Bernardo De Diego, jefe de Terapia del Sanatorio Mater Dei
Derecho a decir adiós: un santafesino en el protocolo para pacientes con Covid-19
"En todo el mundo veíamos imágenes de pacientes que no podían despedirse de sus familiares, que permanecían aislados e interactuando con personas enmascaradas". La cruda descripción del médico fue el punto de partida para una iniciativa tan imprescindible como conmovedora. Y así la relata a El Litoral.
Magdalena Diehl El paciente Covid es el paciente más en soledad -él y la familia- que he visto en mi vida .
Una de las aristas más difíciles de la pandemia por Covid-19 es la soledad que atraviesan pacientes que cursan la enfermedad, sobre la que aún se desconoce la totalidad de sus efectos, pero se coincide en que es altamente contagiosa. Aislamiento no es una palabra sencilla de digerir para nadie, pero entre quienes deben permanecer internados y para sus seres queridos suma una importante dosis de angustia.
Bernardo De Diego es santafesino y -como él mismo explicará- médico, al igual que su abuelo paterno. Desde hace casi 40 años viene desarrollando su trayectoria en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y hace 20 que es jefe de Terapia Intensiva del Sanatorio Mater Dei de esa ciudad.
Hace tiempo que ese centro de salud puso en práctica un sistema de "terapia abierta" y con la declaración de la pandemia por el nuevo coronavirus y el crecimiento de casos con internación en piso y en área crítica, ideó un protocolo que ya se anticipa como modelo para otros efectores de salud. Así lo cuenta este profesional, clínico por vocación, en diálogo telefónico con El Litoral.
Magdalena Diehl De la vocación heredada de su abuelo, a la fascinación por el desarrollo científico con fuerte base humanista. Soy terapista por añadidura y clínico por vocación , se define De Diego.
De la vocación heredada de su abuelo, a la fascinación por el desarrollo científico con fuerte base humanista. "Soy terapista por añadidura y clínico por vocación", se define De Diego. Foto: Magdalena Diehl
"Tengo mucha experiencia en la evolución del tecnicismo y la atención en terapia, y también en el humanismo que nosotros, por ser un sanatorio de monjas (Hermanas de María de Schónstatt) practicamos desde hace mucho tiempo". "En todo el mundo veíamos imágenes de pacientes (de Covid) que no podían despedirse de sus familiares, que permanecían aislados e interactuando con personas 'enmascaradas' como nunca se hubieran imaginado. A partir de allí, las hermanas nos convocaron y se organizó un equipo multidisciplinario que pudo elaborar un protocolo para poder despedirse de los pacientes en terapia intensiva y acompañar a determinados pacientes Covid en las habitaciones de piso".
- Precisamente, una de las preocupaciones entre familiares de personas con esta enfermedad es que el ingreso a la terapia es vivido como una despedida anticipada.
- El paciente Covid es el paciente más en soledad -él y la familia- que he visto en mi vida. Llega a la guardia del sanatorio donde es separado del familiar que lo acompaña por obvias razones sanitarias. De ahí pasa a una habitación donde es aislado, y aquellas personas que no evolucionan bien pasan a terapia sin poder interactuar, porque allí no es fácil tener una tablet o hablar por teléfono. Para ese paciente en soledad se hizo el protocolo y está funcionando muy bien. La difusión que está teniendo es enorme y nos gratifica mucho porque estamos seguros de que se puede replicar en muchos lugares y eso va a aliviar esa situación de no poder despedirse de los familiares.
- ¿Cómo se puede sintetizar la aplicación de este protocolo?
- Hay dos situaciones diferentes: una es la de pacientes excepcionales que necesitan acompañamiento en una habitación común que son, por ejemplo, un niño, una embarazada que está por tener su bebé, un paciente añoso con pérdida de sus capacidades que no puede caminar o no puede autovalerse para comer. Es muy difícil que esa persona pueda estar solo en una habitación debido a que los protocolos para examinarlo son muy rigurosos, las enfermeras están sobrecargadas de trabajo y es necesario destinar un tiempo para alimentarlo. Es así que favorecemos que un familiar que haya tenido o no Covid se interne con este paciente en la misma habitación y comparta las 24 horas, ayudando y acompañando a ese ser querido. Nosotros instruimos rigurosamente a este familiar sobre el uso de las protecciones para evitar el contagio y una vez que el paciente evoluciona bien y se externa, este familiar permanece en cuarentena en su propia casa. Implementamos esta modalidad en muchas oportunidades con éxito y sin contagios, basándonos en la comunicación e instrucción precisa al familiar acompañante. Los agradecimientos son enormes y llegan de toda la familia, del paciente y del equipo médico, aliviado de tener a otra persona que nos intercomunica y nos facilita la tarea.
El otro escenario, que es muy distinto, es el de terapia intensiva. Es la despedida del paciente que evoluciona mal. En la comunicación diaria que tenemos, tanto del equipo de psicólogos como los médicos para dar el parte, se les da a los familiares la oportunidad de esta visita excepcional al paciente que puede ser, también, de despedida. Los familiares la aceptan en forma inmediata. En estos casos se opta por aquella persona representativa para el paciente, que no sea mayor de cierta edad, sin comorbilidades, con estabilidad emocional como para realizar esta visita. Luego la instruimos acerca de cómo va a encontrar a su ser querido, qué puede hacer o no en esa visita, cómo colocarse y retirar el equipo de protección personal. Hemos tenido más de 15 visitas de familiares sin ninguna complicación y recibimos un agradecimiento enorme por haberlo hecho.
