El ministro Matías Kulfas difundió la pasada semana un informe sobre "signos de recuperación mayores a los esperados". El dossier refiere a una caída industrial de 26,2% y 6,6% en los dos últimos meses, 2,5% de pérdida de empleo en un país con despidos prohibidos y a suposiciones sin estadísticas sobre el éxito del "Ahora 12".
Donde la esperanza es indispensable, el optimismo se manipula con la "no cuarentena" exitosa -que ya no se puede comparar con Suecia- y en la "heroica" reforma para liberar a la justicia. Se omiten la salida masiva de presos, el aumento de la pobreza, la caída del consumo, la inflación, la pérdida de reservas o la criminalidad violenta en las calles y en propiedades privadas.
El Partido Comunista Chino practica la "energía positiva" en sus dispositivos hegemónicos de comunicación por medios masivos y en redes. Con previsible sesgo de confirmación, acomoda los argumentos en orden a sus objetivos, aunque para ello tenga que omitir los hechos, o al menos algunos de ellos.
Horas atrás, José Luis Gioja -presidente del PJ- mantuvo una teleconferencia con autoridades del PCCh- en el marco de un programa de cooperación con Beijing para la "formación de cuadros políticos". El peronismo tiene en algún rincón de su vasto placard, las listas negras de José Apold; más evolucionada en el tiempo, la administración de Xi Jinping gestiona un sistema de crédito social orwelliano, a través del manejo hegemónico de las redes y el acceso a celulares y computadoras de los de "ciudadanos".
Esta semana, Oscar Parrilli intervino en plenarios de la Cámara alta que analizan la reforma judicial. Lejos de los márgenes que ofrece un sistema de partido único, pero en línea con su imagen y semejanza, propuso incluir a los "poderes mediáticos" como "grupo de presión", pasibles de ser denunciados ante el Consejo de la Magistratura de la Nación, dominado por el partido en el poder a pesar de que fue creado -precisamente- para que la corporación política no someta a los administradores de Justicia.
El ex jefe de los espías de Cristina amenaza al legítimo ejercicio periodístico contra la corrupción y el abuso. Corre una carrera contrarreloj en la que una nueva Corte es objetivo distractivo; la meta inminente es la imposición de jueces del poder (no de la Constitución), nombrados en apuro subrogante, más el desplazamiento de camaristas, para sentenciar en favor de la impunidad.
Cuando la hegemonía está en etapa de pretensión, la "energía positiva" es apenas una táctica en orden a una estrategia. El "todos" en nombre propio, el sueño del partido único, no admite la antítesis a su tesis; necesita practicar la represión a libertades elementales y disolver la independencia de poderes. Siembra el miedo a quien se atreva con apenas un gesto democrático o republicano.
Quienes afirman que "la Patria es el otro" no admiten la alteridad; podrían escalar a una nueva versión del terror, al que tarde o temprano recurren los autócratas si -como sostiene Hannah Arendt- no son consentidos por nuestra "pasiva inclinación a ser presa del error, de la ilusión, de las tergiversaciones de la memoria y de cuanto pueda ser responsable de los errores de nuestro sistema sensitivo y mental".