La cantautora esperancina radicada en Traslasierra está presentando videos de las canciones de “Oniria”, su primer disco como solista, registrados en la intimidad del estudio. El Litoral dialogó con la polifacética artista para conocer más sobre su obra, su impulso andariego y un presente de introspección en pandemia.
Gentileza Serendipia Artistas La portada del álbum, que fusiona a Zelko con la naturaleza que tanto ama.
“Cantautora, actriz, bailarina contemporánea. ‘Oniria’ es mi primer álbum de canciones propias. Vivo en Traslasierra, Córdoba, Argentina”. Así se define hoy la esperancina Varinia Zelko, quien sigue presentando “Oniria”, su primer disco como solista. Editado el año pasado, y luego de ser tocado en vivo en gira andariega (interrumpida por el cierre de fronteras), hoy tiene un despliegue audiovisual en los registros que Sayi Richiger realizó de la grabación de varias de las canciones, de la mano de músicos invitados.
El Litoral construyó un puente hacia las sierras para conocer más sobre el universo personal de la artista.
Camino propio
—¿Cómo fue el proceso de composición de las canciones de “Oniria”?
—“Oniria” reúne mi primer trabajo como compositora. En principio, no hubo una idea de componer para este álbum sino más bien fue el comienzo de otra etapa dentro de la música y elegir las composiciones que quería registrar es algo que surgió después. El proceso tuvo que ver más con soltar un poco mi rol de intérprete, que compositivamente se centraba en lograr una versión propia de una obra ya existente. A pesar de que, por ejemplo, mi papá (Carlos Zelko) es cantautor y tengo muchos amigos que componen, hacer canciones propias me parecía algo muy lejano.
El cambio abismal que implicó venirme a vivir acá a Traslasierra fue algo que, sin dudas, me dio la posibilidad de otra búsqueda. Cuando venía de vacaciones al Valle siempre me generaba algo especial a nivel creativo, no me daba cuenta mucho en ese momento, creo que lo dimensioné cuando vine para quedarme. Más allá de que vivir en la naturaleza siempre ayuda a acercarnos a nosotros mismos, acá hay una profundidad en el silencio con la que hay que aprender a vincularse entre otras cosas. Sumado a esto, coincidió con el comienzo de un camino que tomé, relacionado con la medicina tradicional aborigen y la toma de plantas sagradas del pueblo Comechingón y siento que esto también fue parte de esa transformación personal.
En esto de “animarme” a hacer canciones, otra cosa que me dio un empujón, que me hizo dar cuenta de que no necesitaba ser una iluminada para componer, fue un seminario de composición que venía a dar Edgardo Cardozo. Al principio, obviamente quería tomar esas clases, pero por sobre todo me parecía interesante conectar con músicos de acá y comenzar algo en este lugar nuevo para mí.
Imágenes y texturas
—En relación al título, contabas que hay canciones que vienen de sueños.
—Sí, muchos sueños fueron disparadores para escribir cosas que devinieron canciones. Me gusta mucho componer con partes de cosas que voy pensando, que veo y voy registrando, quizás en distintos momentos, o ante diferentes estímulos y, tal vez, eso da en mis canciones algo de fragmentado o inconexo que se parece a la forma en que se suelen presentar las imágenes o relatos que soñamos.
Por otro lado, “Oniria” antes de ser el álbum de canciones se gestó como un espectáculo audiovisual que fuimos creando con Sayi Richiger, en el marco de nuestro proyecto conjunto Serendipia Artistas. Tomamos mis canciones como hilo conductor de la obra y Sayi fue armando con un retroproyector un mundo que se va transformando y tiñendo de la esencia de cada tema. En escena voy jugando con mi sombra y con esa especie de universo que me envuelve, por momentos se desarma, se vuelve a construir tomando otras formas y así va mutando constantemente.
—Hay algo de música académica o contemporánea en las armonías, los ritmos y las texturas: “Y el mar también” tiene mucho de todo esto. De todos modos nunca se pierde la conexión con la música popular y urbana argentina. ¿Cómo se fue dando esta búsqueda creativa y sonora?
