Pablo Aguirre Las aulas no reciben al alumnado desde marzo pero el miércoles 26 se abrieron para capacitar a voluntarias en atención de personas mayores y medidas de bioseguridad.
Las clases presenciales no se reiniciaron aún pero el miércoles a la tarde la vereda de la escuela San Luis Gonzaga, de barrio San Agustín, registra un inusual movimiento. Jóvenes con barbijos estampados con grandes sonrisas dan la bienvenida a las voluntarias -en femenino porque eran todas mujeres- que se sumaron al programa Santa Fe Capital Activa, ideado por la Municipalidad santafesina con el objetivo de tender puentes solidarios entre la población más vulnerable y personas dispuestas a ayudar. La actividad se enmarca en el convenio que firmaron días atrás el intendente Emilio Jatón y el padre Axel Arguinchona, párroco de San Agustín, barrio en el que está enclavado el establecimiento educativo donde se realizó la primera capacitación.
Allí estaban también la directora de la escuela, Susana Cristaldo, y la representante legal, Gloria Borri quienes, en breve diálogo con este medio, hicieron un rápido pero demoledor balance de la situación que atraviesa la población en medio de la pandemia, donde destacan la pérdida de las fuentes de trabajo -en muchos casos es informal-, y la necesaria pero insuficiente subvención del Estado como forma de subsistencia. Mientras los "módulos alimentarios" que en marzo llegaban a 88 familias, son demandados ahora por 644. "Es impresionante cómo aumentó la cantidad de gente que los necesitan", coinciden.
Del contexto general del barrio ubicado en el noroeste de la ciudad, emergen historias particulares y de especial cuidado: son las que protagonizan personas mayores, con discapacidad o en situación de riesgo que están más expuestas al nuevo coronavirus.
Al igual que en otras zonas de la ciudad, donde el programa ya funciona con el aporte de 11 instituciones -12 con la Parroquia de San Agustín- el objetivo es llegar con nuevas voluntades al mismísimo lugar donde se las precisan.
Pablo Aguirre
Foto: Pablo Aguirre
"No se qué nos va a tocar hacer; es la primera vez que venimos para la capacitación", dice Marta, mientras aguarda que el padre Axel inicie la reunión. "Hay muchos abuelos solos, muchas necesidades, gente humilde. Y hay personas no tan mayores pero que también necesitan ayuda", afirma a su lado Elsa.
"Está teniendo trabajo Ceferino", comenta Sandra mientas sostiene en sus manos la estampita de Namuncurá que se repartió entre el grupo antes de comenzar la reunión. Ella es asistente escolar del Jardín de Infantes del complejo que lleva el nombre del beato argentino, en barrio Yapeyú. Y tiene su propia manera de calcular cómo fueron aumentando las necesidades: "De 90 viandas para adultos mayores terminamos con 145 los lunes, miércoles y viernes"; en una tarea a pulmón que se hace desde la parroquia. Más allá del drama que implica la falta de un plato de comida en la mesa, reconoce que "fue un trabajo muy lindo porque el grupo de jovencitos y jovencitas se tomaron muy a pecho esto de repartir puerta a puerta", mientras reconoce que desde su lugar siempre está involucrada en alguna tarea solidaria; "es mi granito de arena y es lindo porque siempre suma".
Esfuerzos articulados
"Ya veníamos realizando esta tarea de ir casa por casa, familia por familia -confirma el padre Arguinchona tal como se lo dijo al intendente Jatón cuando firmaron el convenio para integrar la parroquia al programa municipal. "Tenemos la gracia de conocer bien el barrio, pero en estos momentos hay muchas necesidades particulares en la gente: necesidad de que alguien la escuche, necesidad de oración y también de ayuda material; pero en ese orden".
Pablo Aguirre La necesidad de colaborar de alguna forma para hacer más llevaderos los efectos de la pandemia motivan la inscripción al programa.
