La provincia de Buenos Aires saltó en un solo día de 8983 muertos a 12.566 fallecidos por Coronavirus. Para expiar las culpas estadísticas -que aterran a los políticos- Axel Kicillof alegó que el Sistema Integrado de Información Sanitaria Argentino (Sisa) no estaba bien cargado, que las clínicas privadas no llevaban bien los registros.
El gobernador de Buenos Aires y su jefe de Gabinete sostuvieron además que su distrito es el único que cruzó los datos incompletos del Sisa con los del Registro Nacional de las Personas. Consuelo de tontos.
El Diputado Provincial Juan Cruz Cándido (UCR-FPCS) presentó en las últimas horas -ante la acusación implícita del bonaerense- un pedido de informes. Quiere saber cuál es el tiempo que tarda el Sisa en registrar los fallecidos por Covid en Santa Fe. “No es un dato menor; en Buenos Aires la tasa de letalidad (cantidad de muertos sobre el universo de contagiados) saltó de 2,2 a 3,2%”, advirtió.
Claro que el mismo diputado opositor admitió ante la consulta que esa letalidad por encima del promedio mundial, puede ser por el bajo nivel de testeo que subestima contagios por no advertir a los asintomáticos. El gobernador bonaerense tiene -además de un placard muy grande- un dilema: admitir que no hizo los testeos que se necesitaban, o que se murió más gente que lo tolerable para la propaganda.
Carolina Cudós respondió ante la consulta de El Litoral que en nuestra provincia nada hace presumir un salto estadístico como el de Buenos Aires. La directora de Epidemiología Provincial dijo que Santa Fe tiene kits suficientes, que se testea con altas tasas y que se están cruzando datos con los del Renaper; admitió que puede haber diferencias, pero no de la magnitud de Buenos Aires.
“Puede haber demoras de dos o tres días”, señaló la funcionaria. Explicó algunas complejidades: si el paciente muere en su domicilio, si tarda el hisopado, si era asintomático, si el “paro cardíaco” fue tal o producto de un contagio con el virus.
“Insistimos a los médicos que todo paciente que fallece tiene que ser hisopado, por más que uno crea que es por otra causa”, subrayó la funcionaria. “Estamos trabajando con búsquedas en el Registro Civil y llamamos región por región, hospital por hospital”.
La demoras entre la fecha de un deceso y su registro por causa del Covid pueden tener una explicación razonable. Pero para entender las razones de los desfasajes, además de las admisibles argumentaciones médicas o burocráticas, debe tenerse en cuenta que el Sisa es un sistema que no fue creado para la pandemia.
El virus puso en evidencia que las estadísticas estatales -tan necesarias para administrar un país- adolecen de omisiones históricas. Y deliberadas.
El Congreso no termina de definir un sistema legal en el que las historias clínicas puedan cargarse “en la nube” para ser seguidas con detalle y desagregar necesidades y gastos. Eso permitiría planificar mejor.
Como están las cosas, el gobierno no permite que el Estado pueda cotejar cuánto gasta el Pami en medicamentos realmente necesarios, o cuánto dinero le gira a las obras sociales que administran los sindicatos desde que la dictadura de Juan Carlos Onganía les cedió “la caja” en 1970.
En el país donde las recetas omiten cantidades (en Estados Unidos se prescriben dosis, no se venden blisters) y se malgastan recursos, en el tiempo en el que las vidas íntimas están en internet, la Argentina no tiene un procedimiento normalizado para el seguimiento de la salud individual y pública. Tampoco un registro eficaz de decesos y causas.
Los millones desviados también se pueden ocultar en el placard, excepto que no se registran en el Renaper.