A 24 años de aquél inolvidable 13 de julio de 1996
"Loco" Marzo: "Yo quería terminar en Unión pero me cerraron la puerta en la cara"
Para muchos hinchas tatengues, el último gran ídolo que tuvo el club. Llegó en la mitad del torneo para aportar una cuota goleadora extraordinaria en el equipo de Trullet. Lo bancó a Cabrol: “No lo felicité, pero lo entendí porque le pasó lo que nos pasó a muchos del ‘96. Vignatti fue bicho, un viejo zorro”.
Archivo El Litoral Una imagen, la de festejo, a la que todo Unión se acostumbró cuando jugaba el Loco Marzo.
La historia arrancó mal y terminó bien. En el medio, la cosa se fue depurando y para bien. Sin agua caliente, sin luz y sin jugadores, Carlos Trullet empezó a armar el plantel con Marchi, Amodeo y D’Ascanio, entre otros. Se perdieron los tres primeros partidos. En ese último de la serie inicial, unos 5.000 hinchas de Unión despidieron al equipo con pañuelos blancos en las tribunas de madera de la cancha de Central Córdoba de Rosario. ¡Unión había perdido su tercer partido al hilo, jugando mal y con Colón dando sus primeros pasos en la A! Pero la gente, fiel y consciente de que era el momento de apoyar, no le dio la espalda al club. Todo lo contrario. Y así se fue armando un equipo que alcanzó un funcionamiento notable, con juveniles que impactaron por el rendimiento. Todos llegaron a su máximo nivel. Y a mitad del torneo, Trullet le puso la frutilla al postre cuando decidió contratar a Alejandro Castro y a José Luis Marzo. El “Loco” venía de Colombia, era lo que el equipo necesitaba para que ese juego dinámico, explosivo y con variantes, tuviese un final con gol. Y allí estuvo el “Loco”, para muchos hinchas de Unión, como el querido “Pino” Yanotti, el último gran ídolo del club, quien rememora esos tiempos de goles y alegría en la charla con La Primera de Sol.
—¿Te habías tenido que ir de Colombia?
—¡Claro!... La presidenta del club era la hermana de Rodríguez Orejuela, el técnico me llamó un día y me dijo que hablara con la dirigencia. Ella me contó lo que había pasado con el hermano y me dijo que no quería que pasara nada con un extranjero. Así que me tuve que volver. Sabíamos con mi señora todo lo que pasaba, pero en ningún momento me imaginé que me iba a tener que volver, que era tan grave. Tenía pasajes abiertos, queriamos ir a conocer la isla Margarita pero no me dejaron. Desde la institución me dijeron que no lo hiciera, que me volviera urgente. Me acuerdo que llegué un viernes a Paraná y el sábado lo llamé a Carlos Quieto, que se puso contento cuando le dije que ya estaba en Paraná. Ahí se hizo todo para que me quede en Unión.
—Charlando hace poco con Cabrol, comentaba aquél episodio de la agresión de la barra a Cristian Favre. ¿Te acordás?, ¿estabas en el plantel?
—Obvio... Yo lo viví a todo eso... Cuando se armó el despiole de tomar la decisión de no viajar a Córdoba a jugar con Instituto, yo estaba... Si no me equivoco madamos carta documento para que nos paguen. Eramos como 35 jugadores que mandamos la carta y llevábamos seis meses sin cobrar.
—¿Seis meses?
—Sí, seis meses... Me dolió mucho, nunca pensé que iba a hacerle eso a mi Unión querido... Fue como clavarme un puñal a mí mismo... Era un plantel muy bueno, el club estaba muy mal económicamente. Los sueldos no eran de miseria, pero eran muy bajos. Duele mucho porque los dirigentes nos decían el jueves o viernes que el lunes nos iban a pagar, entonces salíamos a jugar de la mejor manera... ¡Y el lunes la plata no aparecía!
—Así que lo de Cristian lo viviste de adentro...
—Estaba en el club, había vuelto de Tandil donde estuve un año y la pasé feo... No cobré un mango. Fui a Ramón Santamarina, con Ariel Knüssel, ¿te acordás?
—¡Por supuesto...!
—Bueno, él era defensor... En los dos o tres primeros partidos no hice ni un gol y él la metía. ¡Nos vendieron al revés!, decían... Pero volviendo a esos tiempos, era bravo, ahí se veían los guapos.
