Por Enrique Escobar Cello
Sería interesante si nuestros gobernantes, amainaran un poco su entusiasmo por mantenernos sanos y pusieran algo de sus energías al servicio del desarrollo de un proyecto económico que nos dé “espaldas sanitarias” para hacer frente a esta pandemia que ningún sabio del mundo ha podido desentrañar.
Por Enrique Escobar Cello
Días atrás escuché algunas palabras de nuestro presidente, entre las que manifiesta sus deseos de una Argentina más igualitaria.
¿Igualdad ante la ley? Presuntamente debería estar garantizada por el Capítulo de Derechos y Garantías de nuestra Constitución Nacional, aunque no se ve reflejada en los hechos.
Docenas de convictos por delitos aberrantes se han visto beneficiados a lo largo y a lo ancho del país por “temor al contagio del Covid-19”. Estas liberaciones se llevaron a cabo con tal entusiasmo que hasta le dictaron prisión domiciliaria a un convicto que no tenía domicilio registrado. El buen hombre estaba (fuera de la cárcel) en lo que se llama “situación de calle”, dormía adonde lo agarraba la noche, o el sueño. No tenía domicilio.
En medio de este arrebato “liberador”, como quién no quiere la cosa, salieron algunos ex colaboradores durante el gobierno de quien designara candidato a nuestro actual presidente, entre ellos el ex vicepresidente Amado Boudou, mientras se hace más obvio que algunos jueces son apalabrados (o apretados) para enervar los términos de juicios por corrupción a la asociada de fórmula del señor presidente hasta llegar a la prescripción, de ser posible.
Entonces, seguramente no hablará el presidente de igualdad ante la ley porque los argentinos sufrimos desde hace más décadas (¿cuántos años han pasado desde aquellas servilletas con listas de jueces bien dispuestos?) una creciente desigualdad, que vemos incrementar, nunca disminuir durante la actual gestión de gobierno. Entonces, la igualdad ante la ley no parece ser la igualdad a la que se refiere nuestro presidente.
¿Igualdad económica? Este es un tema particularmente delicado para que lo mencione como aspiración un heredero del fundador de la justicia social -que ha formado parte de varias administraciones justicialistas-, porque lo único que ha imperado en los gobiernos de aplastante mayoría justicialistas es la desigualdad social, la desocupación, el hambre y la marginalidad. El crecimiento en el país, en quilómetros cuadrados, de las villas de emergencia, con, como hemos dicho, una aplastante mayoría de gobiernos justicialistas en los últimos treinta años cuyas políticas populistas prohijaron, llegó a superar la superficie de la Capital Federal. La población de ciudadanos que habitan todas estas villas de emergencia sólo se compara con las poblaciones de Córdoba o Santa Fe; el orden de los tres millones de personas (cito: INFOBAE, 27 de enero de 2018). Es decir, si integráramos a todos estos ciudadanos en una sola superficie de terreno, tendríamos entre el tercero y cuarto distrito electoral de la Nación en una sola e inmensa villa de emergencia.
Pero hay otro tema para discutir sobre esa “igualdad” que el presidente omite, si es que se refiere a la igualdad económica. ¿Conoce el presidente alguna nación del mundo que sea económicamente igualitaria? Para poder apoyarnos en algún modelo... Serio, claro.
No, me atrevo a afirmar que no existe la igualdad económica en ninguna nación del mundo. Existen en el mundo naciones miserablemente pobres, y ni siquiera en ese caso son igualitariamente miserables, algunos son menos miserables y, por supuesto, quienes gobiernan, sí que son extraordinariamente ricos, o extraordinariamente más iguales que los otros, como se prefiera.
