Días pasados quedaron explicitadas, a través de dos actitudes contrapuestas, las distintas concepciones de país que alientan el presidente Alberto Fernández y su vice y mentora, Cristina Fernández de Kirchner. Por más disimulos y fintas que se practiquen o se intenten, por más idas y venidas que se produzcan en los movimientos presidenciales ante los mensajes directos e indirectos que recibe del Instituto Patria, cada día se ve con mayor nitidez la fisura entre las visiones que uno y otra tienen respecto de lo que hay que hacer con la Argentina.
No obstante, es mucho más sencillo saber lo que piensa Cristina, que descifrar el laberinto interior de Alberto Fernández, quien dice y se desdice con una frecuencia que confunde al más informado de los analistas.
Empiezo, entonces, por Cristina, que luego de que el presidente diera un mensaje de unidad al país el pasado 9 de julio rodeado por los titulares de las principales entidades económicas de la Argentina, pero también de los representantes de la CGT y de la CTA oficialista, hizo una de las suyas. A manera de queja, disparó un tuit con encendido elogio a una crítica columna de Alfredo Zaiat a esa “junta” en Página/12, acto narcisista, en suma, porque el artículo refleja lo que ella piensa.
Con economía de movimientos, Cristina recomendó a su grey -y al país- leer la nota “La conducción política del poder económico”, a la que calificó como el “mejor análisis” leído por ella “en mucho tiempo. Sin subjetividades, sin anécdotas. En tiempos de pandemia, de lectura imprescindible para entender y no equivocarse”. Fiel a su estilo, su comentario, suma y potencia su propia subjetividad a la del periodista, que despliega una serie de prejuicios, preconceptos y lugares comunes de los promotores del estatismo. Y lo hace convencida de que es un monumento a la objetividad. De paso, cierra con un mandato: “imprescindible para entender y no equivocarse”. La frase demuestra que Cristina cree tenerlo todo claro, por eso las opiniones de los otros sobran, y si la contradicen, incurren en el error, lo que, por añadidura, daña a la patria. Es un expresivo ejemplo de lo que significa el pensamiento único.
¿Qué dice Zaiat, discípulo de Horacio Verbitski, en la nota en cuestión?
Que lo realizado por Fernández “es una renovada invitación a un sujeto social que resiste construir un sistema económico que permita alejar la reiteración de crisis dramáticas, las cuales lo tienen como protagonista estelar en cada una de ellas.”
Es un juicio categórico que adjudica las crisis del país al empresariado argentino, sin detenerse un minuto en el análisis de los desaguisados de los sucesivos gobiernos y de la flagrante responsabilidad del Estado en la ruina nacional, que Zaiat, Cristina y el Instituto Patria pasan por alto.
Repasemos brevemente las últimas décadas: incontrolable aumento del gasto público, financiamiento de gastos corrientes con emisión monetaria (destructora del valor de la moneda), procesos hiperinflacionarios motorizados por la expansión sin respaldo del costo del Estado, fraudes económicos perpetrados por sucesivos gobiernos de distintos signos políticos en desmedro de la ciudadanía, como el ahorro obligatorio (pagado años después a valores históricos), la punción de los plazos fijos, las periódicas y brutales devaluaciones del peso, el corralito y el corralón en las cuentas bancarias a la salida de la Convertibilidad, la pesificación asimétrica de Duhalde, las restricciones de variado tipo a la libre disposición de los recursos propios, los cepos al dólar, los reiterados defaults, la continua creación de nuevos tributos nacionales, provinciales y municipales; la masiva jubilación de personas sin aportes, la malversación de recursos en compras de bienes inútiles y en obras públicas sobrevaluadas por la corrupción de Estado que abreva en esos mayores costos; la crónica inseguridad jurídica. Asimismo, el reparto de cajitas felices a los amigos con cargo a las cuentas del Estado, la formación de clubes como el de la obra pública, revelados al detalle en su ilícito funcionamiento por el expresidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Carlos Wagner, en la hedionda “causa de los Cuadernos”. En fin, podríamos extendernos, pero con esto alcanza para advertir la acumulación de conductas desviadas e ilícitas que nos han sumido en el desastre, con la estelar participación del Estado a través de su encarnadura funcional: los gobernantes elegidos periódicamente por el pueblo y las estructuras administrativas requeridas para gestionarlo.
Es verdad que sectores del empresariado, anillados a un funcionariado corrupto, han hecho pingües negocios a costillas del Estado. Y que la política, desde el restablecimiento de las instituciones en 1983, se ha ido contaminando en un crescendo cada vez más peligroso, tanto para el costo del Estado cuanto para la pérdida de su reputación inicial, aquella que en el amanecer de la democracia recuperada fue motivo de celebración popular y esperanza de cambio.
Zaiat habla de la migración de capitales privados al exterior. ¡Chocolate por la noticia! Hace décadas que esto sucede, tantas como las que han transcurrido desde que la Argentina se extravió en el laberinto de políticas populistas a la violeta, improvisadas antes de cada elección con objetivos de corto plazo, que en el tiempo se han sumado como parches inconexos que traban el desempeño del Estado y constituyen un monumento a la irracionalidad.
