Me dejo flotar por los recuerdos de ese primer amor, amor a primera oída, amor que me acompañó y me acompañará toda mi vida; porque no importa si esté recostado, en la ducha o disfrutando un buen desayuno; nunca estoy solo, nunca estoy desnudo... siempre llevo puesta la radio.
La radio fue, y aún sigue siéndolo, el pretexto para poder conocer a cada uno de ustedes, al reconocimiento, al amor dispensado y a los buenos afectos de saludables efectos. Es que la radio es eso, es conexión, es magia, es la banda de sonido de mis recuerdos re locos.
“No es cierto que no tuviese nada puesto, tenía puesta la radio” Marilyn Monroe
Mis sueños, auto-apodados Peisadillas, son un continuo relato de mi historia, con una abundante selección de radio, un buen cacho de televisión, marinado en tinta de diario, y sazonado de música y letra. Y como no deja de ser un sueño contado con todo, posee esa esencia donde todo tiene que ver como todo y nada es lo que parece. Avezado onironauta, buceo en los canales de la memoria auditiva y el latoso y frito sonido de una radio a galena me transporta más allá de los más acá. Suspendido en mi plácido viaje interno a través de las ondas radiales que son mi colchón de plumas a lo largo de mi vida, me dejo flotar por los recuerdos de ese primer amor, amor a primera oída, amor que me acompañó y me acompañará toda mi vida; porque no importa si esté recostado, en la ducha o disfrutando un buen desayuno; nunca estoy solo, nunca estoy desnudo... siempre llevo puesta la radio.
Señoras y señores, oyentes y radioescuchas, comienza aquí una nueva emisión de un loco de la “rrrrrrrraaaadiio” un maníaco de las “R” estiradas, algo así como una marca no registrada de mis años mozos. Fue “Mundo Joven” desde los estudios de LT 10 Radio Universidad, mi programa radial iniciático, un viaje temporal en donde lo viejo quedaba atrás y nos unimos en la apertura de nuevas revolucionarias ideas que surgían en el mundo de las artes, la música, el cine y de todos los ámbitos culturales y comunicacionales; barrería de un plumazo ideales y costumbres avejentadas, algunas quedarían en el olvido, otras se convertirían en futuros clásicos.
Pero mi primer contacto con mi primer amor fue a través de la música: Mozart, Vivaldi, Sinatra, Cafrune, Pourcel, Sosa y decenas de otros, fueron los iniciales acordes de la banda de sonido de mi vida. Sus canciones salían por el combinado de la sala, seguramente mi viejo disfrutaba de un cigarrillo con “El Litoral” formato sábana entre sus manos, y yo, fantaseando frente al espejo del dormitorio que era el presentador del artista de turno, los dedos apretados simulando sostener un micrófono, sonriendo empático hacia mí mismo, utilizaba las mejores frases radiales, inventaba nuevos recursos de presentación para mi invisible -inexistente- audiencia, me nutría de la radio para pegarme un auténtico subidón de energía. Quizás sin saberlo, iba construyendo mi futuro profesional y a la vez cincelando un estilo único y personal por el que me hice conocido. Y por algunas locuras más...
El 27 de agosto del corriente año, y seguramente bajo la estela invisible del frío aire invernal atestado de partículas de COVID 19, se cumplirán los primeros cien años de la primera transmisión radial en la Argentina, aquellos locos soñadores de la primera onda apodados los “locos de la azotea”, se atrevieron a cumplir su sueño y se instalaron en la terraza del teatro Coliseo para transmitir la obra “Parsifal” de Richard Wagner. Aquellos “locos”, insisto en su adjetivo, eran un variopinto grupo de amigos que se atrevieron a hacer algo diferente y revolucionario, poder transmitir música a través del aire, derribar las barreras de la distancia y ser los pioneros en Latinoamérica de la radiofonía. El mundo de la radio argentina le debe a estos “locos” un eterno agradecimiento y reconocimiento, la radiofonía argentina no solo es pionera, sino que fue considerada en su riquísima historia como cuna de grandes locutores, periodistas y artistas que quedaron eternizados en el éter. Fueron Enrique Telémaco Susini, Cesar Guerrico, Ignacio Gómez, Luis Romero y Cesar Guerrico, los culpables originales de la primera de mis adicciones, la radio. Si me ven, si me buscan, si me encuentran; tengan cuidado, desde mi tierna edad por mis poros corre una alta dosis de radio actividad.
Apenas cuatro años después, LT9 nacía, y no sólo nacía como radio, también sería la primera licencia radial del interior del país con Alfredo Roca Soler como su histórico fundador. Se cumplió hace apenas unos días otro aniversario de la que en unos años pasará a ser una radio centenaria. Agradezco a las nuevas autoridades de la radio porque en uno de sus audios de promoción y difusión por el nuevo aniversario, figuro entre otras tantas maravillosas y recordadas voces, entre las que se escucha joven y rebosante de fuerza “Cuando la sombra se incline sollozando al occidente seguimos escuchando Peiso - Peiso - show show - showww”.
La radio no solo fue mi primer amor y mi actual amante mañanera y de incursiones nocturnas; la radio fue, y aún sigue siéndolo, el pretexto para poder conocer a cada uno de ustedes, al reconocimiento, al amor dispensado y a los buenos afectos de saludables efectos. Es que la radio es eso, es conexión, es magia, es la banda de sonido de mis recuerdos re locos.
Hoy te honro y no importa si es a galena, digital, o un ampuloso combinado de noble madera; la radio me acunó, me dio la teta, me llenó de deseos cumplidos y cumplió con todos mis sueños. Y como siempre digo, la radio será el sonido de mi epitafio.
Me dejo flotar por los recuerdos de ese primer amor, amor a primera oída, amor que me acompañó y me acompañará toda mi vida; porque no importa si esté recostado, en la ducha o disfrutando un buen desayuno; nunca estoy solo, nunca estoy desnudo... siempre llevo puesta la radio.
La radio fue, y aún sigue siéndolo, el pretexto para poder conocer a cada uno de ustedes, al reconocimiento, al amor dispensado y a los buenos afectos de saludables efectos. Es que la radio es eso, es conexión, es magia, es la banda de sonido de mis recuerdos re locos.