La banda de Don Torcuato resignifica el contacto personal en su cuarto disco, "El último abrazo analógico"; el más sensible según el baterista Juan Pablo Alfieri, quien habló con El Litoral sobre el material y sobre el streaming que realizarán el 22 de octubre.
Gentileza producción Los músicos se concentraron antes de la pandemia en Villa Traful (Neuquén) para componer y armar este flamante álbum.
Todo Aparenta Normal está presentando su cuarto trabajo discográfico, "El último abrazo analógico": un álbum que abre un nuevo universo sonoro para la banda y habla del amor sin tapujos, ponderando el contacto humano por sobre todas las cosas. En paralelo, este 22 de octubre recorrerán todo su repertorio de más de 10 años de carrera en un show de streaming íntimo y especial: Desde Buena Nota –ex El Santito-, el grupo de Don Torcuato recorrerá toda la discografía de sus más de diez años de carrera y, además, será una oportunidad especial para escuchar en vivo y por primera vez algunas canciones de este nuevo álbum (tickets en www.passline.com).
Luego de "Vivir los colores" -que les valió una nominación a los Latin Grammys 2019-, "Pandora" y "Berlín", llega el cuarto álbum de Todo Aparenta Normal. Un disco sincero que refleja la naturalidad propia de una banda que siempre va más allá y que tiene mucho para decir. "El Último Abrazo Analógico" presenta un camino hacia lo más originario, lo menos industrializado. Frente al "proceso de digitalización humana", la banda de Don Torcuato resignifica el contacto personal y propone al abrazo como lugar de encuentro y de contacto más instintivo con el otro.
Siguiendo esta línea, el grupo integrado por Nicolás Alfieri en voz y guitarras, Juan Pablo Alfieri en batería, samplers y coros, Luca Barzán en guitarras, teclados y coros, y Alexis Koleff en bajo y coros, presenta un disco íntimo y personal que muestra una nueva propuesta sonora. "Musicalmente en este álbum la banda se ve en aspectos más desnuda y más sensible", explica Juan, quien dialogó con El Litoral sobre el presente de la banda.
Al desnudo
-¿Cómo fue el proceso de gestación de "El último abrazo analógico"?
-Fue bastante largo, las canciones las veníamos laburando más de un año y medio, más cerca de dos años. Varias canciones nacieron en un viaje que hicimos a Villa Traful para encerrarnos a componer y poder meterle máquina a las ideas que teníamos. Varias salieron de alguna zapada, como siempre, y de hecho nos dimos el gusto de, mientras hacíamos la mezcla, meter una canción que no estaba ni en los planes.
-¿Cuánto influyó esa estadía en Traful, desde el punto de vista de la naturaleza, de sacarse lo urbano de la cabeza, que es uno de los mensajes del disco?
-Me parece que es algo ya habitual en nosotros, como grupo y como personas. Tenemos una especie de alquimia que se genera, que va más allá de nuestras cuatro personas. Ya es el segundo disco que componemos en Villa Traful, se está volviendo un hábito; en realidad la gracia y lo que sucede es que estás solo en esa: salís de la naturaleza para meterte en la música, y después volvés. Es una retroalimentación constante. Es alejarse un poco del ritmo que nos imponen: más allá de lo que trabajes tenemos impuesto el ritmo de vida que manejamos; eso es lo que tratamos de reflejar en las canciones.
Es un disco que en parte es muy simplista, a cara lavada; no tiene tanta gigantez. Hay discos nuestros que suenan tan enormes y tan "fantásticos", y en este estamos nosotros cuatro tocando todos los instrumentos, grabándonos entre nosotros cuatro; fuimos sin ingeniero. Es más íntimo, y el mensaje es ese: un poco de minimalismo, de parar un poquito la pelota.
-Bajarse de ciertos ritmos y de la superproducción para buscar una autenticidad.
-Exacto. Fui con la propuesta de grabar las batas al final. En todos los discos arrancamos grabando las batas, que suenen increíbles, y eso nos condiciona. Acá la idea era grabar todo, y cuando estuvieran las guitarras como queríamos que suenen, el bajo, ahí vemos dónde ponemos la bata. Eso nos da la posibilidad de ponerla chiquitita, o pensarlo de otra manera, no ir con lo establecido. El resultado está buenísimo.
