-El club está en condiciones de pagarle 700.000 pesos si le ganan a Unión y de ahí no se mueve. Hágame un favor. Pregúntele a los jugadores quién estaría de acuerdo para jugar el partido...
El plantel sabalero había abandonado la concentración en San Jenaro Norte, quería un premio especial y la dirigencia ofrecía poquito más de la mitad. Incluso, se llegó a citar a un plantel de juveniles para afrontar el clásico ante el Unión del Toto. Hubo arreglo al filo de la madrugada, cenaron lo que encontraron y al día siguiente empataron sobre el final en la avenida.
-El club está en condiciones de pagarle 700.000 pesos si le ganan a Unión y de ahí no se mueve. Hágame un favor. Pregúntele a los jugadores quién estaría de acuerdo para jugar el partido...
-Ya lo hice y tengo la contestación: ninguno.
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La charla fue entre el doctor Rizzo, vicepresidente de Colón y el técnico del equipo, el Gitano Juárez. El plantel se había concentrado cuatro días antes en San Jenaro Norte. El Nacional de 1975 empezaba ese 21 de setiembre con fecha de clásicos. Colón, con el Gitano Juárez a la cabeza, había llegado de una mini gira por Chaco que disparó críticas de parte de los jugadores. "Nos hicieron jugar prácticamente todos los días y no tuvimos buenas comodidades en los hoteles", señalaron en un encuentro con la prensa para informar que pretendían 1.200.000 pesos por ganar el clásico y 600.000 pesos por empatarlo. Esto, "además de un arreglo posterior por el resto de ese torneo". Pero lo que imperaba era el acuerdo por ese partido tan especial, el tercer clásico de ese año (fueron cuatro en total, con dos victorias de Colón en el Centenario y dos empates en la avenida). También la dirigencia dijo lo suyo. Había objeciones para todos los gustos de parte del plantel, entre ellas, que se aparte al contador Salerno (era el síndico) de la subcomisión de fútbol y que los únicos interlocutores con el plantel sean el presidente Marcolín y Benito Rodríguez.
"Nosotros teníamos arreglado los premios, pero antes de empezar el torneo se aparecieron con esta exigencia por afuera del arreglo. Se habían ido de la concentración, pero la noche previa nos sentamos con los muchachos y arreglamos. Si terminamos pasada la medianoche no me acuerdo, pero de lo que me acuerdo es que de ahí se fueron a cenar unas milanesas con huevos fritos o unos tallarines, no me acuerdo bien, porque ya era tarde... Con el Gitano tuvimos una gran relación. Tanto, que cuando se fue del club estaba un poco enojado. Jugábamos al otro día con Juventud Antoniana y me dijo: 'Mire, le voy a demostrar algo y lo voy a hacer por usted'. Y ahí llamó a un jugador de los salteños, que estaba entrenando para jugar el partido. 'A ver vos, vení para acá', le dijo. Era Ricardo Aniceto Roldán. 'Eugenio, traiga a este jugador', me dijo. Al otro día, metió un bombazo en el travesaño impresionante. Lo fuimos a buscar con el 'Pajarito' Rossi y no nos equivocamos", cuenta el doctor Marcolín, presidente sabalero por aquél entonces.
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La situación era tensa. Un plantel que había abandonado la concentración, una comisión directiva firme en la postura y un clásico que se avecinaba. "Gitano, dígale a los jugadores que vamos a convocar a los amateurs, les ofreceremos un premio especial y que salgan ellos a la cancha", fue la voz de la dirigencia que no sólo se hizo sentir, sino que se ejecutó: de inmediato se hizo la convocatoria y ya desde algunos días antes del partido, percibiendo el conflicto, este grupo de jugadores se entrenaba en San Carlos, a las órdenes de Rubén Cheves, que era el técnico de la reserva y el que después salió a la cancha, pese al arreglo con los profesionales (algo que se hizo habitual en los clásicos de ese año, que Cheves dirija el equipo). Algunos nombres de esos amateurs sonarán "familiares" para muchos sabaleros. Erni, Mitchel, Fertonani, Mena, Artigues, Ferreyra, Strada, "Pepe" Báez, "Tapón" Funes, Alesso, Zamaro, Nuevo, Ciccone, Battú, Oliva, Lobos y Angel José Leroyer. Algunos llegaron, otros se quedaron en el camino. Y como si esto fuera poco, también se hizo la convocatoria para "chicos" que estaban en inferiores y que debían afrontar el partido de reserva: Garcilazo, Franco, Márquez, Nuñez, Ciucci, Jatib, Lazzaroni, Rolón, Rodríguez, Dusso, Sánchez, Luna y Pascuale.
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Y llegó ese domingo 21, luminoso en Santa Fe. El tucumano Salinas, marcador de punta, había convertido uno de los goles en el clásico del 3 a 2 que se había jugado en el cierre del Metropolitano, pero no había sido convocado para este partido. A las 14.30, es decir una hora y media antes del partido, llegó en taxi al estadio: "Recién me entero que juegan los profesionales, así que vengo a saludar a los muchachos y me quedo a verlos", dijo. Una cosa impensada para estos tiempos de celulares y comunicaciones permanentes. Algunos dicen que el plantel concentró a la madrugada en un hotel de la ciudad (no en el de San Jenaro Norte), otros dicen que no, que directamente se encontraron para jugar. Eso sí, la noche anterior de deliberaciones se hizo muy larga. Por eso, el descanso fue escaso.
Unión convirtió el primer gol a los 41 minutos del segundo tiempo, a través de Víctor Rodolfo Marchetti, en el arco de la tribuna de las Bombas. Enseguida, con el estadio todavía en ebullición, llegó una jugada de Iman por el costado derecho, ingresando al área por ese sector y clavando un zurdazo que se metió junto al palo izquierdo de Burtovoy. "Me acuerdo que el Toto Lorenzo estaba festejando enloquecido porque, por fin, podía ganarnos y vino el golazo de Iman", recuerda con nitidez el ex presidente Marcolín.
Ese de 1975, hace 45 años, se lo recordará por siempre como "el clásico del gol de Iman", un delantero que alternó algunos pocos partidos como titular y que casi siempre ingresaba desde el banco de suplentes, como lo hizo en ese clásico cuando entró en reemplazo de "Villita". El equipo de esa tarde fue con Costantino; Araoz, Villaverde, Mariano y Fernández; Mazo, Leroyer, "Cococho" Alvarez y Villarruel; Coscia y Saldaño. Un equipo estelar, que estuvo 18 partidos invicto en el Metropolitano de ese año, que daba espectáculo, que estaba lleno de buenos jugadores y que, en medio de un conflicto económico y yéndose de la concentración, ahogó la victoria de su clásico rival de todos los tiempos con el gol agónico de alguien que eternizó su apellido a los 43 minutos del segundo tiempo de aquél día de la primavera de 1975.