“No podemos juzgar la vida de otros, ya que cada persona conoce su propio dolor y sus propias renuncias. Una cosa es sentir que estás en el camino correcto, pero otra es pensar que el tuyo es el único camino”. Paulo Coelho.
Su infancia, los tiempos en que era “9”, la pelea (¿a trompadas?) con Domizzi después del clásico del 4 a 0, su admiración por Borghi (“concentraba con él y no me dejaba ni manejar el control del tele”) y un sueño no cumplido: ser dirigido por el Bambino Veira.
“No podemos juzgar la vida de otros, ya que cada persona conoce su propio dolor y sus propias renuncias. Una cosa es sentir que estás en el camino correcto, pero otra es pensar que el tuyo es el único camino”. Paulo Coelho.
Fue intensa la vida de Darío Cabrol-jugador. Demasiado para uno de su calidad y de sus condiciones. Vivió lo mejor y lo peor. Pasó de ser “apretado” y amenazado a ovacionado casi sin término medio. Y tomó decisiones que fueron polémicas, sorpresivas para muchos, inentendible para otros. Del pedestal de la gloria y la idolatría, pasó a convertirse en alguien que aquéllos mismos que lo ovacionaban y aplaudían a rabiar, ya no lo querían. ¿Fue tan grande el “pecado” de haber ido a jugar a Colón?, ¿por qué lo hizo?. Darío Cabrol tiene la palabra.
—¿Te parece que arranquemos por tu infancia?
—Con gusto. Soy de María Selva, Guadalupe Oeste. Teníamos un campito a dos cuadras, jugábamos ahí o en la calle, en la vereda, con una pelotita de goma o la de un vecino que vivía a la vuelta... ¡No sabés lo que quedó de esa pelota!... Y bueno, ahí cerquita estaba Ciclón Racing, el famoso Campana, ¿te acordás?
—¡Cómo no me voy a acordar!... Famoso en ese momento porque descubría talentos...
—Y bueno... Eran 4 o 5 horas por día jugando a la pelota... ¿Sabés con quién jugaba?, con Juanjo Ferrer y Sergio Verdirame... ¡Unos fenómenos desde chiquito!... Ellos nacieron con la técnica, pero jugaban pensando... Veía eso en ellos. No eran amigos, pero buenos conocidos.
—Un poco como vos. ¿Percibías que eras inteligente?, ¿que entendías el juego?
—Mirá, fui a Unión con 8 años y era la mascotita de mi hermano, que tenía 12. Tuve maestros como Neato Grasso, Roberto Meza. ¡Jugaba de 9! Era goleador. Me hice enganche después.
—¿”9” de área?, ¡No te puedo creer!
—No, de área no. De espaldas al arco. Me gustaba jugar ahí, pero tirándome un poquito atrás. Era un Suárez, un Flaco Silvera... Cuando llego a la Primera lo tenía a Leo Madelón, a Rabuñal, luego llegó Borghi, y en Racing a Ruben Paz. ¡Mirá que no voy a aprender! De los 17 a los 20 aprendí un montón.
—Claro, en esa época estaban Madelón y Aredes, dos enganches. ¿Te acordás la polémica?, ¿podían jugar juntos?
—¡¿Cómo no van a poder jugar juntos?! En la época de Silguero estaba Frutos y terminamos jugando juntos. Ahora no hay muchos, pero y pienso que cuanto más enganches mejor. A los buenos jugadores debés tenerlo adentro de la cancha.
—Hace poco se cumplieron 50 años de Brasil campeón en México ‘70. Ese equipo jugaba con un “5” y después eran como cinco “10”...
—¡La selección!... ¿O acaso Paredes no es 10? Hay que correr más... Mejor dicho, ubicarse mejor... Fijate cómo juegan Barcelona o el Manchester City.
—Me decís que fuiste con tu hermano a Unión. ¿Jugaba mejor que vos?
—Le pegaba con las dos, jugaba bien, era marcador central. Llegó a reserva de Afa y quedó libre. Era diestro y se defendía con la zurda... ¡Y mirá que mi viejo era “cero! con la pelota!... ¡Se la tirabas al pecho y la agarraba con la mano! Falleció hace unos años mi hermano, lo recuerdo de buena manera, lo seguí a todos lados.
—¿Se hablaba de fútbol en la mesa?
—Me hacían comentarios... Pero yo sabía si había jugado bien o mal. Uno ya tiene grabado lo que hizo. Yo ya sabía lo que había hecho, lo que tenía que mejorar...
—¿Quién te puso de enganche?
