Malabares virtuales para llevar alegría a las familias
Guillermo Chemes, conocido por el público infantil como Califleto es uno de los artistas que mostró su trabajo en la plataforma digital Capital Cultural de la Municipalidad. En una entrevista, contó cómo debió reorientar una profesión tan atravesada por el contacto con la gente.
Gentileza del artista Con su casita-valija a cuestas, Califleto lleva muchos años arrancando sonrisas entre los santafesinos en plazas y parques. Este año debió modificar su ámbito de trabajo, pero no su pasión.
Al igual que a muchos artistas, a Guillermo Chemes (a quien la mayor parte de los santafesinos conoce como Payaso Califleto) la expansión de la pandemia de coronavirus por el país le trajo diversas complicaciones para poder desarrollar su trabajo. "No la pasé bien", admitió en una charla telefónica. Sin embargo, la resiliencia prevaleció y pudo reinventarse. Hoy su trabajo "El circo más pequeño" se puede ver en la plataforma digital Capital Cultural de la Municipalidad de Santa Fe, en el apartado "Artes Escénicas". Desde ese espacio "virtual", ofrece sus habituales trucos, malabares, pruebas de equilibrio, con una (forzada) particularidad: falta la interacción con el público.
Consultado al respecto, Guillermo-Califleto apuntó en primer lugar que, en líneas generales, el trabajo previo de ensayos es más o menos el mismo que antes. "Lleva una preparación de antemano en casa donde hay que preparar lo que se va a presentar. Si bien no tenemos contacto con los niños, sabemos que ellos están del otro lado de la pantalla. Hay, sí, algunas limitaciones, juegos en los cuales se interactúa con el público en el momento y que no se pueden hacer, pero todo eso lo vas intercambiando con otras cosas. Por otro lado, tenés la tranquilidad de que se puede editar, cuando es una función presencial hay que remontar el número. Es un laburo interesante", puntualizó.
Cámara por multitudes
Para subir sus contenidos a la plataforma que creó la Municipalidad, Chemes grabó su espectáculo en la Sala Marechal del Teatro Municipal, obviamente sin público. Trabajar ante una cámara representó un reto, en especial para un artista más curtido en el intercambio con multitudes conformadas por familias. "Lo hice en forma multidireccional. Mi cuerpo y mi energía a la manera de un proyector iluminando. Siempre mirando al frente y tratando de no dar la espalda", contó.
Manejar las emociones resultó un poco más complejo. "Es muy difícil saber si el otro se está riendo o no. Lo podés comprobar con el que está filmando. Si bien yo me olvido de la cámara, estoy proyectado hacia ella, mirando. Si veo que la gente de la producción se ríe, veo que la cosa es por ahí. Pero estaría bueno tener un par de niños ahí para ver si se quedan entretenidos con lo que voy haciendo o no. Es que los niños nunca te van a mentir, si les gusta el show se van a quedar, si no les gusta se van a ir. Si no captás su atención, ellos miran para otro lado", explicó.
Al realizar un balance, Guillermo sostiene que el desafío no fue solamente para él, sino también para los que tuvieron que seguirle el ritmo detrás las cámaras. "Básicamente, fue un laburo nuevo también para los camarógrafos porque yo corro como un loco en el escenario y por ahí no alcanzaban a tomar algunas cosas. De todas maneras, es una cuestión de práctica", señaló.
Vida propia
Respecto a las variaciones que debió imponer a su repertorio, el conocido clown santafesino sostuvo que, en el fondo, los números tienen su vida propia y a partir de ahí se van seleccionando. "Tanto el de equilibrio con la bicicleta en la pera como el de los malabares con cuchillo los vengo trabajando desde hace 15 años. Esos no los cambio. Después, los otros sketches que van saliendo equivalen a un juego de ajedrez. Por ahí tirás algún juego y no sabés que va a pasar. Es como ese peón que jugás y por ahí te lo come un caballo y entonces decidís mover un alfil. De esa forma vas hilando el show. Tenés tu reina, tus alfiles, tus caballo y tus peones y a lo mejor con un chiste pequeño podés ganar el partido", ejemplificó.
Al mirar para adelante y más allá de la experiencia positiva de haber podido mostrar su trabajo en el mundo virtual, Chemes añora volver a calzarse los zapatones de Califleto y preparar su retablo para actuar con la gente ahí, al lado suyo. "Aguante el público, la calidez y la sensación de estar con las personas en vivo. La falta de eso es terrible. Estar ahí no tiene precio. Eso es lo que te marca, además, el camino a seguir, a Ahí te la jugás y tenés que ver qué número funciona mejor".