Junto a Nery Pumpido, revivieron lo que pasó en México hace 34 años
Burruchaga: "Recién me cayó la ficha cuando ví la multitud en Ezeiza"
El autor del gol del campeonato, al que le robaron la medalla, dijo que “la cancha estaba horrible así que cada vez que tocaba la pelota la adelantaba mucho, pero siempre pensé que iba solo” al revivir el tercer tanto. Nery contó que “yo me dí cuenta de lo que habíamos logrado cuando dimos la vuelta, entre nosotros, en el predio del América con la Copa”.
Archivo El Litoral El momento de la definición de Burruchaga, con la desesperación del Tanque Briegel que salió a cruzarlo y no pudo alcanzarlo.
Pasaron 34 años pero desde aquéllas dificultades y obstáculos, yendo contra la corriente y ganándole a la incredulidad de varios, supieron forjar una amistad. Jorge Burruchaga y Nery Pumpido son el caso una amistad que perdura con el tiempo, como con muchos —o casi todos— los que formaron parte de aquél grupo que jamás olvidará cada instante, cada segundo, de aquél glorioso 29 de junio de 1986. Brown y Valdano habían puesto a Argentina arriba 2 a 0 contra la Alemania de Beckenbauer. Rummenigge y Völler habían igualado el partido. Faltaban nueve minutos cuando se pusieron 2 a 2. Pero a siete del final llegó aquella monumental corrida de Burruchaga luego de un pase milimétrico e inteligente de Maradona, para el 3-2 definitivo. Y en La Primera de Sol lo rememoraron.
—¡Qué corrida aquélla, “Burru”!...
—Es que yo siempre pensé que iba solo, veía que el arquero estaba lejos y la tocaba para adelante. Cada vez que la tocaba, la pelota corría cinco o seis metros, pero te repito, pensé que estaba solo. Pero bueno, mi misión era meter ese gol para que ese equipo salga campeón del mundo. Lo merecíamos. Pero hay algo que muchos no tienen en cuenta...
—¿Qué cosa?
—Que el Azteca era horrible, la cancha estaba seca, no había ni césped porque se habían jugado muchos partidos, me dio tiempo igual para meterla (Burruchaga).
—¿Cómo fue aquélla definición?
—Yo veo que Schumacher sale con el cuerpo hacia adelante y con los pies hacia adelante. Yo igual la cruzo porque era lo que mejor hacía, pero él no salió bien. La idea mía era cruzarla, siempre fue cruzarla... (Burruchaga)
—Yo sabía desde el arquero que se la iba a cruzar, porque Jorge nunca fue de pegarle fuerte a la pelota (Pumpido).
—Como dice Nery, es así, yo nunca fui de pegarle fuerte cuando definía adentro del área. Fijate en la final con Gremio en el 84, que defino por arriba del arquero... Todos los que estábamos para jugar esa final, soñábamos con hacer un gol así (Burruchaga).
—¿Estaba tan fea la cancha, Nery?
—En el gol de Valdano, el segundo, en esa final, está más lo que dijo “Burru” de la cancha, la pelota tenía un sapito adentro...(Pumpido).
—La cancha era horrible, después nos tocó en el 90 en Italia que estaban buenas, habían cambiado mucho. En el ‘86 no estaba la costumbre de tirarle agua. Esta hubiese necesitado 50.000 litros de agua para más o menos estabilizarla.
—En Puebla, el césped tapaba el botín de los jugadores. Picaba para cualquier lado. En mi caso, ciento por ciento concentración porque podía salir para cualquier parte (Pumpido).
—¿Cuándo se les “cayó la ficha” de lo que habían logrado aquél 29 de junio?
—...Una vez llegado al país... ¡Lo que son los tiempos!... Después de esa final, como a las 3 o 4 de la tarde, porque el partido se jugó al mediodía, volvimos a la concentración y nos fuimos a la canchita donde entrenábamos, ahí en el predio del América, dimos la vuelta olímpica, nos sacamos fotos y ahí nos avisaron que nos volvíamos... Pero cuando vimos ese mundo de gente que fue a esperarnos a Ezeiza y las cinco o seis horas que tardamos en llegar a Plaza de Mayo, caimos... (Burruchaga).
—Recuerdo la vuelta olímpica, que no la pudimos dar bien en el estadio porque fue una desorganización total. La dimos con la copa, en la cancha del América donde entrenábamos y había un helicóptero arriba... Creo que estaba filmando. Eso fue la unión del grupo y hacer el festejo en la intimidad (Pumpido).