—¿Qué recordás de aquél día del ascenso en Córdoba?
—A mí me sorprendió mucho desde la mañana, porque la gente pasaba por el hotel a saludarnos... Y después, la gente en la cancha. Lo que viví ese sábado no me lo voy a olvidar nunca. Me acuerdo de las puteadas de la gente de Instituto cuando salimos a reconocer el campo de juego y la multitud de la gente de Unión, metida en ese pedacito de tribuna, que no se veía nada...
—¿Y la cena del festejo?
—¡Tremendo!... Saltábamos y nos mirábamos porque abajo estaba la cochera y no sabíamos si iba a resistir... ¡En cualquier momento hay una tragedia!, nos decíamos.
—¿Y la vuelta al otro día?
—Ufff... Ver tanta gente con su bandera, su gorro, disfrutando, me hizo vivir el momento más feliz con la camiseta de Unión. En Talleres también, cuando ganamos la Conmebol, fue de gran felicidad, pero aquello con Unión fue inolvidable.
—¿Se sufrió en ese partido revancha en Alta Córdoba?
—En cancha de ellos, olvidáte que sí, que la gran figura fue la Araña Maciel... Cada uno hizo lo suyo, pero la Araña hizo más de lo que tenía que hacer... Por ahí lo puteamos un poco porque en una gritó: “¡Se va...! Y “pin”, pegó en el travesaño... Lo queríamos matar!... Fue el día de la Araña... Aparte, teníamos uno menos, lo echaron a Félix cuando terminaba el primer tiempo y si ellos nos metían un gol más nos quedábamos afuera...
Archivo El Litoral El Loco Marzo, Perezlindo, Cachito Vera, Garate y Pochola Sánchez en andas. Esto fue al día siguiente, en el apoteótico y glorioso regreso del plantel a Santa Fe.
El Loco Marzo, Perezlindo, Cachito Vera, Garate y Pochola Sánchez en andas. Esto fue al día siguiente, en el apoteótico y glorioso regreso del plantel a Santa Fe.Foto: Archivo El Litoral
—¡Cómo funcionaba ese equipo...! Era una “maquinita”...
—La gran ventaja que teníamos era que metíamos goles de arranque en los partidos. Teníamos volantes laterales que llegaban y por el medio estaban Cabrol y Garate que manejaban el equipo. Sabíamos cómo atacar y cómo defender. A mí, Carlos me decía que era el primer defensor...
—Hablando de Cabrol, ¿hablaste alguna vez con él sobre lo que le pasó cuando se fue a Colón?
—Con Darío lo hablé, no tengo nada que discutirle y nada que reprocharle. A algunos les duele, otros no y otros no lo entienden. Yo no le dije que lo felicitaba, pero recuerdo que se hablaba de Racing y Estudiantes, que a ambos les dijo que no, que esperaba lo de Unión y que no tenía laburo... Le pasó lo que le pasó a la mayoría de los que ascendimos, el mismo Unión fue el que nos cerró la puerta en nuestra propia cara. Todos se acuerdan del ‘96, por los pibes, pero a esos pibes nos cerraron las puertas del club... A él le pasó lo mismo que a mí.
—Y me imagino que te duele...
—No estoy dolido, no tengo rencor, se lo digo a todo el mundo, pero para nosotros, Unión es nuestra segunda familia.Yo voy a la cancha con mi familia, los dirigentes que están me abren las puertas, me reciben de la mejor manera, pero me dolió mucho lo que le hicieron a Darío... Y hay que felicitarlo a Vignatti...
—¿Se aprovechó de la situación?
—Vignatti estuvo bicho... ¡Viejo zorro!... Le debe haber dado su muy buena plata a Darío para llevárselo, estuvo más vivo que todos y se lo llevó a Colón...
—¿Y a vos?, ¿qué fue lo que te pasó con el club?
—Me duele decirlo pero la responsabilizo a la institución, a los dirigentes que estuvieron en ese momento. Hasta el día de hoy no sé quién fue el que dijo que Marzo no podía volver a Unión, nunca me dijeron que no podía volver a Unión y darme un motivo...
—¿Cómo fue esa situación?