—Mirá, yo lo tenía a Titino Baldomir adelante mío, que era un fenómeno. Era suplente y entraba media hora o en el segundo tiempo. Mario Zanabria me lleva al plantel, en el 90, con Walter Cometto, a una pretemporada. Fui de “9” o media punta. Y Zanabria me hizo entrar con Mandiyú faltando un par de minutos. Ni toqué la pelota... Y después viene Carlos Trullet y él me pone contra Español y de media punta. Y en Racing jugaba de doble enganche con Ruben Paz. Y luego, en Lanús y con más experiencia, con el Pampa Gambier de “9” y yo tirado un poco más atrás.
—¿Con qué delantero y con qué mediocampista te llevabas bien?. En Unión tuviste dos laderos bárbaros...
—¡Sé dónde apuntás!... Yo me acomodaba con muchos jugadores. Me llevé muy bien con Jayo, con Fabio Talarico en el 91, pero la comodidad de jugar con el Laucha Garate y el Loco Marzo arriba, fue impagable. Garate me la daba al pie, yo me daba vuelta y el Loco ya me metía la diagonal. Era fácil jugar con ellos. Y después, teníamos dos aviones por los costados, con Clotet por izquierda y Lautaro o Pablito Bezombe por derecha.
—¿Dónde fuiste más feliz?
—¡En Unión!... ¡Por lejos!.. Lo viví como hincha a todo eso. Yo no era el fanático de trasladarlo a la cancha. Algunos lo hicieron, se besan la camiseta, los tatuajes. No era demostrativo, yo no quería vender humo... ¡Odio a los vende humo!
—¿Por qué?
—Porque no hay necesidad... La gente sabe si lo que hacés es sentido o no... En el fútbol, tenés para hacer dulce con los vende humo y ¡yo me los choqué a todos!
—¿Ejemplo?
—No... Dejá... No quiero dar nombres...
—¿Qué fue de aquélla pelea con Domizzi por el clásico que se perdió en el 2000?
—Veníamos mal y perdimos el clásico, 4 a 0 en cancha de Colón. Estaba Nery de técnico... En la parte final, retrocedimos las dos líneas para meter la contra... Al partido lo perdimos en los primeros 15 o 20 minutos, nos metieron dos goles y se terminó. Nos dormimos. Son esos partidos en los que no aprovechás la oportunidad y chau. Entonces, en los últimos 15 minutos no daba para seguir yendo a buscar algo que no podíamos dar vuelta. Y en un momento, Domizzi empezó a correr a los defensores como loco... Y enseguida, la hinchada gritando: “¡Domizzi, Domizzi!”. Y nosotros, expuestos.
—Entonces, termina el partido, 0-4 y ¿qué pasó en el vestuario?
—Y... alguna puteadita... “Vende humo”, “pelotudo”, “nos exponés”... Cosas así... Ya sabíamos como era Domizzi.
—¿Y el martes, cuando vuelven a entrenar?
—El tenía una “cosita” conmigo. Yo era el capitán y la verdad es que no me gustó esa venta de humo repentina... En todos los planteles hay grupos, él tenía el suyo... No se quedó callado, al discutir la situación, tenía un resguardo, algunos lo apoyaban... Cosa normal, pasa en todos los grupos.
—¿Entonces?
—Bueno, llego a la práctica y en un momento, adentro del vestuario, Nery nos hace callar y grita “¡Basta, a esto lo arreglan ustedes personalmente. El resto se viene conmigo!”. Y se fueron todos... Quedamos mano a mano en el vestauario.
—¿Se agarraron a trompadas?
—... Hubo una discusión... Una peleíta...
—¿A trompadas?
—... ¡Alguien le tenía que decir algo, era el momento para decirle hasta acá llegaste! No fue tan a las trompadas, hubo algún empujón, alguna manito que voló... Yo no soy de pelear, pero tampoco me iba a quedar atrás. ¿Te acordás en el 95?
—Pasaron tantas cosas ese año. ¿A qué te referís, puntualmente?
—En el club no había nada, ni agua ni luz... Un día viene la barra, le pegan a Cristian Favre y a los 20 días me encontré en Tribunales, careándome con los tipos porque yo fui a denunciarlos con Cristian... Los tipos terminaron en cana... ¡Mirá que no lo voy a pelear a Domizzi!
—Era la época de Silguero, que no te quería tanto...
—Yo había vuelto de Lanús y allí Silguero me dice que no me quería en el club, que había hablado con Néstor Julio Rodríguez, el presidente... Termina esa charla y aparecen los de la barra... ¡Estaba todo sincronizado!... Desaparecieron todos del lugar, quedé yo solo contra ellos.
—¿Qué te dijeron?
—Que me tenía que ir, pero yo no entendía por qué... ¡Me mandaron la barra para echarme, me apretaron mal!... Ahí me entero lo de Cristian y fuimos a hacer la denuncia. Nos dejaron solos. No vino nadie a acompañarnos. Cristian y yo solitos.
—Y ahí, ¿qué pasó?
