Alberto Fernández observaba en su panel de pantallas de plasma varios canales a la vez; no sacaba los ojos de las emisiones mientras Jorge Obeid argumentaba la necesidad de sumar a los presidentes de bloques legislativos en la mesa de conducción del PJ nacional, tal como era tradición. El presidente apareció por una puerta de la oficina contigua; todos los presentes terminaron escuchando la sentencia política en la mesa larga del despacho del Jefe de Estado. Con sus dos dedos índices hacia arriba y sin abandonar su tono jovial, Néstor dijo: “los legisladores están para llamarlos y decirles lo que hay que hacer”.
En 2003 Eduardo Duhalde ya podía estar avisado por su gendarme: no retornaría a la Casa Rosada con sus aspiraciones cruzándole el pecho. El modelo Santa Cruz tenía otros planos sobre el tablero; la escribanía legislativa rubricó a fe de legítimos votos de origen los proyectos; la tardía -confesa- epifanía republicana de Miguel Pichetto, testimonió a confesión de parte la ilegitimidad de ejercicio. Los cuadernos se revelaron mucho después.
Agotadas las joyas de la abuela, fugadas las regalías de YPF cobradas tras el voto de Oscar Parrilli para privatizar la petrolera, ya sin la soja de U$ S 600 la tonelada y apenas con los recortes ilegales a la coparticipación federal (la lista sigue), Cristina confesó por cadena nacional la relevancia a la hora de construir el relato, a falta de efectivos recursos.
“Debo ser la reencarnación de un gran arquitecto egipcio”, dijo (en masculino) para explicar su visión de un polo audiovisual en la isla Demarchi. El emprendimiento con pretensiones de Hollywood, no se construyó, pero la aspiración de difundir “valores” y construir poder, no se diluyó.
Cristina eligió con cuidado a Alberto, (que debió abjurar de sus juicios críticos para desdibujar su orilla en la grieta). Dejó que su apariencia moderada convenciera a gobernadores, a cambio de su cuota de votos -la mayor porción propia en el país- y se reservó la facultad de conformar sus propias listas legislativas, así como la postulación del candidato a gobernador de Buenos Aires.
La Unidad de Información Financiera, la AFIP-DGI, el Consejo de la Magistratura, la AFI (espías), la Procuración del Tesoro y la Oficina Anticorrupción quedaron bajo su órbita. Todo lo que supone iniciar juicios o postergarlos, o recolectar datos de vidas ajenas, depende de ella. Las dos Cámaras del Congreso Nacional tienen predominancia oficialista y -dentro de sus bloques- sus lugartenientes le profesan la lealtad de ser llamados para hacer lo que hay que hacer.
La arquitecta lo hizo; construyó desde su vértice superior una magistral pirámide de poder en la que Alberto Fernández carga, desde los cimientos, con la desmesurada tarea de renegociar la impagable deuda que la gestión de Mauricio Macri dejó al país, en su fracasado intento por dar sustentabilidad a la hora de sostener el monstruoso déficit público de U$ S 30 mil millones anuales que heredó.
El presidente dice que tiene un plan económico pero no lo puede revelar; el cristinismo lo expresa sin pudores y da un paso con la estatización de Vicentin, para la cual el Jefe de Estado firmó un DNU que se entromete en un expediente judicial, lo cual está vedado expresamente por la Constitución. Fue Cristina la que dijo que el Poder Judicial es una “rémora de la monarquía”. Están los documentos que hizo público el Insituto Patria sobre las intenciones de La Cámpora sobre reforma judicial y de la Carta Magna.
¿Qué harán los legisladores nacionales de Santa Fe si el proyecto llega al Congreso?. El gobernador -que se enteró por televisión sobre la iniciativa expropiatoria-, tendrá poco margen para hablar con los legisladores que puso el kirchnerismo bajo su sábana, y que ya tienen su mandato, llegado el caso.
La arquitecta lo hizo; construyó desde su vértice superior una magistral pirámide de poder en la que Alberto Fernández carga, desde los cimientos, con la desmesurada tarea de renegociar la impagable deuda.