Juan Manuel Fernández | [email protected]
Más frecuentes en zonas con pendientes pronunciadas, como Entre Ríos, también empiezan a ser más utilizadas en Santa Fe para frenar la erosión hídrica. Sistematizar un campo implica una obra civil que lleva tiempo, pero le pone freno a un problema que puede volverse terminal.
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La erosión hídrica puede llevarse un pedazo de campo con cada lluvia, comprometiendo a futuro la sustentabilidad de la empresa agrícola ya sea por la disminución de la superficie sembrable o por menores rendimientos derivados de un suelo empobrecido. Además de causar problemas fuera del establecimiento, por ejemplo tapando con sedimento canales o alcantarillas.
El uso de terrazas es una de las herramientas más efectivas para contrarrestar este problema. Lo saben bien en zonas agrícolas con pendientes pronunciadas como la provincia de Entre Ríos, donde un tercio de los lotes las utilizan y se concentra el 60% del total nacional de hectáreas sistematizadas. Pero aún sigue siendo una alternativa exótica en regiones más planas, a pesar del avance tecnológico que hoy permite implementarlas sin resignar área de siembra ni entorpecer la dinámica de trabajo en el lote.
En Díaz, unos 110 kilómetros al sur de la capital santafesina, los ingenieros agrónomos Claudio Bosco y Javier Noir apelaron al sistema de terrazas para "corregir" unas 200 hectáreas de un campo de 450 donde hasta hace 5 años funcionó un tambo y ahora se dedica a la agricultura.
Nada raro
"El problema de erosión lo tiene toda la zona", explicó Bosco a Campolitoral y mostró que entre la loma y el bajo hay una pendiente de 13 metros que acelera la escorrentía a tal punto que se generaron cárcavas de hasta un metro y medio de profundidad. "Se dispara el agua; una vez que encuentra un hueco empieza a correr por ese lugar", indicó.
Como asesor de la empresa, frente a este panorama determinó recomendar la construcción de terrazas y así se hizo con el objetivo de frenar y demorar el recorrido del agua, que en lugar de transitar a toda velocidad por el canal más directo se evacúa en un zig zag más lento. "La mareas al agua adentro del lote", dijo.
Aunque "en el cultivo no te das cuenta", sostuvo el asesor, el efecto de esta escorrentía sí impacta en las cárcavas "que son un enfermo terminal" por el que ya no se puede hacer nada. Entonces la estrategia con las terrazas es no llegar hasta ese punto.
A diferencia de las que se utilizaban hasta hace unos 30 años, las actuales son "sembrables" gracias a un diseño suave, casi imperceptible. "No impiden el tránsito de máquinas, son sembrables y se las puede pasar por arriba con las máquinas, 'cortarlas' a diferencia de las tradicionales; son un badén, una lomadita; no son un escalón", detalló.
Eso sí, el trabajo de lote tiene que ser "más artesanal" para sembrar, pulverizar o trillar. "Por ejemplo antes el aplicador arrancaba en una punta y le daba en línea recta hasta la otra punta del lote, mientras que ahora tiene que ir copiando el nivel", aclaró. "Reniega un poquito más, pero una vez que se te destruye el campo no tenés vuelta atrás".
Cuestión de cálculos
Javier Noir, entrerriano especializado en este tipo de obra civil, diseñó y dirigió los trabajos en el campo de Díaz, tareas que demandaron aproximadamente tres años. Lo primero es hacer mediciones del campo para determinar superficie y pendientes. A eso le sigue un estudio de suelo y la elaboración del proyecto. Finalmente se realiza la obra civil, considerando en primer lugar "por donde vamos a desaguar el excedente que descargan las terrazas". Muchas veces no hay cañadas naturales y es preciso construir un canal colector "que se hace empastar (para frenar la velocidad del agua, ya que están a favor de la pendiente), para luego hacer las terrazas". Por tal motivo "hacer terrazas en un campo lleva entre dos y tres años".