- ¿Hay otros centros de salud que hayan desarrollado un protocolo similar?
- Hasta que lo empezamos a poner en práctica creo que no había antecedentes; en el mundo no los había. Teníamos comunicación con un hospital de España, también noticias de un centro de salud de San Pablo (Brasil) y el desafío que nació del ministro de Salud Pública del Reino Unido luego de un chico que murió por coronavirus en soledad. La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires está debatiendo una ley para que este protocolo pueda generalizarse y tomó como base el trabajo de Mater Dei. El sentido común y esta experiencia hace imperioso que se difunda.
- En su extensa trayectoria como jefe de terapia, ¿cómo lo interpela esta pandemia, esta situación tan nueva y extraña?
- En esta situación tan extraña y tan nueva todos fuimos sorprendidos y nos entrenamos como nunca vi entrenarse a un equipo en tiempo récord. Desde que se declaró la pandemia empezaron a tomarse las medidas para preparar al personal del sanatorio. Tuvimos dos o tres meses en que los pacientes eran contados con el dedo de una mano, y los pacientes en terapia eran una rareza hasta que hace un poco más de un mes empezó a ocurrir lo que se esperaba. Ahora estamos con muchísimo trabajo, pero en pie y con reservas para transitar esto de la mejor manera posible.
- Y ahora seguramente estarán capitalizando ese período de preparación.
- Totalmente. Hemos aprendido mucho en ese tiempo y sobre la marcha con un aprendizaje día a día. Tenemos un equipo muy sólido, muy bien organizado en terapia, con muy buena enfermería y a las hermanas que le imponen ese orden y seriedad que distinguen al sanatorio. Además, tenemos una trayectoria en humanismo: hace mucho tiempo, cuando las terapias eran puro tecnicismo, con visitas e informes médicos en horarios establecidos, nosotros decidimos abrirla, no por idea nuestra sino también imitando algunas corrientes de hace unos 15 o 20 años. Es así que nuestra terapia es abierta: todo paciente que se interne allí (salvo casos excepcionales) tiene un familiar las 24 horas a su lado. Eso nos ha facilitado mucho las cosas, porque además el paciente está más tranquilo y confiado. Cuando llegó la pandemia, las hermanas pusieron de relieve ese criterio y se organizó un equipo multidisciplinario con psicólogos, psiquiatras, médicos, neumonólogos y enfermeros que elaboró este protocolo. No solo para protección y ayuda de los familiares, sino también para el apoyo a todo el equipo tratante.
- A partir de su experiencia y con un escenario de casos en aumento, ¿cuál es su recomendación para la población?
- Hay que seguir cuidándose, mantener la distancia social y todo lo que sabemos. Pero sepan los que no pueden ver todavía a su familiar Covid que está siendo tratado por equipos que se entrenaron mucho, que tienen mucho corazón y están haciendo todo el esfuerzo para salir adelante y para que esta pandemia, con vacunas, sea pronto un recuerdo.
"Yo acompaño a los familiares de pacientes en terapia, que están sedados por lo que la interacción es muy difícil. Pero todos los familiares afirman no tener dudas de que ese ser querido recibió y entendió sus palabras".
Una temprana vocación
Una sonrisa se adivina del otro lado de la línea cuando se le pide al Dr. Bernardo De Diego que hable un poco de él. Así, cuenta que es santafesino y revela el origen de su elección profesional. "Mi abuelo era médico y si bien no lo conocí porque falleció dos años antes de que yo naciera, recibí de él todos los elogios de la gente que sí lo conoció y me habló de un médico íntegro. Todo eso marcó enormemente mi vocación".
De Diego vivió su infancia en la casa de su abuelo paterno, de quien heredó profesión y nombre. "Nunca se desarmó su consultorio y cuando era niño, en lugar de jugar a los autitos, jugué al médico. Pero en la sala de Rayos, donde me ponía el equipo de protección y hacía que sacaba radiografías".
"Tuve una hermosa infancia en Santa Fe, fui a los jesuitas y lo tuve al Papa Francisco -entonces Jorge Bergoglio- como maestrillo en el Colegio de la Inmaculada", cuenta. A los 16 años y siguiendo los pasos de su abuelo, se fue a estudiar a Buenos Aires. "Y me atrapó esta ciudad por el tecnicismo y el cientificismo que eran realmente superiores y mi avidez juvenil por la ciencia me hizo que hiciera la residencia en al Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, un lugar de excelencia en Buenos Aires y tempranamente fui a trabajar en terapia intensiva al sanatorio Mater Dei; fue en el año 1981 y desde ahí fui subjefe de terapia, y más tarde jefe que es donde ahora trabajo". Como su abuelo, la elección dentro de la carrera fue la clínica: "Soy terapista por añadidura y clínico por vocación y esa es mi práctica médica diaria. El resto de la jornada lo destino a la terapia del sanatorio".