—Yo venía de un paráte por una lesión en la rodilla, después de jugar en Los Andes y creo que el técnico era Kudelka. Empecé a entrenar, todo buena onda hasta que los dirigentes me dijeron que no tenía que estar en el plantel... Pero lo que siento es que no me vinieron de frente... Mirá, en su momento, Miguel Angel Russo, cuando volví de Talleres a Lanús, siendo campeón, me dijo que no me iba a tener en cuenta. Si vos querés estar sentado en un banco, quedáte, me dijo. Si querés jugar, te tenés que ir. Fue franco. Y una vez, Carlos también me agarró y me dijo las cosas de frente. Pero volviendo a aquél tema, yo estaba en Paraná y me atendían allí, hasta que un día el médico me dijo que me vaya a Santa Fe y siga la recuperación allá, que hay otro ritmo, otra exigencia. Fue allí que empecé la pretemporada con Kudelka. Después pasó lo que les conté y me fui a Ben Hur de Rafaela.
—¿Te gustaría que el club te llame alguna vez?
—Dirigir en Unión es un sueño... Respeto los trabajos, las decisiones y a los que están hoy en el club. Dios dirá qué es lo que pasa, no tengo rencor con nadie, mucho menos con la gente. Te repito que me gustar ir a ver al equipo con mi familia y disfrutar, soy feliz yendo a ver a Unión.
—¿Cuál fue el error más grande?
—El error más grande que cometí en mi carrera, fue que me saqué la camiseta cuando ascendimos en Córdoba... me dijeron que la tienen Gori o Marcelo Flamini, iré a negociar con ellos... La debe tener Gori, porque a Marcelo no le entra. Cabeza de tanque de moto le decía... Mano a mano con Trullet con la cabeza... (risas).
—Contá de vuelta aquella jugada, cuando vos estabas en Lanús y ese mano a mano que “erraste” ante Unión...
—Viernes a la noche, llovizna, el arquero estaba tirado en el piso antes de que patee, el Negro Félix no llegaba ni a palos y en ese momento se me bajaron las persianas... Fue la única vez en mi carrera que me pasó una cosa así... La tiré afuera y me la hicieron pagar caro en Lanús.
—¿En serio?
—Desde ese momento me empezaron a “limpiar”... ¿Ves? esas cosas, muchos se olvidan... Me acuerdo que después le meto tres goles a Los Andes, nos apretaron feo, sobre todo a mí...
—Y no te perdonaron...
—No, no... Me lo hicieron pagar en Lanús...
Manuel Alberto Fabatía José Luis Marzo homenajeado en el torneo Diego Barisone, junto al doctor Mario Bucolini y Leonardo Madelón.
José Luis Marzo homenajeado en el torneo Diego Barisone, junto al doctor Mario Bucolini y Leonardo Madelón.Foto: Manuel Alberto Fabatía
—¿Te agarraste a trompadas alguna vez?
—Varias... Un día estaba entrenando en Unión y de algún lado de la cancha nos gritaban y nos puteaban... Cuando lo ví, fui a buscarlo. Estaban haciendo el cablerío o las cloacas, ¿te acordás?... había una zanja en la zona de los vestuarios... Terminamos los dos ahí, lo agarré a trompadas... No sé quién era, pero medía como dos metros y tenía bigotes... Al otro día me agarró don Angel de las orejas, me cagó a pedos...
—¿Vas a volver?
—Me gustaría... Mirá, me encantaría algún partido homenaje como tantos que lo tuvieron en sus clubes, pero más disfrutaría que me llamen para trabajar, dándole charlas a los chicos o yendo a ver jugadores... Es mi sueño.
Camino a la gloria
En aquél octogonal, Unión arrancó superando a Godoy Cruz con dos triunfos (en Santa Fe y en Mendoza), luego siguió con otras dos victorias ante Talleres (local y visitante), derrotó por 3 a 1 en el partido de ida ante Instituto y fue a jugar la revancha a Alta Córdoba con la ventaja de dos goles pero sabiendo que si el resultado favorecía, también por dos goles, al equipo cordobés, se quedaba con las manos vacías.
Si bien el equipo venía funcionando muy bien y en crecimiento, la agónica clasificación con el gol de Clotet en Mendoza significó un repunte excepcional y terminó jugando de gran forma el octogonal, logrando el ascenso hace exactamente 24 años.
Al año siguiente, casi el mismo equipo con algunos pocos retoques (Yorno y Giuntini, entre otros), protagonizó una decorosa campaña en Primera. Varios de aquéllos jugadores fueron transferidos y le dieron un ingreso económico importante al club, en tiempos de penurias económicas.