—Si bien estudié música, creo que en mí pesa mucho más lo que he escuchado desde muy chica, las obras que elegí interpretar y una forma de crear más desde la intuición. De hecho, me ha pasado al compartir mis canciones con otros músicos, no tener idea de lo que estoy tocando y recién ahí hacer el trabajo de analizar y “traducir”, pero no compongo desde ahí, generalmente no me planteo armonías o escalas a priori. Muchas armonías aparecieron jugando con la guitarra, que es un instrumento relativamente nuevo para mí, para después desde ahí ir trazando melodías con la voz. Otras veces, partí de una letra, nunca es igual. Me pasa mucho de estar en un momento o lugar “inapropiado” para ponerme a trabajar en una imagen o idea que aparece y tengo la costumbre de registrar eso, anotar algo o grabar una nota de voz. Y después me pongo con esos recortes y le encuentro una coherencia, una unidad. Me gusta proponerme cosas simples y también permitirme que, en algún momento, eso que viene caminando tropiece. En eso más deformado, que tal vez es menos amable, yo encuentro algo muy mío. Confieso que, por momentos, me pregunto si eso no espantará a los que escuchan, pero creo que siempre a alguien le puede provocar lo que a mí.
Ampliación
—Grabaste en Sonorámica, un estudio de Traslasierra que se está poniendo de moda para encerrarse a trabajar. ¿Cómo accediste a trabajar en ese lugar?
—¿Se está poniendo de moda? qué bien, ¡merecido! Es un estudio increíble, no solo a nivel técnico, el ambiente es hermoso y de una gran calidez humana.
Sonorámica queda muy cerca de donde vivo. Acá, cerca es bajar los kilómetros que nos separan de la ruta y volverlos a subir, pero en otro camino. Y el paisaje serrano es el mismo de mi “patio”. No me daba lo mismo grabar en un cuarto de cualquier ciudad. Cuando hablé con Seba (Sebastián Ruiz, dueño del estudio), no nos conocíamos, pero enseguida se fue dando que formó parte de la producción del disco y eso fue muy importante. No solo a nivel de grabación sino musical, fue aliado fundamental para muchas decisiones que se van tomando en este tipo de procesos. Yo tenía muy decidido y claro lo que quería grabar, pero tener siempre otra mirada, u oreja en este caso, fue potenciador.
—¿Cómo fue el convite a los músicos que participaron en la grabación?
—La primera etapa del disco fue grabar los temas yo sola como suenan en vivo. Después de la escucha de ese material, en la que se sumaron amigos músicos, surgieron las ideas de instrumentación final. En algunos casos, como con mis hermanos Ramiro y Flor, y con Gabo Tello ya habíamos tocado juntos incluso con Gabo hemos compartido mucho mis canciones y las suyas; y en el caso de Diego Cortez, Jonatan Szer, Rafaela Mosoni y Rafael Riveras nos conocimos en distintos momentos y los invité a sumarse. Fue hermoso, primero que aceptaran la invitación y después poder intercambiar ideas con cada uno, compartir las intenciones que yo tenía en la canción que iban a tocar y así recibir sus propuestas y arreglos musicales.
Concepto integral
—Más allá de su propia identidad, hay una unidad de sentido en las canciones, que se traslada a lo sonoro. ¿Se charló esto con el productor y los músicos?
—Cuando empecé a grabar ya veníamos haciendo con Sayi el espectáculo y yo quería trasladar al disco esa idea de “un todo”. Incluso desde ese momento tenemos prevista una producción audiovisual que está ahora en proceso y tiene que ver con eso. El objetivo es que no sea un clip por canción sino un mismo flujo sonoro y visual. Con los músicos, fue más un trabajo de cada canción en la que participaron. Sí desde la producción ya en el inicio del proyecto tenía esa búsqueda y el laburo que hizo Seba con el sonido fue una combinación de lo que yo tenía en mente previamente con posibilidades que me fue proponiendo.
—Recientemente salieron los registros que Sayi hizo de la grabación de “Y el mar también” y “De andar”. ¿Siempre estuvo la idea de lanzar material en este formato? ¿De cuántas canciones más hay material como para editarlas?
—Ya salieron cinco videos, además de los que nombrás también están publicados “Lleva”, “Agua” y “La puerta”. Sayi estuvo prácticamente en todas las sesiones en el estudio e hizo tomas de todas las canciones, la idea es seguir lanzando cada una como registro completo del proceso de grabación. Por otro lado, el año pasado recibimos un subsidio de Inamu para la producción audiovisual que te contaba que va a ser, de alguna manera, un mediometraje. Básicamente es un video del disco completo, que no es un registro tal cual de lo que pasa en vivo, pero sí tiene la intención de llevar el mundo audiovisual que acontece en los conciertos en vivo, combinado con imágenes más de ficción y, aprovechando las posibilidades del lenguaje cinematográfico, variar los planos de las visuales generadas por los retroproyectores. Otra vez vuelvo a este concepto del “todo” que se contrapone con la idea del videoclip de cada canción.
