Por Alicia García y Patricia Alejandra Vasconi
Bicentenario del fallecimiento de Manuel Belgrano (VIII)*
Por Alicia García y Patricia Alejandra Vasconi
En este trabajo reflexionamos sobre las opciones vestimentarias belgranianas, en un tiempo de transformaciones y cambio de época. El siglo XIX, sentaría las bases de nuestra actual lectura del otro, como ser que se devela mediante la observación e interpretación de sus rasgos, posturas y vestiduras. La vestimenta, en tanto creación cultural, se patentiza como vehículo de expresión y construcción de sentido, considerando que los cuerpos vestidos hablan y revelan información.
Manuel Belgrano, desempeñó con convicción y compromiso sus roles de abogado, Secretario del Consulado, periodista, miembro del primer gobierno patrio, y militar. Así es como percibimos en sus prendas la confluencia de dos sistemas de signos: el civil y el militar, con diferencias pero también con préstamos e intercambios.
Vestimenta civil
Desde la perspectiva civil, el retrato de Belgrano de 1815, realizado por el pintor francés Francois Carbonnier, lo muestra con un conjunto característico del sector profesional, conformado por chaqueta, camisa y pantalón. Esta moda había nacido del espíritu práctico y funcional inglés, con algún toque de otras regiones europeas. La chaqueta -tipo frac- tiene su origen en la indumentaria militar, es cruzada y más corta por delante. Por detrás, lleva dos faldones, cuyo tajo en el medio, permite montar a caballo cómodamente. Posee solapas medianas y el género empleado en su confección fue, posiblemente, uno de los más usados en dicho momento: el velarte de lana, paño oscuro, tupido y lustroso. La camisa, que se había acortado a la cintura, desde su largo inicial a las rodillas, se realizaba en cambray o batista de lino. Su cuello esta levantado y por dentro se desliza un trozo de fina muselina cuadrada, doblada en diagonal, que se ata por delante dejando caer dos puntas. Es el antecedente de la actual corbata y su origen se encuentra en el cravat, pañuelo que los soldados húngaros usaban para protegerse del viento y del frío.
En cuanto a las prendas inferiores, lleva puesto un pantalón en tono ocre claro, que proviene de la sustitución realizada por los sans-culottes o revolucionarios franceses, en 1789, para distinguirse de los calzones de la monarquía absolutista. Los pantalones de Belgrano -a tono con la evolución que sufrieron a principios del siglo XIX- son más angostos y se ciñen a las piernas, moldeándolas. Van colocados dentro de botas de cuero negro flexible, caña alta, con vueltas. El cabello, propio de los cánones neoclásicos de la época, es corto, peinado al estilo romano, llamado a lo Brutus, en memoria de Marco Junio Bruto, quien participó del asesinato de Julio César.
Indumentaria militar
Al abordar el análisis del traje militar de Belgrano, es necesario señalar que vestir un uniforme implica, ser portador de una “retórica corporal del honor”, con códigos propios como el color, la simbología y accesorios.
El uniforme, se conforma a fines del siglo XVII en Europa, con la aparición de los Estados Nacionales.
Cumple diferentes funciones: permite identificar tropas propias y enemigas, diferenciarse de la población civil, evidenciar las categorías y jerarquías dentro del mismo ejército y proporcionar sentimientos de identidad, pertenencia y disciplina.
Los primeros uniformes en el Río de la Plata, tienen inspiración española, atravesada por la impronta francesa, visible en el uso de los colores rojo, azul y blanco. Durante la época colonial, se organizaron diferentes cuerpos como los “blandengues” santafesinos o los “patricios” en Buenos Aires.
El uniforme de los Patricios, al cual Belgrano perteneció y condujo, tuvo su origen hacia 1806, en la capital del Virreinato, durante la primera invasión inglesa y respondió también a esa paleta tricolor. La iconografía militar, nos lo muestra con chaqueta azul prusiano -que transmite masculinidad, inteligencia, seguridad, confianza- ceñida en la cintura por una faja de seda -inferida por el brillo del textil- celeste o roja, según las imágenes, y por los laterales se observa un faldón, detalle que se comparte con la moldería civil. El cuello alto y la vuelta en los puños son de paño color grana. Tanto el cuello como el peto, que cubre el pecho, también de color grana, tienen bordados, como corresponde a un General, unas ramas curvas con cinco hojas de roble -que simboliza fortaleza- intercaladas con cuatro bellotas bordadas en gusanillo de oro. En los hombros, propio del rango, luce charreteras, divisa militar que puede ser de oro, plata, seda o lana, se asegura al hombro y remata en hilos o flecos, llamados canelones. Completa el traje un pantalón blanco, de punto, tipo collant, indicado para montar, y por último botas de caña alta, con espuelas de plata, terminadas en cordón dorado y una borla delantera.
Para la cabeza, un bicornio o sombrero de dos picos, formados por sus alas anchas recogidas hacia arriba. Fue adoptado por los oficiales de alta jerarquía, a partir de la década de 1790. Era fácilmente plegable para llevar debajo del brazo. El tipo usado por Belgrano fue “costal” -las puntas van desde la frente a la nuca. El bicornio también era llevado con traje civil.
Un chaleco verde
Por otra parte, nos referimos a una prenda del ropero Belgraniano que se exhibe actualmente en el Museo Udaondo, de Luján. Se trata de un chaleco confeccionado en seda verde, forrado en tono natural. Tiene un escote triangular con pequeña solapa insinuada. Los bordados dorados, ubicados en la parte inferior delantera, se extienden alrededor de los bolsillos -tipo ojal- y representan motivos florales. El hilo dorado, se lograba fundiendo el metal -oro- para bañar un hilo de seda.
La moda masculina del siglo XIX, frente a la tendencia cada vez más austera de la burguesía comercial y empresarial, clase hegemónica, y por ende, paradigma vestimentario, mantuvo los chalecos y botones, como únicos espacios de ejercicio de la fantasía que les quedaban a los hombres. El chaleco belgraniano, con su jardín bordado en hilos de oro, es un ejemplo austero, frente a otros ejemplares de su época y situación social.
Para finalizar estas reflexiones, destaquemos que Manuel Belgrano, en sus escritos, fomentó el desarrollo de las economías locales, planteando la necesidad de crear fábricas de paño e instalar talleres, a fin de producir manufacturas para dejar de depender de los textiles extranjeros, señalando la importancia del Estado en la orientación de la vida económica.
* Serie producida para El Litoral por la Junta Provincial de Estudios Históricos.