Héctor Rubén Benegas tiene 73 años y es jubilado. Es vecino de Barranquitas de toda la vida. “Yo nací acá... mis padres fueron fundadores del barrio”, se jacta. Él y su familia vivían una vida tranquila en su casa de calle Pedro Centeno al 4000, al oeste de avenida Perón, a muy pocos metros de avenida Iturraspe. Todo cambió drásticamente a partir del sábado.
“Mi hijo volvía a casa. Era de madrugada y él llegaba en moto por la avenida. Enfrente hay un kiosco y estaban estos tipos tratando de cometer un robo. Entonces lo bajaron de un piedrazo y le empezaron a pegar cuando estaba tendido sobre el pavimento”, recordó el hombre este lunes.
“Como no pudieron robar el kiosco lo agarraron a mi hermano”, acotó Blanca. “Le sacaron el teléfono celular y también la billetera. Se querían llevar la moto, pero una persona fue rápido a avisarle a mi papá de lo que estaba pasando. Él salió y cuando llegó a la esquina, lo estaban esperando escondidos. Le pegaron un palazo de atrás y lo hicieron caer”, dijo la mujer.
Héctor la interrumpió. “Mi hijo -que tiene 28 años y su mismo nombre- ya estaba inconsciente en el piso y le seguían dando. Le arrojaron una piedra en la cabeza y después un palazo. A mí también me siguieron golpeando mientras estaba tirado. No nos mataron de casualidad”, contó.
Los dos terminaron en el hospital Cullen, con graves lesiones en distintas partes del cuerpo, pero sus problemas recién comenzaban.
“Hicimos la denuncia por lo que nos habían hecho y desde entonces que no paran. Conocemos a los delincuentes. Viven a la vuelta y tienen problemas con todo el barrio, porque son ladrones, rastreros (les roban a los vecinos). El domingo, como siempre, hice un asado y sacamos la mesa a la vereda para comer ahí. Ellos aparecieron de la nada a los gritos. Estaban enojados porque los denunciamos. Patearon todo, se metieron adentro de la casa y decían que me iban a matar”, relató el jubilado. “A mí me pegaron un sillazo en la nuca”, apuntó Mercedes, otra de sus hijas.
Este lunes continuaron los ataques, que estuvieron a punto de terminar de manera trágica.
“Esta mañana, mi papá y mi hermano volvían de ver al médico policial, por la denuncia, y se amontonaron en la esquina. Estaban todos enfierrados. Desde allá nos mostraban las armas. Uno se largó corriendo y le tiró un chuzazo a mi viejo, que lo pudo esquivar. Entonces nos metimos dentro de casa y alcanzamos a cerrar la puerta antes de que empiecen a tirar. Los balazos dieron en el frente y también en el auto que teníamos enfrente. Cuando mi marido vino a buscar a nuestra bebé, también le pegaron dos tiros en el vehículo. Una locura”, relató Blanca con una mezcla de bronca y preocupación.
Desde afuera se seguían escuchando las amenazas. “Nosotros hablamos con el fiscal y salimos... Vos sos ‘gorra’ y ‘vigilante’”, se oía.
Al filo de la tragedia II
Un patrullero llegó minutos después a la escena, por llamados a la central de emergencias 911. “Los policías escucharon cómo nos amenazaban, pero después se tuvieron que ir”, recordó Blanca.
“Al rato comenzamos a escuchar ruidos en el techo y sentimos olor a nafta. Entonces me asomé por la ventana y ví que el auto (un Fiat 128) estaba en llamas. Entonces llamamos a los bomberos, que pudieron apagar el fuego”, puntualizó.
Cuando la policía examinó el techo de la vivienda de la familia Benegas encontró una bomba tipo molotov (una botella con combustible) que afortunadamente no explotó, porque el trapo que era utilizado como mecha se apagó antes.
“Es una barbaridad todo esto. La justicia tiene que hacer algo, por el amor de Dios. Estas lacras le hacen lo mismo a todos los vecinos, pero nadie se anima a denunciar porque tienen miedo a las represalias, que les quemen todo. Al auto le habían robado ya las cuatro ruedas hace días, cuando le cascotearon la casa al vecino de la esquina mientras le gritaban que se iba a tener que ir de su vivienda”, relataron.