Tomás Rodríguez
Hoy se cumple el nonagésimosegundo aniversario de una de las conquista de mayor relevancia de la historia deportiva de nuestro país, cuando el representante de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires se transformó en el único nadador argentino que conquistó una medalla olímpica.
Tomás Rodríguez
La del 9 de agosto de 1928 resultó ser la presea número nueve para la República Argentina, obtenida en la final de los 400 metros libre en el curso de los Juegos Olímpicos de Amsterdam (Holanda). Por esa verdadera hazaña, conquista inolvidable y por su notable trayectoria, Victoriano Alberto Zorrilla está entre los grandes nombres del historial del deporte nacional.
Zorrilla empleó un tiempo de 5 minutos 1 segundo y 6 décimas para lograr la medalla de oro, aventajando al australiano Andrew Charlton, su notable oponente por el nivel parejo de ambos en todas las competencias que se disputaron en ese periodo, logrando la presea de plata con un registro de 5’ 3” 6/10. Detrás de ambos, llegó Arne Borg, de Suecia, con 5’ 4” 6/10, siendo beneficiado con la de bronce.
En los referidos Juegos Olímpicos, el argentino corrió también los 100 metros y los 1.500 m. estilo libre, llegando en dichas pruebas a la final, logro que lo erigió en uno de los dos únicos nadadores de la historia que disputó la definición en todas las corridas de estilo libre.
El australiano “Boy” Charlton explicó: “Ha aparecido una nueva estrella; francamente, no esperaba que Zorrilla fuera tan peligroso, pero nadó una carrera muy bien calculada. Su estilo es posiblemente el mejor de todos los vistos en los Juegos Olímpicos; tiene una brazada elegante y de un poder sorprendente, considerando su poco cuerpo”.
A su turno, Borg afirmó: “No tengo excusas para mi derrota de hoy; admito que nunca pensé que Zorrilla hubiera resultado un contrincante tan peligroso, Le tenía miedo solamente a Charlton; ví a Zorrilla pasarme como un rayo en los últimos 30 metros y cuando llegué al final no daba más”, concluyó el sueco, medalla de bronce.
El futuro “Tarzán” conocía las condiciones de Zorrilla y confiaba en que podía dar el batacazo, a diferencia del Comité Organizador, que no contaba con la partitura del Himno Nacional Argentino para la premiación. Mientras se buscaba en toda Amsterdam la partitura de la canción patria argentina, los periodistas querían conocer quiera era el “gaucho” y donde quedaba Argentina.
Pasaron dos horas hasta que la música estuvo lista, durante las cuales aparecieron las lágrimas de Zorrilla, que no se cansaba de declarar que cuando era chico su madre temerosa no lo dejaba ir al natatorio o que él había viajado a Holanda para luchar por alguna medalla, aunque consideraba que Borg era imbatible y se llevaría la de oro.
Cabe señalar que el sueco llegó a esa instancia con 32 plusmarcas mundiales en su carrera, pese a disfrutar de una agitada vida nocturna y hasta una leyenda decía que tenía un tercer pulmón, de allí su notable flotabilidad
Al finalizar los juegos, Zorrilla rechazó ofrecimientos para realizar exhibiciones en Budapest, Berlín y Viena. “Desearía poder acceder pero tengo deseos de volver a Buenos Aires con el resto de los miembros de la delegación argentina”, enfatizó el campeón olímpico de los 400 metros.
Al regresar de Holanda, se convirtió en una eminencia para el deporte argentino; siguió entrenándose y creciendo en EE.UU., donde integró una posta que quebraría el récord mundial de las 880 yardas en 1930.
Sin embargo, lo más sorprendente aconteció en 1931, porque era reconocido en la noche porteña como un notable tanguero, le apasionaba la música y el 2 x 4. Lo sorprendente es que esa temporada recorrió algunos países del viejo mundo y obtuvo otro galardón internacional que lo llenó de orgullo, al consagrarse Campeón Europeo en Baile de Salón.
No quiso ser abanderado en el ‘32
Debido a la falta de respeto, consideración y atención a los atletas que concurrieron a los Juegos Olímpicos de Los Angeles de 1932 por parte del gobierno nacional, Alberto Zorrilla renunció a participar y además se negó a concurrir como Abanderado del equipo argentino en la jornada inaugural.
Las autoridades del gobierno central de nuestro país esperaban mucho de Zorrilla en tan magna justa deportiva, era un emblema; tanto que fue elegido para ser Abanderado de la delegación argentina en la ceremonia oficial de apertura.
Incluso, el día anterior a las series de los 400 metros, había alcanzado un tiempo inferior a su récord olímpico de 1928; pero al día siguiente no fue a competir. Las autoridades de nuestro país, habían anunciado oficialmente que Zorrilla no asistió porque presentaba un resfriado y su estado se había agravado por acompañar en el automóvil al entrenador del fondista santafesino Juan Carlos Zabala durante el trayecto del maratón.
Como consecuencia de ello, la Confederación Argentina de Deportes (CAD), al desatarse la polémica, dispuso excluirlo de la delegación de nuestro país.
En esa época, una fuerte crisis económica mundial obligó a los países a recortar gastos y Argentina no fue la excepción. Zorrilla exigió condiciones mínimas de entrenamiento, transporte y estadía para él y sus compañeros para poder presentarse de igual a igual y competir contra los mejores del mundo.
Los reclamos de Zorrilla fueron denegados por falta de presupuesto, por lo que envió un telegrama en la víspera de la prueba exigiendo una respuesta urgente.
Ante el silencio de las autoridades de su propio país, el campeón olímpico consideró que la situación era insostenible y renunció a participar por ser el vocero de los reclamos de sus compañeros. Al propio tiempo, la CAD dispuso separarlo de la delegación porque su conducta se había apartado de los principios de disciplina, siendo el final de la carrera deportiva de Zorrilla en la Argentina.
Sin embargo, el primer campeón olímpico y único de nuestro país en natación, siguió ligado a esta actividad en Estados Unidos, representando al New York Athletic Club, para el cual ganó importantes competencias en aguas oceánicas a mediados de la década del ‘40 del siglo pasado.
Zorrilla aprovechó el alejamiento de la alta competencia para practicar distintos deportes que lo atraían desde la juventud; además de su pasión por la danza: waterpolo y remo, entre los más afines a la natación; pero también atletismo y boxeo. Cabe señalar que asimismo se dio el gusto de comandar aviones de la Primera Guerra Mundial.
El único nadador argentino que consiguió una medalla de oro en los Juegos Olímpicos se radicó en Estados Unidos a partir de 1954, falleciendo el 23 de abril de 1986 en Miami.