Dr. Hugo D. Valderrama (*) | Instagram - Facebook: @neurologohv
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La adolescencia, una edad que se consideraba que terminaba alrededor de los 19 años, ahora va de los 10 a los 24, según publicaron un grupo de académicos en la revista Lancet Child and Adolescent Health. Los autores argumentan que el hecho de que los jóvenes estudien durante más tiempo, pospongan la pareja estable y la paternidad, ha retrasado la percepción sobre en qué momento empieza la edad adulta.
Frank Furedi, profesor de Sociología de la Universidad de Kent en Inglaterra, dice que hemos infantilizado a los jóvenes y esto ha dado lugar a un número creciente de hombres y mujeres jóvenes que se acercan a los 30 años y aún viven en el hogar familiar. “A menudo se ha reivindicado que es por razones económicas, pero en realidad ese no es el motivo”, dice Furedi.
“Hay una pérdida de la aspiración a la independencia y de salir adelante por propia cuenta. Cuando yo estaba en la universidad, habría sido una ‘muerte social’ que se le viera a uno con sus padres, mientras que ahora es lo normal... Tratamos a los estudiantes universitarios como solíamos tratar a los escolares, por lo que creo que es ese tipo de efecto acumulativo de infantilización el responsable de esto”.
El desarrollo de esta arquitectura neuronal que nos lleva de la niñez a la madurez es determinada por múltiples factores. Las características genéticas de cada persona, la alimentación y los hábitos de vida son básicos, pero la variabilidad sobre esa base es dada por los estímulos e interacciones que se reciben del entorno.
Hagamos de cuenta que tenemos que ir de un lugar a otro, pero desconocemos dónde llevan los caminos. Elegimos uno y empezamos a recorrerlo hasta percatarnos de que no llegará al objetivo, por lo cual lo descartamos. Con señales correctas que nos guían, se hace más fácil llegar a destino correcto de manera directa. Al encontrar el sendero acertado, lo transformamos en autopista para hacerlo aún más eficiente. El resto de los caminos ineficientes se deterioran y desaparecen. Esta es una comparación muy cercana a cómo a veces transitamos la vida y también de cómo nuestros cerebros generan conexiones neuronales.
Inmediatamente después del nacimiento, existe una producción exuberante de redes cerebrales, lo que da flexibilización para el moldeado. Las experiencias sensoriales, sociales y emocionales básicas son las que optimizarán la arquitectura de los circuitos. Determinan cuáles sistemas se estabilizarán y cuáles dejarán de ser importantes desde el punto de vista funcional. La madurez emocional, imagen personal y el propio juicio de un joven, se verán afectados hasta que determinados redes, como la corteza prefrontal del cerebro y su interacción con el sistema límbico, se desarrollen completamente.
Un cerebro es una escultura que se moldea permanentemente con el estímulo que recibe, hasta que un hijo tiene la capacidad de elegir su propio ambiente, son los padres los que tienen el cincel en sus manos. ¿Es el único cincel que interviene en la obra? No, pero sí es el más importante. Los demás con cinceles, como maestros, amigos y la sociedad con su cultura, deberían estar bajo el estilo del artista principal, la familia.
Estas variables explican que aún carentes de experiencia, ciertos adolescentes de 15 años tienen índices de maduración cerebral superiores a jóvenes de 24, según resultados de estudios de imágenes cerebrales. La investigadora Ylva Ostby, del departamento de Psicología de la Universidad de Oslo (Noruega), es coautora de varios de estos trabajos.
“La maduración es un proceso gradual; por eso, fijar un momento temporal para esta madurez es una cuestión de conveniencia. Existen enormes diferencias individuales”. Según la neuropsicóloga, algunos adolescentes pueden tener sus funciones ejecutivas las que dirigen la conducta, la actividad cognitiva y emocional más desarrolladas que adultos de treinta, pero carecen de su experiencia y sabiduría; mientras que otros aún con 24 años necesitan un poco de vigilancia por parte de sus padres.
Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, afirmó: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”, y las neurociencias actuales comprobaron que podemos hacerlo a cualquier edad. ¿Qué estrategias, quiénes intervienen, en qué ambientes, qué consecuencias en el mientras tanto? El sólo hecho de adquirir conocimiento, analizar críticas y hacerse estas preguntas ya es un buen comienzo hacia la madurez.
(*) Médico neurólogo - Máster en Neurociencias (Mat. 5010)