Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso) y Nicolás Peisojovich
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso) y Nicolás Peisojovich
"Un optimista es la personificación humana de la primavera". Susan J. Bissonette.
Se viene verde la florida estación que tanto nos agrada, al menos a la gran mayoría, y que nos envuelve en estos estados enamoradizos, en calores soporíferos y contaminados éteres de polen y, lamentablemente, del tan padecido corona virus. Y seguimos verdes, muchos y otros tantos se despertaron con fuertes dolores de dólares; la tan preciada moneda estadounidense hace estragos en el ser nacional, y cuando se convertía en popular, de un impuestazo y sin vacunas; dando por finalizado el sueño ahorrador de aquellos que hacían la jugarreta del "compre 200" por derecha y "venda 200" por izquierda; artilugios monetarios que solamente en un país como el nuestro puede convertirse en un deporte nacional con moneda internacional. Ya lo decía nuestro bien amado Tato Bores allá por el año 62´: "Todos compramos. Todos juntamos. Y el día que tengamos muchos dólares podemos pegar un golpe fantástico. Yo le voy a explicar: resulta que el dólar es la moneda norteamericana. El día que tengamos todos los dólares del mundo iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país. Yo no me explico cómo los yankis que son tan vivos no se dan cuenta del peligro que están corriendo con nosotros." Inmenso y original veedor de la realidad argentina, ya en esos años relataba magistralmente el singular comportamiento del argentino medio respecto al dólar.
Viene verde la primavera y reverdece la vacuna del COVID19. Solo hace falta remitirnos a las noticias y a las cifras que tanto asustan, que nos demuestran que sin un genuino comportamiento social responsable y sin las medidas de protección necesarias y recomendadas, esta terrible enfermedad que se las ensaña casi exclusivamente con los viejos, va a seguir multiplicándose, creciendo y llenando las estadísticas de muertes y los hospitales de enfermos. El debate sobre las medidas, sobre la longitud en el tiempo de la cuarentena, que no es tal, no al menos si la comparamos con aquella rigidez inicial implementada aquel 19 de marzo del corriente año, y de todo el asunto anti que tiene un tufillo político que precede a la enfermedad; de si levantar ciertas restricciones; si reglamentar ciertas actitudes sociales, no hace más que confundir y crear cierto malestar tenso e intenso. Toda ésta vaguedad deja entrever una lucha de ideas contra ideas, de reacciones contra acciones, que no hacen más que mostrar la hilacha de una sociedad que está harta y que a su vez tiene miedo, y en el medio, cuando no, los "miedos de comunicación" que flaco favor terminan haciendo a una Argentina que sigue luchando con sus fantasmas pasados y los futuros cucos por venir, y qué si no vendrán, los vamos a inventar. Los argentinos necesitamos la vacuna, porque se sabe qué si el problema es mundial, acá se magnifica, de puro exagerados que somos, porque nosotros no andamos con chiquitas.
Vienen verdes las sonrisas infantiles y los amores juveniles símiles a las de primaveras de antaño ¡bah!, de hace un año nomás. Ya sin los mates grupales, sin ese movimiento infanto-juvenil que puebla cada año nuestro bulevar ya florido por sus jacarandás y a la vista de sus imponentes palos borrachos; sin tererés, bizcochitos y facturas; sin música a un infernal volumen saliendo de sus equipos musicales y sin recitales, nuestros hermosos pavotes no van a estar pavoneándose para recibir la primavera ni festejar el día del estudiante, en un año donde el estudio fue solo virtual, sin ese fundamental y educativo contacto físico, sin recreos compartidos llenos de secretos y miradas vergonzosas y sin forjadas amistades a base de bromas y camaradería. Esta bicha y maldita enfermedad hasta se quiere robar la primavera.
Pero los sueños de primavera tienen que tener olores y colores, y si la realidad se empeña en empañarlo, peor para ella, recurriremos a los sueños, a los recuerdos, a las imágenes mentales que vamos a colorear aunque vengan pintadas en sepia.
Porque el aroma de los jazmines en flor que se cuela por las ventanas no sabe de enfermedades, porque el calor que aprieta por las siestas santafesinas no entiende de restricciones, porque las nochecitas frescas que se viven con persianas altas ignoran completamente el paso de nuestro coronado enemigo invisible. Y más me gusta la primavera porque sus noches primaverales nos invitan a soñar sin ventiladores y sin aires acondicionados.
Es tan lindo soñar que muchas veces me sueño en un sueño en el que estoy soñando, o sea, que en esas raras ocasiones termino despertando dos veces y, pues como dice el refrán, que al que madruga dios lo ayuda, cuando despierto de esos sueños en modo "mamushka", tengo la asistencia de tan honroso y divino asistente dos veces, así que no solo madrugo, también tengo el doble de ayuda recibida.
Muy atrás quedaron los brotes verdes tan primorosamente anunciados y que nunca llegarían a semilla siquiera, tan atrás y tan presentes todavía siguen los verdes billetes manejando la economía que con respecto a nuestro "peso" de peso específico real, nada de nada. Tan atrás quedará esta puta enfermedad el día que llegue el doctor, manejando su cuatrimotor, para que todas las brujerías del brujito de Gulubú se curen con la vacú, con la vacuna luna lunalú.
Sonrisa de Mona Lisa final, floreceremos la semana próxima.