El periodista cuestiona la trasnacionalización de algunas empresas argentinas en un mundo que se ha globalizado a pasos agigantados. ¿Qué esperaba? ¿Que se quedaran a morir de inanición en un mercado que se constriñe de continuo por el avance de una creciente pobreza que ya abarca al 50 por ciento de la población? Son reflexiones extrañas en un economista, que no ofrece un solo número ni proyección estadística en sustento de sus afirmaciones. Es que se trata de un periodista militante, que ataca con nombres propios a los enemigos elegidos por Cristina en el ámbito de las grandes empresas nacionales, que en rigor son pequeñas dentro del ranking internacional.
Zaiat escribe su nota para Cristina, ella se entusiasma con un texto en el que se ve a sí misma y que, de paso, usa para cuestionar el gesto de Fernández orientado a lograr niveles de diálogo que permitan acercar posiciones para sacar a la Argentina del marasmo.
Para él, el mundo de los grandes empresarios, muchos de ellos vinculados de distintas formas con el kirchnerismo, constituyen un sujeto social sin vocación nacional, motivo por el cual, esta nueva convocatoria habrá de deparar una nueva decepción.
Después de una larga perorata, va al eje de su planteo. Dice que “la crisis económica global provocada por la pandemia abre una pequeña fisura para cuestionar con evidencias imposibles de ocultar y, fundamentalmente, para replantear el funcionamiento de la actual fase del capitalismo neoliberal hegemonizado por las finanzas globales.”
Tiene razón, a mi criterio, de que la cuestión financiera merece un análisis profundo, porque se aparta cada día más de aquel sentido inicial de soporte indispensable para crear, en interacción con el trabajo, la innovación y la inversión, un círculo virtuoso de desarrollo. Es verdad que hoy la economía financiera se retroalimenta a sí misma y se aleja de la economía real y de un capitalismo sano.
Dice Zaiat, y adhiere Cristina: “El presidente Alberto Fernández propone la reconstrucción de la economía a partir de un capitalismo con otras bases. Para esa tarea está convocando a un sujeto económico que hoy es otro...”.
Y prosigue, con un acento que desnuda su culto a la deidad estatal: “La debacle económica y social por la covid-19 brinda una oportunidad excepcional para fortalecer el rol central del Estado en relación al mundo empresario y para el ordenamiento del funcionamiento de la economía”.
“La pospademia en la economía y, en especial, la reconstrucción de una nueva normalidad económica, porque la anterior dominada por el bloque de poder tradicional probó ser un fiasco en términos de bienestar general, requerirá ampliar la base social de la alianza con el sector privado, incluyendo a pymes, cooperativas, emprendedores, firmas recuperadas, empresas de la economía popular.”
Ese es el núcleo del planteo. Más Estado, con fuerte participación de los sectores de la llamada economía popular. Desde mi punto de vista, más Estado es más déficit, máxime con estos intérpretes. No está mal que se promueva la economía popular para que sume su esfuerzo al de la economía general. Después de cuatro meses de apagón económico en el sector privado -con excepción de la producción rural y, en parte, la agroindustrial- queda a la vista el quebranto absoluto del Estado, y por contraste, la necesidad de contar con una vigorosa actividad económica privada para revertir la tendencia en la post cuarentena.
Fernández parece creer en la necesidad de articular (a la europea) la acción del Estado con la economía privada. Por eso recibió con interés el documento emitido por las cámaras de la agroindustria denominado “Estrategia de Reactivación Agroindustrial Exportadora Inclusiva, Sustentable y Federal”, con la cual apuntan a aumentar de 65.000 a US$ 100.000 millones las exportaciones totales por año y a proyectar la creación de 700.000 nuevos empleos en ese despliegue de crecimiento. Son proyecciones factibles. A esa propuesta se suma la UIA con su propio plan y la idea de buscar el mayor grado de compatibilización.
Ambos bloques económicos coinciden en que los sectores de la producción y el trabajo deben ser los pilares de toda política de Estado, y que éste debe brindar las condiciones macroeconómicas y de promoción del empleo para que la rueda empiece a girar en sentido positivo. Es una visión distinta, más abierta al mundo, que Fernández pareciera compartir. Es, por otra parte, lo que la Argentina necesita para obtener los dólares que puedan pagar el acuerdo con los acreedores privados, si este al fin se concreta; llave a su vez de una renegociación con el FMI en busca de facilidades y tiempos ampliados.
El problema es que esta fórmula rompe el espejo en el que Cristina, convencida del fin del capitalismo, se mira con embelesado narcisismo.
Zaiat escribe su nota para Cristina, ella se entusiasma con un texto en el que se ve a sí misma y que, de paso, usa para cuestionar el gesto de Fernández orientado a lograr niveles de diálogo que permitan acercar posiciones para sacar a la Argentina del marasmo.
Los sectores de la producción y el trabajo deben ser los pilares de toda política de Estado, y que éste debe brindar las condiciones macroeconómicas y de promoción del empleo para que la rueda empiece a girar en sentido positivo. Es una visión distinta, más abierta al mundo, que Fernández pareciera compartir.