En la Región Rosario, se dio un fenómeno bueno y esperanzador. Un fenómeno de Fe. Después de eso terrible que fue la Guerra de Malvinas, tan despareja y provocada por un General dipsómano, apareció el Padre Ignacio Peries en una iglesia y una región que debió abandonar otro cura por cuestiones de apellido.
Buen tipo, honesto, convencido de su Fe, el “padre Ignacio” fue querido en Barrio Rucci, populosa zona pobre de la Región Rosario, después por la ciudad, finalmente por todos. Natural de Sri Lanka (Ceylán) su gracejo para hablar el castellano terminó por conformar un perfil en la sociedad que lo volvió absolutamente fiable. Un cura con fe, que transmitía esperanza fue y es mucho y bueno.
Al igual que la “hermanita Jordán” y su tarea con el Barrio Toba, el socialismo, desde Binner y hacia abajo, desconfiaba de la Iglesia, de la Hermanita Jordán, hace poco fallecida, y de “El Padre Ignacio”. Todavía desconfían.
Las procesiones de Corpus del Padre Ignacio se convirtieron en el acontecimiento más importante y ningún actor político, mucho menos el Obispado y la Catedral, juntaron tantos fieles movidos por eso que no tiene tamaño ni mesura: la Fe.
Hoy el Padre Ignacio tiene sus problemas, los fieles en realidad, inconvenientes que devienen del tránsito en las rutas de los que llegaban, en promesa, a su parroquia, desde diferentes lugares del país. La Peste en mi Pago entorpece el tema. Llegan, pero el viaje es más engorroso.
El Padre Ignacio reza, su fe sigue intacta y la honestidad de la organización que da los turnos, para que el padre vea los enfermos, se mantiene en el trabajo. No es, personalmente, cuestión de creencia, su organización civilmente provoca orgullo por tanta limpieza de proceder… y tanta Fe.
Con la Peste en mi Pago el Padre Ignacio recomienda seguir los preceptos sanitarios y fortalecer el cuerpo con el ejercicio de la fe. No lleva a la pelea el Dogma y la ciencia. Lo suma. La fe no tiene final, es insondable. La ciencia mantiene el principio de la falibilidad, por eso avanza.
Ese principio, el de la falibilidad (la ciencia no es Dogma, reconoce sus yerros, rectifica y avanza) es el que la ciencia debería acatar.
Recuerdo la diversión, aconsejada por Mario Bunge, para hacer enojar a los sicólogos “… dígales que la ciencia se rige por el principio de la falibilidad, que lo que hoy es certeza mañana puede estar equivocado y que ellos sostienen el complejo de Edipo como un Dogma, por lo tanto no es ciencia, dígaselo… se divertirá con su enojo...” era todo un personaje Don Mario Bunge.
La que ahora sigue es una conversación de un pariente directo de un enfermo de la Peste y las autoridades médicas de un sitio privado de salud. Trata de ciencia y Dogma.
“… quisiera que a mi padre le apliquen ibuprofeno inhalado/ no está autorizado por la ANMAT/ El Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe lo autorizó en toda la provincia/ a este instituto y a quien le habla no quisieron venderle ampollas en el laboratorio cordobés que lo fabrica/ es que no tienen precio de venta, son de uso compasivo, Usted no me lo podría cobrar, se distribuyen gratuitamente en una cadena de parientes de pacientes de COVID19 en terapia intensiva/ no hay pruebas de doble ciego ni seguridad de lo que se aplica, denunciaremos por ejercicio ilegal de la medicina a la señora que distribuye las ampollas entre todos los enfermos/ es una cadena solidaria, viene uno diferente cada día trayendo las ampollas/ no hay constancia científica de este producto/ es que ya le firmé que es bajo mi responsabilidad que deseo que se lo apliquen, es un antiinflamatorio, todos los que lo recibieron mejoraron/ No hay pruebas de esa mejoría, mejoran porque tenían que mejorar y además la mascarilla no la tenemos/ se lava en 20 minutos la de otros pacientes que ya fueron dados de alta, después de los 6 días de tratamiento con las ampollas, se conoce la mejoría/ imagínese que no puedo distraer un personal sanitario especializado para ponerlo a lavar mascarillas/ le traigo esta que es nueva y es para mi padre/ no está autorizado por los responsables médicos de este centro/ es que todos los que recibieron el tratamiento con las ampollas de Ibuprofeno Inhalado mejoraron, no hay muertos por este tema/ debemos tener cuidado para que no lo inhalen nuestros terapistas/ la capota o mascarilla es esta, por favor, llévesela y autorice el uso en el caso de mi padre/ le repito que el laboratorio que los produce se niega a compartir la fórmula y la distribución con nosotros/ pero entonces ¿es una cuestión de quien distribuye, de seguridad jurídica o de conocimiento científico?/ nuestros protocolos son rigurosos…/ pero hay otros sitios donde dejan que se los apliquen, es una ampolla cada 8 horas…/ llévelo a ese otro sitio, acá es imposible…”.
Mas de 6 meses de la Peste en mi Pago me hicieron un observador del alma, un observador nada más. La transcripción es estricta, como estrictos los cuidados para que nadie se enoje. Aparece, por la poca existencia de esta pandemia en el almanaque, una escasa diferencia entre el dogma y la falibilidad de la ciencia. Entre la Fe y la miseria, entre el Dogma y la oscuridad. Yo estoy seguro, con la fe de los esperanzados, que si ése sitio de salud dependiese del Padre Ignacio el Ibuprofeno inhalado se aplicaría, como hoy se usa en muchísimos sitios de la provincia. En muchísimos. Menos en uno, claro está. La Peste, lo he dicho varias veces, quitó muchas sábanas que escondían lo que somos.