Desde los años ‘60, desde los primeros años de esa década conozco a un muchacho del Norte Santafesino (M.T.), afincado en Rosario como estudiante, luego como profesional, después empresario; hoy exitosísimo empresario.
La Peste en mi Pago fue un cambio universal. Algunos no ven el trasfondo cultural que esto provocó. No hay vueltas. Estamos en mitad del más profundo cambio cultural de nuestras vidas.
Desde los años ‘60, desde los primeros años de esa década conozco a un muchacho del Norte Santafesino (M.T.), afincado en Rosario como estudiante, luego como profesional, después empresario; hoy exitosísimo empresario.
Cada tanto nos encontramos. Es diferente el diálogo entre quienes se han conocido de un modo, en una circunstancia. Un examen, una juventud, una vehemencia juvenil y quienes, después, por diferentes razones, se encuentran. Hay algo, están por detrás las cariñosas sombras de las esperanzas aquellas o, si se quiere, aquellas miradas mas claras o, para ser mas justos, con horizontes menos “engrisados” de realidad, de las desapacibles circunstancias. Si se necesita aclarar: hay menos mentiras sociales y protocolares con tanta espalda establecida. Uno es “uno y sus circunstancias”. Nada tan cierto.
Un antiguo conocido (otro, este de Pergamino, se llamaba Miguel B.) vaya a saber a dónde lo llevó el mundo ya que quería volar, él quería volar, nos decía: …"los únicos amigos sin dobleces jugaron con vos a las bolitas”… Nunca sabré si es riguroso su dogma, pero es cierto que nos odiábamos al final de la tarde y empezábamos de nuevo a la mañana siguiente una partida de fútbol en la calle, con arcos imaginarios y pelotas de diversos orígenes (señoras y señores, yo jugué con pelota de trapo y lo fundamental: pelota de trapo humedecida). Esas amistades no tienen el alambique que fabrica el licor y lo espesa, vienen lisas y oliendo inocencias primarias.
Hace poco lo llamé a M.T. Está, como quien esto escribe, un poco más adentro de sus cosas y más despejado de las agendas.
La Peste en mi Pago fue un cambio universal. Algunos no ven el trasfondo cultural que esto provocó. No hay vueltas. Estamos en mitad del más profundo cambio cultural de nuestras vidas. Las generaciones que vienen no se cómo reaccionarán. El hecho es hoy.
La Peste cambió cimientos. Un poco sirvió, un poco. Cada uno revisó archivos del más estricto y personal pasado. Fotos y chirimbolos, recuerdos, llaves, afiches de viajes, ropa que no queda bien.
De todo se ha hecho en estos días. Hombres y mujeres cocinando según tutoriales. Y una tragedia de la que pocos hablan: ver los nietos en una teleconferencia. Está bien, no es una tragedia. Tragedia es el adiós a un ser querido sin verlo y sobrevivir porque, convengamos, el ser querido se fue y es nuestro el rencor, la angustia, la impotencia, me sale una poesía: …"y esas ganas tremendas de llorar, que a veces nos inundan sin razón…”. Me fui de tema. Qué tango ese, qué poema… Homero Manzi murió ahí, sobre el 1950. En poco tiempo Evita, Manzi y Discépolo (Enrique).
Este amigo es degustador de tangos (somos generacionales). En la conversación me decía que debíamos, apenas pudiésemos, honrar la vida.
Pregunté. Me contestó. "Claro que cuando esto termine me puedo ir 6 meses a París, claro que puedo, pero eso no sería honrar la vida que me dieron. Un café a media tarde en el Augustus, un 'wiskicito' después, una charla de política, un recuerdo de algo con discusión y diferencias, una conversación que podemos usar y decir 'se me hace tarde, la seguimos mañana'… y partir barruntando la sinrazón del otro, al que igual queremos… Mirá, negro, ésta porquería nos puso frente al dilema de honrar lo que vivimos… vos que podés, escribí algo de lo que me pasa, porque supongo que a vos te pasa, a muchos les pasa..."
Me bailaban lo que me bailan, las dos estrofas finales de un tango canción o recitado tangueado. Este: “Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas... Es igual que darle a la verdad, y a nuestra propia libertad ¡La bienvenida! Eso de durar y transcurrir, no nos da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir…¡Honrar la vida!"...
La peste en mi pago re significa el tango de Eladia Blázquez. “Eso de durar y transcurrir”… la peste en mi pago solo habilita a lo peor, al rutinario salvataje. Respirar, lavarse las manos, esconderse y dejar hacer y dejar pasar. Agradecer que estamos vivos. Es mucho. Cierto. Pero sobre el honor de vivir, de haber vivido es poco. Es nada.
Já. Recuerdo haber discutido sobre qué brebaje, qué licor, qué blend, si escocés o irlandés ése licor en el anochecer. Añoro una discusión tan tonta, tan llena de la nada que es honrar la vida con las cosas que se hacen por elección, no por obligación. Honrar la vida es elegir, no que la peste en mi Pago elija por mi… y por M.T. Como escribió “la gallega” Eladia. Que nada sabía de esto, pero lo imaginó, porque esta Peste es la que cambia –culturalmente- el mundo, pero seamos sinceros, venimos de varias pestes en el alma.