Cierto es que en las últimas décadas el surgimiento y la consolidación de los barrios privados ha experimentado una suerte de “boom” y que la ciudad de Santo Tomé no ha estado exenta a esa transformación urbana que, además, fue acompañada por un aumento en su demografía, posicionándola actualmente dentro de las 7 ciudades más grandes de la provincia de Santa Fe.
Ahora bien, se advierte que el avance de los barrios privados en nuestra ciudad y el aporte en términos económicos que realizan quienes habitan en dichas zonas, a través del pago de sus tributos en concepto de impuestos, tasas y contribuciones; tiene una relación “desigual” con el acompañamiento que reciben del gobierno local, lo que permite afirmar la carencia por parte de la gestión local de una visión integrada al área metropolitana que coadyuve a lograr un sentido de pertenencia de dichos sectores y posibilite reforzar sus vínculos sociales dentro de la ciudad.
La evidente desigualdad estructural, los alarmantes hechos de inseguridad y la falta de obras y servicios que merece -tal como se dijo anteriormente- una de las siete ciudades más importantes de la bota santafesina, y la segunda dentro del departamento La Capital, desnuda la ausencia de una planificación tan necesaria para los tiempos que corren y que la sociedad demanda con justa razón. Muestra de ello es que gran parte de los santotomesinos aún no cuentan con servicios básicos acordes a las necesidades de una ciudad de aproximadamente 80 mil habitantes. En muchos puntos los vecinos padecen el deficiente servicio de agua potable, de recolección de residuos sólidos urbanos, de alumbrado público y mantenimiento de calles, en su gran mayoría de tierra.
Esta situación de estancamiento y envejecimiento de la ciudad, se profundiza en la coyuntura por decisiones políticas desordenadas que no priorizan una proyección de localidad inclusiva, amigable con el medio ambiente, guiada por un proceso de transformación e implementación de políticas públicas en coordinación con la promoción de la inversión privada.
Pasó más de una década de una misma conducción política que, sin desconocer sus aciertos, ha desviado su mirada y sus esfuerzos en mejorar la infraestructura de la ciudad y garantizar el desarrollo, crecimiento y el mejoramiento de la calidad vida de los santotomesinos. Ejemplo de esto resulta la reincidencia en la postergación de respuestas y, consecuentemente, la falta de intervenciones y acciones en distintos sectores de la ciudad que piden soluciones y no palabras. Uno de ellos y que particularmente más aporta a las arcas municipales: los barrios privados.
Los vecinos que residen en estos barrios pagan una tasa de servicios más alta que el resto de los santotomesinos, pero la pregunta que debemos hacernos es ¿cuál es la contraprestación que el gobierno de la ciudad destina a dicho esfuerzo? Actualmente es difícil encontrar alguna. En 2020, la Municipalidad estimó que recaudará más de 33 millones de pesos en concepto de los impuestos que pagan los habitantes de esa zona. Sin embargo, no está en la agenda municipal ni tampoco se ha evidenciado ejecución de acciones para atender aspectos mínimos que reclaman nuestros vecinos, como son el arreglo del acceso norte, el mantenimiento de las colectoras, la iluminación de la zona. Sin mencionar que la conjunción de estas falencias y falta de determinación política para solucionarlas colaboran con la preocupante inseguridad que presenta la ciudad y que se agudizó en el contexto de emergencia sanitaria que estamos atravesando.
Con profunda preocupación y -porqué no- con cierta tristeza, existe actualmente un hartazgo de gran parte de estos vecinos que, muchas veces se sienten más santafesinos que santotomesinos y con razón. Con razón porque no existe -y hay que decirlo con todas la letras- una planificación estratégica orientadora de la actuación urbanística y de intervenciones sobre territorio que busque integrar, regular los usos y conectar esta zona con el resto de la ciudad.
Semanas antes de que la ciudad y el mundo quedaran paralizados por la emergencia sanitaria del COVID-19, los vecinos de estas zonas levantaron fuerte su voz solicitando que la intendenta los escuche y dé respuestas de forma urgente a peticiones que a todas luces son legítimas.
De ese reclamo nos surge otro interrogante: ¿Es posible que aún éstas zonas -y muchas otras de la ciudad de Santo Tomé- no cuenten con las condiciones de conectividad, accesibilidad y transitabilidad necesarias que permitan vincularlas con el resto de la ciudad? Es posible y es la realidad (triste) por la que atraviesan muchos vecinos; lo que no podemos es admitirlo ni permitir que se siga -como se dice en la jerga futbolera- “tirando la pelota para un costado” y haciendo caso omiso a las responsabilidades que significan un Estado presente. Los gobiernos locales son claves en esa construcción porque, en definitiva, son puentes que permiten pensar políticas públicas de inclusión y achicamiento de las brechas existentes.
En el mismo orden se encuentra el deficiente servicio de alumbrado público y el mantenimiento de malezas, factores que sin dudas inciden de manera directa en el aumento de la inseguridad.
Dicho esto, advertimos que la recaudación del Municipio no impacta en las zonas de barrios cerrados. Pero basta con recorrer un poco otros barrios como El Chaparral, Las Vegas, Los Hornos y Las Adelinas, entre otros, para tener opinión fundada de que tampoco ahí los recursos del gobierno local se destinan ni se redistribuyen a obras o servicios que permitan superar condiciones de vulnerabilidad que requieren atención impostergable.
La coyuntura demanda crecientemente la realización de nuevos desarrollos urbanísticos, que vendrán escoltados nuevamente de un incremento en la densidad de habitantes de ese sector de barrios cerrados, que hoy -como en otras zonas de la ciudad- no cuentan con la infraestructura y la prestación de servicios indispensables, ni siquiera para quienes ya viven allí. Estamos hablando de una de las zonas con mayor proyección, potencial de expansión y urbanización que tiene el área metropolitana en general y Santo Tomé en particular. Una oportunidad inmejorable para no detenerse y plantear a la comunidad una ciudad con perspectiva a futuro, que garantice los servicios, las obras básicas, la inversión público-privada y la integración para las próximas décadas.
Si queremos que eso ocurra antes de que sea tarde, es momento de que la Municipalidad salga del letargo y comience a administrar los recursos con mayor eficiencia y eficacia. Los santotomesinos añoran y merecen, una presencia activa del Estado local que responda a las necesidades de la población. En definitiva, una ciudad en la que la planificación se imponga por sobre la improvisación. Es ahí el primer paso que nos marcará el norte y permitirá que muchos sectores no sigan quedando en el olvido.
El aporte en términos económicos que realizan quienes habitan en dichas zonas, a través del pago de sus tributos en concepto de impuestos, tasas y contribuciones, tiene una relación “desigual” con el acompañamiento que reciben del gobierno local.
Existe un hartazgo de los vecinos de estos barrios que se sienten más santafesinos que santotomesinos y con razón. Con razón porque no existe una planificación estratégica orientadora de la actuación urbanística y de intervenciones sobre territorio que busque integrar, regular los usos y conectar esta zona con el resto de la ciudad.
(*) Concejal de la ciudad de Santo Tomé