; tres décadas y media después, en 1974, lo repitiría Carlos Manuel García Cambón, en un Boca Juniors 5-River Plate 2. ¡Cuatro goles!
El periodista Félix Daniel Frascara (“Contragolpe”, “Sobrepique” y “Finish”, sus seudónimos) escribió en el semanario deportivo “El Gráfico”: “La semana pasada se habló más de Lángara que de Henry Fonda”. El astro vasco había pasado en 1938 con una selección de esa región española que no pudo jugar en Buenos Aires porque la FIFA se lo prohibió. Previo a ello, se habían instalado en México donde participaron en el torneo local como un club más, Lángara fue el máximo artillero con 18 tantos en 12 encuentros.
El vasco Angel Zubieta, en 14 años (1939-1952) jugó 352 partidos, fue el capitán histórico de los Gauchos de Boedo, le dijo a los dirigentes azulgranas que un amigo suyo —Lángara— era el mejor “chuteador” del mundo, ambos huyeron de la Guerra Civil Española y estaba en México. Guillermo Stábile, gloria de Huracán, el goleador del primer mundial de 1930 en Montevideo, tras regresar de Italia y Francia, fue consultado, respondiendo que con él pueden tener una delantera con muchos goles.
Lo contrató San Lorenzo de Almagro y cerca del mediodía del 21 de mayo de 1939 arribó en barco al puerto de Buenos Aires, en una mano llevaba un sobretodo y en la otra una valija, en lugar de ir al hotel, al “tachero” le pidió que lo llevara al histórico Gasómetro, donde Argentina jugaba de local en partidos internacionales. Al arribar, los dirigentes le preguntaron si quería descansar en el hotel por su largo y extenuante viaje, a lo que el crack respondió: “Yo vine a jugar con la playera azulgrana a la que voy a defender con todo mi corazón y hacer goles, si los defensores contrarios me lo permiten”.
En el vestuario se puso la tradicional camiseta a bastones roja y azul, el pantalón corto blanco, algún que otro vendaje y los clásicos botines marrones. Se dirigió a Zubieta y le comentó: “Angel, a partir de hoy la cancha de San Lorenzo de Almagro es mi segunda casa”.
En una ráfaga de 30 minutos le anotó cuatro dianas al equipo riverplatense, comenzando de esta manera su idilio con la hinchada del “Ciclón”. Una llegada de tono cinematográfica, que hacía prever un excelente futuro, lleno de alegrías para los asociados y simpatizantes del club fundado por el padre Lorenzo Mazza, en la parroquia San Antonio del barrio de Almagro.
A los 18 años lo había fichado el Real Oviedo que militaba en segunda división y en 1933 contribuye con sus goles a que la formación carbayona ascienda a primera categoría. Una temporada antes debutó con la selección española y dos años después jugó para España el Campeonato Mundial, logrando una plusmarca espectacular: 17 anotaciones en 12 juegos, aunque el campeón fue Italia..
La jerarquía y capacidad goleadora de Lángara quedó demostrada cuando en tres temporadas consecutivas —entre 1934 y 1936— fue “Pichichi” de primera división de la Liga Española de Fútbol, pero al estallar la Guerra Civil, Asturias era zona caliente, se suspende el torneo y los equipos son disueltos.
En 1937 al finalizar las contiendas en el frente norte, Lángara se une a la selección de Euskadi, formada por futbolistas vascos que realizan giras por el mundo para recaudar fondos destinado a familiares de las víctimas.
En todos los círculos futbolísticos argentinos, la prensa especializada y el público en general se preguntaba, quien era ese delantero espigado, “vasco”, impiadoso futbolista que había doblegado y arrasado a la defensa de River Plate, considerado el mejor equipo argentino, entre los minutos 7 y 30 del primer tiempo, no sólo por las espectaculares conquistas sino por su talento, alegría, guapeza, calidad y eficacia.
Fue una inolvidable delantera de San Lorenzo con el santafesino Rubén Cavadini (Club de Gimnasia y Esgrima), Waldemar do Brito, Lángara, Gabino Ballesteros (otro que militó en Unión) y Tomás Beristain.
Los 50 mil fanáticos del equipo azulgrana cantaban eufóricos “Vasco”, “Vasco” y el Tanque español, con las dos manos en alto agradecía el amor, la pasión, el cariño y el sentimiento de la afición sanlorencista en una jornada de gloria e imborrable. En poco tiempo, las actuaciones de Lángara provocaron una revolución en la comunidad española, asociándose más de seis mil personas inmigrantes de distintas regiones de la Madre Patria.
Han transcurrido más de ocho décadas y en la actualidad el “Vasco” Lángara sigue siendo un nombre de peso en la historia de San Lorenzo de Almagro y del viejo y glorioso Gasómetro —según anunció la Comisión del Hincha— que volverá a reabrir próximamente sus puertas en Boedo.
Lángara, el goleador español, dejó un legado en nuestro país con 111 gritos de gol en 130 partidos disputados, siendo un verdadero ícono para los hinchas “Cuervos” y por eso figura en el Gol Centenario. En 1943 se convirtió en el primer jugador en ser el máximo goleador de tres confederaciones futbolísticas diferentes; Europa, Sudamérica y norte del Continente Americano, más tarde seguirían su huella el argentino Alfredo Di Stéfano, el brasileño Romario de Souza Faría “El Chapulín” y el holandés Rutgerus Johannes van Nisteltooy.