—Buscaron a los cuatro tipos individualizados, nos carearon, ellos fueron en cana y yo con custodio en la puerta de mi casa y un patrullero que me llevaba a entrenar... Al poco tiempo llega Angel Malvicino al club y él nos da un respaldo que hasta ese momento no teníamos...
—Y cuando salieron, ¿te los cruzaste?
—¡Obvio...! Iba a La Tatenguita o al club y estaban ahí... Tenía miedo... Me miraban raro, feo... Ellos manejaban los viajes, nos pedían plata. Tenía que seguir viéndolos.
—¿Te acordás la bronca que tenías esa tarde en cancha de Colón cuando Silguero te sacó y no te puso en un clásico?
—Sí, me acuerdo... Pero lo peor fue lo de Jota Jota López, cuando ya estábamos en Primera... Yo venía siendo titular con él, me sacó y no lo entendí. Lo puso a Manrique, ¿te acordás?. Lo tomé mal... Entiendo que los técnicos deben tomar decisiones, pero era un clásico y yo quería estar.
—Sacando los top, como Maradona, ¿Quién te gustaba ver para aprender?
—Francéscoli, Ruben Paz, al que luego lo tuve de compañero, Omar Palma, Garnero, Ruben Capria... Todos los equipos tenían enganches y eran buenos... Roberto Baggio, Ruud Gullit que hacía una dupla bárbara con Van Basten...
—¿Bochini?
—Poco... Me gustaba Bochini pero tenía buenos jugadores en esos equipos de Independiente... ¡Y el Bichi Borghi!
—¿Te impactaba?
—¡Cómo...! Cambiaba de frente con una rabona, hacía cosas que no hacía Bochini... Compartía la habitación con él en Unión, manejaba el control, “Nene, buscame un chocolate”, “Nene, traeme una medialuna”, me decía. Y apagaba la luz cuando quería. Cuando tenía calor, pero él no, el aire no se prendía... Carlos Trullet era el que elegía cómo se distribuían las habitaciones. Estabamos con Walter Cometto... “Poneme con alguien más tranquilo”, le tendría que haber dicho a Carlos... Nunca se lo dije... (risas)
—¿Era tan raro como contaban, que por ejemplo se llevaba la sábana a los hoteles para dormir con la suya?
—Sí... Era raro... En una época se vino con el Fiat Uno blanco, que recién aparecía en ese momento; al otro fin de semana apareció con uno rojo, después con uno gris. Le preguntamos y nos dijo: “El blanco me gustó, el rojo es para mi señora y como con el gris me hacían el combo, entonces también lo compré”... Lo crucé en Chile cuando fui a la U y se acuerda de esas cosas, tiene un buen recuerdo de Unión. Desde lo técnico, único... ¡Un cambio de ritmo!... Lo de la rabona era tremendo, la metía al segundo palo o a la mitad de área... Los tiros libres para un zurdo, le pegaba de derecha, tres dedos, con el empeine, para que pase por arriba de la barrera por el lado de afuera... Nacieron con al técnica, con esa diferencia a lo normal.
—¿Eras de practicar tiros libres?
—No... Yo aprendí mucho mirándolo al Bichi... Veía cómo ponía el pie, cómo tiraba el cuerpo para adelante para que no se le levante la pelota... Messi empezó a patear a los 22 o 23 años y fue porque se perfeccionó recién ahí... Con Pablito Cavallero lo hablábamos hace poco y él me decía que si lo hubiésemos entrenado, capaz que hacía más goles de tiro libre.
—¿Quién te hubiese gustado que te dirija?
—El Bambino Veira, por cómo le llegaba al jugador, por la motivación que te daba. Y ahora, el Muñeco Gallardo...
—Allá por el ‘83, le hice una nota al Bambino y en su equipo de San Lorenzo jugaba Nelson Pumpido de “6”. Cuando le pregunté por él, me dijo: “¡Passarella!”...
—¡Es que así es el Bambino!... A mí me pasó con Nelson Chabay... En una charla técnica, llega a mi puesto, se da vuelta y dice : “Darío, ¿qué te voy a decir si vos hacés todo bien?”... Con ese poquito, me trasladaba a otra dimensión, entré motivado ciento por ciento... Fijáte cómo, desde la palabra, le podés llegar al jugador...
“El que siempre me entendió, me quiso y me llevó a varios equipos, fue Carlos Trullet. De él aprendí un montón. Tuvimos algunos chispazos. Pero él fue el mejor. El que nunca me entendió fue Silguero y eso que terminé jugando y siendo capitán. Medio contradictorio, ¿no?”
Darío Cabrol
Ex jugador de Unión y Colón
“Odio a los vende humo y yo me los debo haber ‘chocado’ a todos”, Darío Cabrol.