La necesidad de colaborar de alguna forma para hacer más llevaderos los efectos de la pandemia motivan la inscripción al programa. Foto: Pablo Aguirre
Por otro lado, confía en que este vínculo entre municipio y voluntariado con la población del barrio acelere la resolución de temas puntuales, "como cuando nos encontramos con una persona sola, con discapacidad y que no puede ejercer el cobro de la pensión. En temas como los medicamentos o la necesidad de una silla de ruedas, la Municipalidad tiene la manera de resolverlo con mucha mayor rapidez".
"Creo que va a ser una escuela muy linda para todos porque nos va a enseñar que no tenemos que separar compartimientos estancos entre lo público y lo privado: nosotros aportamos lo nuestro y el Estado lo suyo, y entre los dos vamos a hacer que la gente pueda tener una vida más digna", confió el sacerdote.
Precisamente, el director de Derechos y Vinculación Ciudadana de la Municipalidad, Franco Ponce de León, señaló que "más allá de la capacitación y la acción del voluntariado por el tema Covid, se trabaja en forma articulada con otras áreas del municipio: "Si el voluntario o la voluntaria ve algo especial en esa persona a la que asiste, se comunica y coordinamos con el área de Adultos Mayores, con Desarrollo Social, Discapacidad u otros organismos, y con la provincia". De esa manera se asegura una respuesta rápida y eficiente.
Paciencia
Florencia Costantini es Coordinadora Ejecutiva de Identidad Barrial y Ciudadana del municipio y reconoce que "la motivación por colaborar emerge en este contexto particular de Covid, y hay muchas personas inquietas por querer ayudar; yo les digo que tengan paciencia porque no es que se anotan y mañana ya van a tener una tarea asignada". Ésta puede ser llevar una orden médica a un centro de salud o que alguien saque a pasear a las mascotas. Y luego, "esa ayuda se convierte en una contención telefónica o una voz distinta para escuchar".
Pero no es cualquier escucha. Lo explica Florencia, psicóloga de la Cruz Roja que ese día tenía a su cargo parte de la capacitación en un aspecto central: ¿cómo acompañar? "Es importante explicar a las personas voluntarias cómo poner un límite y no abrir esas puertitas emocionales que después no puede contener". "La intención es hacer un acercamiento afectivo de contención y de escucha más que nada; no de resolución". Que no parezca poco: "Una escucha activa implica un montón de estrategias como saber manejar y gestionar el tiempo para que no se convierta en un vínculo de dependencia".
Como se ve, es mucho más que la buena voluntad lo que se pone en juego en esta tarea de atenuar uno de los tantos efectos de la pandemia.
"Vienen al barrio"
Hace prácticamente un año, El Litoral dialogó con los sacerdotes Axel Arguinchona, de San Agustín; José Milesi, de Nuestra Señora de las Américas, y Marcelo Blanche, de Yapeyú. quienes planteaban la difícil situación por la que atraviesa el noroeste de la ciudad y advertían que "hay que caminar el barrio para entender cómo es ésto".
- ¿Están viniendo a caminar el barrio?- preguntamos, casi un año después, al anfitrión de aquel encuentro.
"Lo están haciendo y qué bueno cuando el Estado se acerca al barrio. No hace falta que vengan 50 personas, pueden ser dos, pero pueden ver y solucionar los problemas. Cuando vine a esta parroquia -Arguinchona había estado antes en la ciudad de Esperanza- hablé con gente que vivía aquí desde hace muchos años para conocerlo; es importante que el Estado pregunte cuáles son las necesidades, por dónde pasa el agua, por qué no resultó alguna obra".
"Pero el Estado se fue acercando y ojalá que puedan darse las soluciones. Sabemos que San Agustín está en una zona muy olvidada desde hace años y hay muchas necesidades; en otros barrios también, pero por años este barrio ha sido olvidado. Esperemos que no sea el único que se visite, pero que se brinde una atención particular a toda la zona del norte y el oeste que está en una situación de especial vulnerabilidad".