Por los caminos
—Después del proceso de “Oniria”, realizado en el ambiente serrano, te embarcaste en una recorrida por diferentes ciudades de la Argentina y países vecinos. ¿Cómo fue esta experiencia?
—Sí, fue una experiencia de gira distinta. Normalmente salíamos por un mes, quince días y hacíamos una recorrida por alguna región con la obra y dando talleres de esta técnica de los retroproyectores como alternativa de creación escénica. Esta vez, armamos casa rodante en nuestra camioneta y salimos sin fecha de regreso ni muchas funciones planeadas. Se abrió todo otro panorama que es el mundo de los viajeros, los que viajan como forma de vida. Entonces, aunque no teníamos trabajos ya asegurados de antemano siempre se iban armando cosas, con el plus de formar parte de una hermosa red que va ampliando cada vez más el espectro.
—La pandemia apuró el final de esas andanzas. ¿Cómo viviste esa situación de repentino cierre de las fronteras e incertidumbre sobre lo que estaba pasando?
—Estaba a casi 4.000 km. de acá cuando en Brasil se empezaba a hablar del virus, todavía se hablaba de Europa, claro. En ese momento del viaje, habíamos charlado la opción de ir un poco más al norte o armar gira por Minas Gerais bajando y, para el invierno, entrar en Paraguay. Los dos planes quedaron desplazados una mañana que nos despertamos con una sensación extraña con esto que se avecinaba, que no sabíamos muy bien cómo iba a ser, pero que sentimos que no era para seguir de itinerantes. Muchos espacios públicos estaban cerrando, justo donde normalmente un viajero instala su “casa”. Así que, después de muchas horas por día al volante, llegamos a la frontera en tiempo récord, el día que se declaró la cuarentena. Después de “pelearla” un rato, nos dejaron entrar al país y logramos llegar a casa, a El Octógono (Espacio Cultural).
Fuera del tiempo
—¿Cómo estás viviendo esta cuarentena, sin la posibilidad de actuar en vivo por algún tiempo?
—Con mucha tranquilidad. Al haber estado en modo viajera tantos meses, este momento se me presenta casi como una necesidad. Por un lado, tengo que aclarar que la vida en cuarentena acá no implica el cambio drástico que imagino que se ha vivido en las ciudades, pero en relación a actuar siento que es una etapa más. Cuando me fui de Santa Fe y me vine “al medio del monte” estuve casi un año sin actuar hasta que me fui vinculando con artistas de acá y fueron surgiendo cosas y estuvo bien que haya sido así. Tal vez por eso empecé a componer, algo de la introspección tuvo más espacio. Y yo soy una apasionada de la vida rural, hay muchas cosas del cotidiano que demandan una dedicación distinta que cuando vivís en un departamento y me encanta dedicar tiempo a eso, no me siento menos artista si paso dos días sin tocar o cantar. Tampoco me preocupo ahora que no hay espectadores con quienes intercambiar.
Por otra parte, no me sentí muy afín a los conciertos online y esos formatos que surgieron. No porque no los considere válidos, todo lo contrario, sino porque no suelo conectar mucho con la virtualidad. Sí estoy aprovechando a compartir mi material en las redes, que es algo a lo que a veces me cuesta dedicarle tiempo y sé que hoy es el medio de dar a conocer lo que hacemos.
—Estás trabajando en canciones nuevas?
—Sí. En estos meses que estuve rodando, para la composición hubo un claro pro y contra. Lo que sumó fue que conocí muchos lugares, personas, cosas de mí que no me gustaron, otras que sí y esto siempre son disparadores para gestar algo. Lo que restó es que al estar “a las vueltas” siempre al aire libre o en el espacio reducido y compartido de la camioneta era difícil sentarme a trabajar con los materiales que aparecían. Tengo miles de grabaciones de cosas que he improvisado durante el viaje, un cuaderno lleno de letras, relatos, proyectos de una obra nueva y un montón de bocetos para descifrar. Lo primero que hice al desensillar fue enfrentarme con todo eso y ya salieron algunas canciones, unos textos cortos que publiqué en mis redes y sigo teniendo tela para cortar. Así que, vuelvo a decir, en este momento fuera del tiempo solo puedo estar agradecida.