—¿Sin llamados?
—¡¿Llamados telefónicos?!... ¡Ninguno!... Había una cabina telefónica, sí, perono podíamos comprar los cospeles porque la oficina estaba cerrada. Ninguna comunicación... Era como lo relató Nery, estar ahí y nos enteramos que volvíamos esa misma noche porque el gobierno dispuso un avión de Aerolíneas para que que volviéramos enseguida (Burruchaga).
—¿Cómo es eso?, ¿no estaba definida cuándo sería la vuelta?
—... Que yo sepa, no... Yo me enteré ahí, en ese momento, esa misma tarde que a la noche nos volvíamos. El día anterior no sabíamos nada... Era el festejo ese, tomar mate, preparar la poca ropa que teníamos e ir al aeropuerto a tomar el vuelo. Nada que ver con lo que viví en el 2018 cuando fui manager de la selección, lleno de periodistas por todos lados, transmisiones en vivo... (Burruchaga).
—De Nery lo sabemos porque su regreso, junto a Pasculli, fue apoteótico en Santa Fe. ¿Y vos?
—Nada, todo muy rápido... Yo estaba en el Nantes de Francia, había una posibilidad de transferencia, no se dio y el campeonato había arrancado en Francia, así que volví enseguida. Era campeón del mundo, es cierto, pero la vida ya había arrancado. No cambió nada (Burruchaga).
—¿Qué te quedó de ese partido?
—La medalla me la robaron, pero nadie me la saca del pecho... A varios nos pasó. Lo mío fue hace diez o doce años... (Burruchaga)
—¡Al Cabezon Ruggeri también le pasó, “Burru” no es el único!... Yo la tengo bajo siete llaves... (Pumpido).
Archivo El Litoral Otra toma, esta desde atrás, del momento sublime del fútbol argentino. Un gol que hizo estallar al país.
Otra toma, esta desde atrás, del momento sublime del fútbol argentino. Un gol que hizo estallar al país.Foto: Archivo El Litoral
—¿Cómo fue el robo, Jorge?
—Eran pibitos, entraron a mi casa y la tenía colgada en una vitrina con un botín que jugué el Mundial y con uno de mi último partido, estos pibitos agarraron esto como pudieron agarrar cualquier cosa... Se la vengo pidiendo a la Fifa, se lo dije en el 2018 a Infantino y no hay caso, sigo esperando que me la restituyan... (Burruchaga).
—¿Y la camiseta?
—Tengo la número 7 que usé ese día... Tampoco era la costumbre de hoy, de tener museos, nosotros cambiábamos la camiseta, tengo el pantaloncito también (Burruchaga).
—¿Y ese botín derecho de hace 34 años?
—Seguí jugando con los mismos botines del Mundial y cuando se gastaron, los tiré porque ya no daban más... ¡Lo que valdrían hoy...! (Burruchaga).
—¿Y vos Nery?
—Los guantes los tiene mi cuñada, en un cuadrito con la foto. La camiseta se la regalé a un amigo y al amigo se la robaron y en Bélgica la compró Marcelo Orgaz, un chico que está trayendo muchas de esas camisetas porque tiene un museo muy grande. Lo estoy buscando y no lo puedo encontrar... (Pumpido).
—No se acostumbraba a eso, esta es la verdad... Se regalaba antes, no guardé ninguna de las camisetas que usé en esos siete partidos, salvo aquella que le traje a mi vieja, que ya falleció y ahora la tengo yo (Burruchaga).
—¿Se te dio por ir a abrazarlo a “Burru” cuando hizo el gol?
—Mirá, lo que pasaba era algo lógico. A “Burru” fueron a saludarlo los que estaban cerca, como el Checho Batista, que es uno de los primeros que aparece... Es algo lógico, pesaba la altura, el smog que era peor y no te dejaba respirar, te secaba la garganta. Imagináte si el Tata Brown, por ejemplo, se iba a festejar 80 metros al córner y tenía que volver... ¡Llegaba muerto! (Pumpido).
—¿Qué le falta o le faltó a Messi para ser campeón del mundo?
—Lo más difícil es tener un equipo que te respalde... Más allá de una gran individualidad como fue Diego, lo ayudó el conjunto. Vos veías a Bochini, Borghi, Trobbiani afuera, el Negro Enrique que entra después, Pasculli que después salió. Le faltó el equipo a Messi. El cuarteto Di María, Higuaín, Agüero y él, con Mascherano y Biglia en el medio, en el Mundial de Brasil, fue la máxima aproximación (Burruchaga).