Los cálculos incluyen registros de lluvia de la zona, tipo de suelo, intensidad y el largo de la pendiente y el cultivo o uso que se da al campo. Entre tantas variables, "lo único que no nosotros podemos hacer es acortar el largo de la pendiente, el resto son inmodificables". Para conseguirlo se construyen terrazas con un distanciamiento que puede variar entre 60 a 90 metros, según lo que indique la ecuación matemática. "Son canales con un lomo de tierra que lo que hace es acortar la pendiente y sacar el excedente de agua, la escorrentía, hacia canales naturales o artificiales que nosotros diseñamos para llevar ese agua de un punto alto a otro bajo en el campo".
Al demorar la escorrentía y evitar la erosión se logra mantener la cobertura y evitar la pérdida de suelo. Por lo tanto el efecto en un planteo agrícola, según datos de INTA, se puede cuantificar al considerar que un centímetro menos de suelo "equivale a una pérdida de producción de 70 kilogramos de soja por hectárea al año, 70 de trigo o 270 de maíz".
Técnica que evolucionó
Noir comentó que en los 90 se comenzaron a usar terrazas sembrables. El sistema es antiguo pero siempre eran de base angosta o no sembrables. "Se cultivaban los paños entre terrazas". Pero en la última década del siglo pasado, con la siembra directas se las empezó a sembrar para terminar con algunos inconvenientes que había con el crecimiento de malezas, además de ser superficie desperdiciada. "Entonces se empezaron a ensanchar y a modificar pendientes internas en las terrazas para que empiecen a funcionar como sembrables y a partir de ahí crece mucho el uso", sostuvo el ingeniero.
En Entre Ríos -contó- los productores llegaban a la consulta cuando tenían problemas de erosión moderadas a graves. "Muchas veces ya había cárcavas o zanjas que cortaban el campo y la gente veía que se le iba el suelo".
El técnico explicó que el proceso de erosión "tiene dos o tres etapas". Una de ellas es la laminar "que se ve menos" y otra más visible como los surcos o cárcavas que dispara las consultas. "Santa Fe tiene menos de esos problemas graves, pero sí se registran situaciones de erosión que ameritan hacer una conservación de suelos", sobre todo considerando que "una hectárea en Santa Fe equivale a dos o tres en Entre Ríos" y, por lo tanto, el cuidado del suelo debiera ser "económicamente más viable".
A nivel nacional estimó que la sistematización de terrazas no alcanza a cubrir el millón de hectáreas, de las cuales Entre Ríos tiene más de 600.000, lo que representa un 36% de la superficie cultivable en esa provincia que "necesitaría tener muchos más del 50". En Santa Fe no hay datos al respecto.
Paciencia y resultados
En cuanto a costos, el honorario técnico hoy es de 1 quintal de soja por hectárea (desarrollo del proyecto y dirección de obra). Y en Santa Fe el desembolso en una obra civil de este tipo oscila entre 70 y 80 dólares la hectárea. "En Entre Ríos es alrededor de 30% más costoso porque los campos al tener más pendiente requieren más cantidad de terrazas", explicó. Y agregó que en los campos santafesinos se maneja unos 50 metros por hectárea de terrazas, más los canales, mientras en la provincia vecina ronda 70/80 y en Uruguay alcanza a 100. "La construcción de la terraza se hace por metro y no por hectárea y es lo que varía según la zona", precisó.
Al momento de determinar los beneficios de campos con terrazas, Noir mencionó que en años con lluvias normales en cultivos de invierno se obtienen rendimientos 10% superiores que en campos no sistematizados. En los de verano entre 15 y 20%. Aunque "es difícil de medir y lleva mucho tiempo", aclaró. También definió que "el proceso de erosión es lento y silencioso; y revertirlo o frenarlo también; los resultados de usar estas técnicas se observan en el mediano plazo".