El saldo comercial del país marcó un superávit de U$ S 9.500 millones en 7 meses, a costa de un significativo achicamiento del intercambio. Pero las reservas llevan 12 semanas seguidas de caídas y sólo del 7 al 11 de septiembre la autoridad monetaria perdió U$ S 163 millones. Martín Redrado ha advertido que “no es sostenible” una ecuación en la que, a pesar de generar dólares genuinos, la autoridad monetaria pierde divisas.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, ha ratificado que no quiere cerrar más el cepo; la autoridad monetaria analiza hacerlo a falta de políticas consistentes que solucionen el problema. Eso a pesar de que, en su administración paso a paso, está devaluando a razón del 39 % anual, en un país encerrado que no gasta dólares en turismo al exterior.
Desde el día después de las Paso de 2019, cuando el dólar saltó de $ 40 a $ 60, la Argentina huye una vez más de su moneda. El gobierno nacional logró un paso decisivo en su intento por regularizar la macroeconomía -no pagará deuda en lo inmediato- que era la herencia más pesada. Pero cambió de un mercado sin pesos y déficit fiscal escaso, a otro con impresión de billetes como única fuente de financiamiento y un rojo que no bajaría de 10 a 15 puntos de su PBI. Todo en medio de la pandemia y sin solucionar la recesión o la pobreza.
En el proyecto de presupuesto, el gobierno promete bajar la inflación al 28 % (hoy está en el orden del 40 % a 12 meses) y plantea recuperar la economía en 5,5 puntos. Menospreciar la inflación le daría a la Casa Rosada la posibilidad de recaudar nominalmente más de lo que prevé, y mantener más poder discrecional de gasto público por fuera de la ley de leyes.
El optimismo oficial para bajar hasta dos tercios de su rojo fiscal, no ofrece señales de reducción de gasto, a lo que el gobierno no está dispuesto según su declarada creencia. Recuerda Martín Tetaz que en los últimos 30 años, el gasto público consolidado pasó de 30 puntos del producto a 45.
En cambio el gobierno acciona pasos inequívocos de incremento en la presión fiscal bajo épica de progresismo, y da manotazos de cajas como en el reciente recorte de recursos a la “opulenta” Ciudad de Buenos Aires, para dárselos sólo a Axel Kicillof.
La Argentina de Cristina no se anoticia del abismo; se concentra en la reforma judicial y en la búsqueda de financiamiento para las estratégicas elecciones legislativas del año próximo, concentrándose en la decisiva provincia de Buenos Aires. Procurará allí las bancas que le den quórum en la Cámara baja del Congreso nacional.
Así, la política se tensiona en Legislativo, que por estas horas comienza a analizar el presupuesto y el impuesto “a los ricos”, que va corriendo su mínimo no imponible y ya amenaza tenencias de la clase media alta. Ninguno de los borradores apunta a aumentar la productividad.
Mientras el ministro de Desarrollo Social ve rebote económico porque crecen “las changas”, el economista Eduardo Levy Yeyaty denuncia el proceso de “pobreza inclusiva” en un avance del Estado que somete a los ciudadanos.
Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), el país “de los últimos 60 años, solamente en 14 no se tuvo déficit primario. Hay un comportamiento caracterizado por contracciones y expansiones del déficit, con la excepción de 6 años continuos de superávit fiscal con inicio en el año 2003”.
El tablero de Alberto Fernández está lejos de heredar los beneficios de la devaluación de Remes Lenicov y la soja a U$ S 600 t, aún cuando una “brisa de cola” puso al commoditie en su mejor momento de los últimos 28 meses, con U$ S 376 dólares en Chicago.