En medio del Caribe colombiano se levanta una de las islas más densamente pobladas del mundo. Alrededor de 500 personas viven en 0,01 kilómetros cuadrados. El distanciamiento social, vital en la pandemia, es casi imposible.
En medio del Caribe colombiano se levanta una de las islas más densamente pobladas del mundo. Alrededor de 500 personas viven en 0,01 kilómetros cuadrados. El distanciamiento social, vital en la pandemia, es casi imposible.
"Nosotros estamos aislados, lejos del virus, pero sí sentimos miedo (...) de que una persona contagiada llegue a la isla, nos infecte a todos y nos muramos todos", dice a la AFP el guía turístico Adrián Caraballo.
Santa Cruz del Islote -o Islote como todos lo conocen- ha lidiado por décadas con la falta de un médico, agua potable o electricidad permanente. Más apiñada que en Manhattan, donde viven 268 personas en 0,01 kilómetros cuadrados, el equivalente a una hectárea, la población alivia las penurias cotidianas con ingenio y solidaridad.
Pero el nuevo coronavirus acecha. Con 50 millones de habitantes, Colombia registra más de 102.000 infecciones y 3.400 óbitos. Y a unas dos horas del Islote está la ciudad turística de Cartagena con una de las peores tasas de contagio en el país.
Antes de que el virus desembarque, los líderes de la isla instauraron un protocolo de cuarentena para cualquier lugareño que salga, pise tierra firme y vuelva a entrar.
Para la antropóloga Andrea Leiva, "la pandemia revela problemas estructurales de tiempo atrás".
Los isleños "generan soluciones autogestionadas, porque mantener un control de distanciamiento social en una isla hacinada es imposible, y sería una tarea casi ridícula sabiendo que ni siquiera hay agua potable".
Aunque no se han hecho tests de detección del virus, los nativos aseguran estar libres de contagio. Adentro no hay mascarillas ni restricciones. Los niños corren por todas partes, los adultos juegan dominó, grupos de amigos conversan.
"De alguna manera, nos sentimos seguros en la isla", apunta Caraballo.
Del turismo a la pesca
El pueblo vive principalmente del turismo, uno de los sectores más golpeados por la pandemia. Hoteles, restaurantes y bares de islas aledañas cerraron. Con el desempleo "no circula la plata" y se estanca la economía, precisa la antropóloga Andrea Leiva.
Entonces "se han dedicado a la pesca para el autoconsumo, paradójicamente se rescató esa práctica tradicional (...) pero no es suficiente, porque ellos necesitan comprar otros insumos", dice la investigadora con tesis doctoral sobre el Islote.