—¿Qué pensaste cuando hizo el gol Völler y el partido se puso 2 a 2?
—De 2 a 0 a 2 a 2, el partido era para ellos... Sin embargo, nos dimos fuerzas y salimos a buscar el triunfo. Un Mundial no te da revancha. Con Valdano y Maradona nos dijimos “vamos a ganarlo”, cuando fuimos a sacar la pelota del medio (Burruchaga).
—A propósito de lo que dice Jorge, sacando el Negro Almirón, Zelada, se quedó afuera Passarella, después jugamos todos... Hubo mucha rotación, empezó Garré, Clausen, terminó el Vasco... En algunos sectores hubo rotación y variantes en la forma de jugar. En los mundiales uno busca lo mejor y Carlos lo hizo. Pasculli mete el gol con Uruguay y ahí Carlos vio que había que cambiar para jugar contra Inglaterra y no dudó en sacar al que hizo el gol para que entre el Negro Enrique (Pumpido).
—¿Y tu experiencia como mánager, Jorge?
—Para mí fue un orgullo que me hayan elegido entre todos los campeones del mundo para ser el manager para el Mundial de Rusia. Me tocó vivir un tiempo complicado, duro. A la vez, fue volver a estar en un vestuario de selección, ver otra vez esa camiseta, la adrenalina... Una experiencia maravillosa (Burruchaga).
—¿Qué tan cerca estuviste de dirigir en Santa Fe?
—Varias veces me llamaron de los dos, pero más por el lado de Colón que por el de Unión. Inclusive, el año pasado me llamaron (Burruchaga).
—¿No hubo arreglo?
—Mirá, siempre siempre salen las excusas cuando algo no se produce, pero la realidad es que no se dio porque no se dio, no fue por cuestiones económicas (Burruchaga).
“No creo que juguemos antes de setiembre, como mínimo. El 70 por ciento de los clubes están en Buenos Aires y no estamos bien acá. Ojalá vuelva, por todo lo que significa el fútbol para el país”. Jorge Burruchaga. Campeón del mundo en 1986
“Hoy soy manager de Independiente y agarré porque se trata de Independiente. Uno nunca sabe si el saco de entrenador está colgado para siempre. Es bueno que de a poco se esté instalando la figura del manager. En Sevilla, Monchi trabajó 18 años y nunca ganó un torneo de Liga. Lo valoraron desde otra perspectiva”. Jorge Burruchaga, campeón del mundo en 1986.
La experiencia de Ripke
“En la final, yo estaba en la tribuna. Cuando hizo el gol Burruchaga, pensé en saltar al campo de juego y hacerme pasar por un jugador, porque tenía puesta camiseta, pantalón y medias de la Selección, pero logré controlarme. Eso sí, cuando Arpi hizo sonar el silbato, atravesé las plateas, salté un foso de 3 metros de ancho y comencé a correr. Incluso salté unos pupitres de periodistas que estaban detrás del arco de Pumpido, para abrazar a Diego”, cuenta Gustavo Ripke, el ex jugador de Colón en la década del 70, a quién muchos indican como el jugador 23 por lo que le tocó vivir aquélla vez, hace hoy 34 años.
“Mi sueño se cumplió cuando pude llevar la Copa en forma conjunta con Maradona. Él con la zurda y yo con la derecha. Para todos los demás, era yo un jugador de la Selección, es así que conseguí llegar hasta los vestuarios y en ese momento hubiera pagado cualquier dinero para obtener un foto, pero todavía no habían permitido el ingreso de los periodistas o fotógrafos.
Así fue que tuve la oportunidad de abrazar uno por uno a los jugadores que, segundos antes, habían logrado ser los mejores del mundo”, sigue su relato.
“Fue memorable también mi regreso al campo de juego, (ya que no daba para bañarme en los vestuarios..ja! ). Ni bien pisé el césped, todos me venían a abrazar y sacarse fotos conmigoà Y la mayoría me preguntaba, “vos quién sos ?”ày yo les respondía “eeeehh! ¿Cómo? ¿no me conocés?”, y los dejaba con la duda.... De repente, detrás mío se había armado una vuelta olímpica. No quieran saber las caras de mis ‘seguidores’ cuando me puse frente al sector de las plateas y volví a saltar el foso de 3 metros”, señaló.