Para el martes 18, a las 17, el Instituto Cultural Argentino Germano ha organizado una conferencia sobre el escritor suizo de lengua alemana Robert Walser, a través de zoom (ID de la reunión: 448 506 0251 Clave: 1AKWu7). El Instituto informa, asimismo, que ha preparado una serie de encuentros virtuales de este tipo, de acceso libre y gratuito para todo público, acerca de los cuales se irá informando oportunamente.
En esta ocasión participarán a distancia el escritor Enrique Butti y el licenciado Fabricio Welschen. Bajo el título “Acercamiento a Robert Walser”, los disertantes revisarán y analizarán la obra de este escritor que progresivamente ha ido conquistando un lugar central en la literatura del siglo XX. Robert Walser (Biel, Suiza, 1878- Herisau, Suiza, 1956) fue uno de los escritores más secretos y, paradójicamente, uno de los más influyentes de la literatura actual. Lo admiraron, aprendieron y escribieron sobre él autores como Franz Kafka, Robert Musil, Thomas Mann, Walter Benjamin, Hermann Hesse y Elías Canetti.
Su tema preferido fue el de la servidumbre; un aprendizaje y ejercicio de la servidumbre que dona a sus personajes un orgullo y una capacidad de observación y contemplación extraordinarios. Todos los grandes escritores son solitarios, pero Walser mereció llamarse “el más solitario de los escritores solitarios”, en el marco de esa tradición de la literatura en lengua alemana tan rica en esos especímenes, de Hölderlin a Rilke.
Aunque sus novelas tuvieron cierta repercusión en su tiempo (de ahí que Kafka haya podido leerlas en el momento de su aparición), cuando tenía 50 años Walser dejó de escribir y se recluyó en Waldau y en Herisau, en sanatorios para enfermos mentales, donde permaneció durante 30 años. A pesar de haber sostenido que “me he internado no para escribir sino para enloquecer”, siguió produciendo brillantes textos, muchos de ellos escritos en una microscópica letra gótica, que todavía hoy se siguen descifrando.
En la Navidad de 1956, cuando Walser tenía 78 años, salió del sanatorio a pasear, como lo hacía habitualmente. Un grupo de niños se encontró con su cadáver, muerto de frío, exactamente como muere uno de los personajes de su novela “Los hermanos Tanner”: “¡Con qué nobleza ha elegido su tumba! Yace en medio de espléndidos abetos verdes cubiertos de nieve. La naturaleza se inclina a contemplar su muerto; las estrellas cantan dulcemente en torno de su cabeza...”.