Seguidores y artistas de todo el mundo despidieron a un artista español que marcó varias generaciones. En los últimos días de mayo, Jarabe de Palo había dado a conocer su álbum “Tragas o escupes”.
Facebook Jarabe de Palo Además de su carisma y su amor por la música, Pau Donés fue un militante de la libertad y la alegría.
El martes 9 de junio, luego de 5 años de lucha contra un cáncer de colon, Pau Donés falleció. La noticia me hizo viajar inmediatamente al inicio de mi adolescencia allá por 1999 en el Barrio El Pozo. “Depende” sonaba en la radio, en la tele, en todos lados. Maduraba el himno de una generación. Un himno con una mirada optimista pero atenta (crítica, también) a los peligros que entrañan los postulados absolutos en una sociedad cada vez más globalizada. Mientras, en el país, el estallido estaba por venir. Me acuerdo que cada vez que escuchaba la canción, mamá decía jodiendo “Depéndrico”. En la broma se hacía carne de los juegos lingüísticos comunes en su infancia y sumaba al baile a Carlitos Balá. Después de todo, entre el eterno joven de 95 años y el cantante feliz y bonachón a pesar de los pesares había algo en común: la militancia de la alegría.
La flaca
La primera canción que hizo posar los ojos en Jarabe de Palo bautizó su álbum debut, “La flaca” (1996). Como avisan la letra, los ritmos afrolatinos y el mood salsero que acompañan la oscuridad eléctrica, el contexto de producción fue un viaje a Cuba. El día que Pau Donés partió físicamente, Andrés Calamaro le dedicó su transmisión en vivo por Facebook, donde recordó el último encuentro en el Xiringuito Escrib à y remarcó la sincronicidad artístico-temporal entre “La flaca” y “Flaca”. “Una misma palabra nos cambió la vida a los dos”, recordó Calamaro, para luego destacar la “cara amable y el espíritu abierto” con el que su par español afrontó la enfermedad (“compartió su batalla y nos permitió acompañarlo”).
En un mashup sobre la base de “La flaca”, el Salmón puso foco (¿deliberadamente?) en uno de los atributos sobresalientes de Donés: la mixtura. A lo largo de los álbumes, fue una constante su fascinación por los sonidos latinos (batucada, samba, son, ranchera, salsa, candombe) y una filiación vocal con el rap (seguramente, alimentada por la atrapante filosofía del hip hop). El respeto a la diversidad y el sincretismo como valores rectores afloran, de forma más evidente, en algunas piezas, como la que dice: “En lo puro no hay futuro, la pureza está en la mezcla, en la mezcla de lo puro, que antes que puro fue mezcla”. Otro gran ejemplo es “A glonendo”, una experiencia de reinvención de “Depende” en el dialecto de Mali (bambara), realizada en el Conservatorio de Bamako con la participación de sus alumnos y arreglos de instrumentos típicos como cora, ngoni y tamarin.
Completo incompleto
El método Donés, la “fórmula”, puede sintetizarse en una palabra: resignificación. A excepción de la crudeza de “Humo”, los mensajes de Jarabe de Palo rezumaron desde 2015 vitalidad. Ya en los orígenes del grupo opera la reinvención, la transformación. Sin ir más lejos, la expresión “jarabe de palo”, según la RAE, alude a “una paliza como medio de disuasión o de castigo”. Todo lo contrario al espíritu del conjunto español. Por esto, no extraña que a lo largo de sus 25 años de vida, hayan habido experiencias tan variadas de deconstrucción de las producciones, tales como “Orquesta reciclando” (2009), “50 palos” (2017) y “Jarabe Filarmónico” (2018).
Por ello, la obra de Jarabe de Palo, en general, y la figura de Pau Donés, en particular, exigen una lectura en clave política. En la figura del publicista que dejó todo por su sueño de ser músico hay rupturismo, entre otros aspectos, en su composición del artista. En una de sus canciones más intimistas y experimentales, a la vez, establece la categoría “músico-persona”, que es otra forma de postular la humanidad ante la deriva deshumanizante que pueden acarrear la idolatría y el fanatismo. Ese hombre “completo-incompleto”, como se definió a sí mismo Pau, es quien decide asumir y no esconder el dolor y los miedos que supone el momento más difícil de su vida, un claro ejemplo de lo que hoy conocemos como las nuevas masculinidades.
Pau pone en cuestión los mandatos de la masculinidad normativa, principalmente, aquel según el cual la expresión de la sensibilidad es un signo de debilidad (y, por tanto, un rasgo característico de las mujeres). Una de las canciones más populares de Jarabe de Palo sentencia: “Bonita la gente que es diferente / que tiembla, que siente / que vive el presente”. Y no se queda ahí. Planteando una masculinidad más diversa y una sexualidad libre y placentera, discute la socialización del género e, incluso, las bases del amor romántico (“Romeo y Julieta... no eran de este planeta”).
Alegría de vivir
Entre lenguajes y territorios se desplaza buena parte del repertorio de Jarabe de Palo. Jorge Drexler conoció a Pau apenas llegó a España en 1995. En su cuenta de Twitter, recordó su “sonrisota de montañés” y pintó su “generosidad a prueba de balas” cuando convenció a Virgin (EMI) Argentina de que publicaran “Frontera”, en un momento complicado para el músico uruguayo. Por esa razón, “Eso que tú me das” en la voz de Drexler suena a memoria y gratitud.
Esta canción fue la elegida para anticipar “Tragas o escupes”, una obra conceptual, que transmite frescura sin alejarse un ápice de la estética y la ética del conjunto. Es decir, un mensaje esperanzador, enfocado en el aquí y ahora. El optimismo de “La vida es el momento” (exhibido, también, por “Vuelvo” o “Misteriosamente hoy”) dialoga con una marca de autor: el mestizaje sonoro. Y allí, en la profusión instrumental, la percusión y los vientos establecen una complicidad, que no deja de conectar con la cultura de América. Como por arte de magia, emerge otro recuerdo. El encanto del saxo de Rafael “Jimmy Jenks” Jiménez en el show que brindó Jarabe de Palo el 1° de junio de 2014 en ATE Casa España. En una actitud entre familiar y autogestiva, con la entrada se entregaba un ejemplar de “Somos”, el flamante trabajo del grupo.
Otro gesto político en Donés fue la militancia de la alegría. Si vamos a su autobiografía “50 palos”, nos encontramos con los veinte mandamientos para ser feliz. La alegría, también, como bálsamo en un mundo que hoy se permite líderes al estilo Trump o Bolsonaro. “Alegría de vivir” que en La Plaza de las Palmeras reivindica a personajes marginales, como bohemios, vendedores ambulantes, putas y comerciantes de “mandanga”. Tampoco sorprende que en el corazón de “Bonito” (2003) descanse una canción en la que se convoca la memoria conjunta de las cruces de Tijuana y los claveles negros frente al Puerto de Tarifa, y se añore un futuro en el que se calme “la corriente entre Ceuta y Gibraltar”. O que en un disco titulado por una pregunta, que se parece al preámbulo de una acción social (“Y ahora qué hacemos?”, 2011) la multitud idiomática de “Prohibido” y la fibra combativa de “Para enredar” coexistan con el optimismo de “Yep!”, que reza el mantra: “de nuevo aposté por la vida, a pesar de todo, ¡claro que sí!”.