Existen naciones ricas, con un alto nivel de desarrollo, con ciudadanos muy ricos, otros de distintos niveles de clase media. No existe en estos países la marginalidad social ni las villas miserias y sí, son absolutamente iguales ante la ley. Así la igualdad es un hecho. Como afirmaba en el siglo XIX Alexis de Tocqueville en “La Democracia en América”: “No difiriendo entonces ninguno de sus semejantes, nadie podrá ejercer un poder tiránico, pues, en este caso, los hombres serán perfectamente libres, porque serán del todo iguales y serán perfectamente iguales, porque serán del todo libres.” ¡Casi poético ¿no?! El historiador habla, obviamente de la igualdad de derechos y obligaciones de todo ciudadano.
Existe, claro, un proyecto de igualdad económica que inspiró Carlos Marx y que se llevó a la práctica a inicios del siglo pasado en lo que se dio por llamar Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y fracasó estrepitosamente un par de décadas antes de finalizar el siglo XX, luego de muchas decenas de millones de muertes violentas de ciudadanos. Algunas naciones lo emulan aún hoy; Cuba, Venezuela... ¿vale la pena preguntar qué precio pagan los ciudadanos de esas naciones por vivir ese sistema?
Con respecto a la igualdad económica, Carl Popper, uno de los más brillantes filósofos del siglo XX dijo al ser consultado sobre su pasado comunista: “Seguí siendo socialista durante varios años, aún después de rechazar al marxismo; y si pudiera existir una cosa como socialismo combinado con libertad individual, yo sería socialista. Pues nada podría ser mejor que vivir una vida modesta, simple y libre en una sociedad igualitaria. Me tomó cierto tiempo reconocer que esto no era nada más que un hermoso sueño; que la libertad es más importante que la igualdad; que el intento de llevar a cabo la igualdad pone en peligro la libertad; y que si se pierde la libertad, no habrá siquiera igualdad entre los que no son libres.”
Conociendo la condición humana (y coincidiendo totalmente con Popper), ningún gobierno podrá instalar la igualdad económica en la sociedad y que ésta lo acate voluntariamente, podrá hacerlo obligando a los ciudadanos, con lo que, automáticamente habrán cercenado su libertad.
Creo que sería interesante si nuestros gobernantes, amainaran un poco su entusiasmo por mantenernos sanos, “por las buenas o por las malas” y pusieran algo de sus energías al servicio del desarrollo de un proyecto económico que nos dé “espaldas sanitarias” para hacer frente a esta pandemia que ningún sabio del mundo ha podido aún desentrañar; generaran inversiones que creen puestos de trabajo, e instalen, como se venía haciendo, al menos en la provincia de Buenos Aires, cloacas y servicios de agua potable, lo que mantendrá mucha gente sana, por las buenas.
No hay “grieta” Salud vs. Economía, esa es una buena excusa para los inoperantes. Debería haber una política de estado que respalde la salud con una economía sólida y seria. La otra grieta, la tan mentada, existe y existirá, porque no es ideológica, es ética: decentes vs. delincuentes.
Esto de que para estar a salvo de un virus, debemos paralizar nuestra economía, lo que aumentará la marginalidad, las villas de emergencia y con ello la proliferación de millones de virus tan mortales como este novedoso que nos ha llegado desde la lejana China, es un absurdo que no resiste análisis.
No importa que haya argentinos pobres, mientras tengan trabajo y comida para llevar a sus mesas, ya evolucionarán de acuerdo a sus capacidades, así se han hecho prósperos empresarios y exitosos profesionales muchos argentinos, de orígenes muy pobres. No hace mucho, el cirujano que me operó de una delicada situación quirúrgica, uno de los más prestigiosos de Buenos Aires, me dijo con orgullo que era hijo de un albañil, y entiendo su orgullo, porque “no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón” (Fierro).
Por último, le sugeriría al presidente, a quien lo designara, su vicepresidenta, al gobernador de Buenos Aires y a muchos otros que no se acuerden sólo de Macri o Vidal para escudarse en ellos, reprochándoles presuntas faltas de obras y errores (que los cometieron). Recuerden que, ningún peronista fue despedido en andas por su pueblo, Macri sí. ¿Será porque dio libertad, esa igualadora libertad?