-Tenés que ir con mucho metrónomo.
-Bueno, pero venimos bastante entrenado, hace mucho que tocamos juntos con metrónomo. Y también hubo mucho laburo previo: la última maqueteada la hicimos una semana antes de entrar a grabar, y yo tenía definido todos los sonidos de la bata; entonces la simulé en la sala, para que cuando estén grabando tengan una referencia, porque si no era incómodo para ellos también. Lo volvería a hacer encantado, me partió la cabeza.
En la distancia
-Agregaron cosas durante la pandemia. ¿Cuánto influyó en el resultado final, y cómo pudieron terminar el material en este contexto?
-Nos agarró en plena mezcla. Hay algo que no está tan malo, que tiene que ver con la tecnología de la que disponemos hoy en día: existe la posibilidad de que cada uno escuche desde su casa, desde su "sweet spot" o el lugar donde mejor escuche. Por suerte los cuatro tenemos nuestro home studio súper armado, con sus auriculares que ya conoce; todos laburamos de esto. Entonces podíamos estar cada uno en su casa, y lo veíamos a Mariano Bilinkis (quien lo mezcló) en vivo haciéndolo.
Creo que el resultado fue buenísimo; llegamos a unos grados de obsesión que en parte están buenos, y que probablemente muchas veces pasa cuando mezclás en un lugar que no conocés del todo cómo suena: por ejemplo vas a mezclar a Romaphonic, o mismo en el estudio de Mariano, que se había comprado unos monitores nuevos. Igual fue una experiencia rarísima.
-Tuvieron que ponerle la oreja cada uno por su lado.
-Claro, en el lugar donde más escucha música: eso lo hace más confiable.
-¿Cómo la fueron llevando como grupo humano en este tiempo?
-En parte estuvo bueno meterse en un momento de parate. Las mezclas casi finales estaban en marzo o abril. Creo que nos vino bien para tomarnos un descanso, el verano fue muy agotador: estuvimos veintipico de días encerrados en el estudio, todos los días, solos. El último día de grabación nos quedamos en el estudio después de haber grabado todo el día hasta las dos de la mañana. Al otro día estaba a las 9 en el estudio de Bilinkis con el disco rígido para empezar a mezclar.
Como grupo humano nos llevamos bien, nos conocemos, nos elegimos. Como en toda relación: tiene sus vaivenes y sus cosas, pero si hay amor y las cosas se charlan y todas las partes sienten lo mismo, siempre va a estar todo bien. Bueno, no siempre (risas).
Volver al ruedo
-El 22 es el primer streaming que van a hacer, no casualmente llamado "El abrazo digital". ¿Qué van a proponer en ese concierto?
-La idea es proponer lo más parecido a un show en vivo, con la puesta en escena: las luces, los interludios. Vamos a dejar un espacio para interactuar con la gente, y vamos a tener un momento fogón, como en los shows que nos gusta hacer: justo (el lunes 5) se cumplió un año del Vorterix, el último show que hicimos en Capital Federal, en el que también hicimos como un fogón.
Vamos a repasar un poco todos los discos, varios del nuevo: no todos, porque todavía no lo podemos hacer sonar, no tuvimos el tiempo de ensayo para que suenen como merecen ser tocados. Hace diez años que ensayamos un promedio de tres o cuatro veces por semana, y desde que empezó la pandemia vamos a ensayar seis veces. Nos parecía que es muy arriesgado tocar los temas, y no le encontrábamos sentido apurarse a tocarlos de una manera que capaz no van a estar tan bien.
-¿Qué planes tenían para este 2020 antes de que pase todo, y cómo están planeando ahora seguir adelante?
-Cómo planear seguir es completamente indefinido. El año venía con el disco capaz saliendo antes, más bien cerca de mayo, y todo el año de tocarlo. Eso no sucedió, andá a saber cuándo va a suceder; nos tranquilizamos ahí, vino bien para soltar un poco el disco, darle un poco de aire y escucharlo con distancia.
¿Los planes? A la basura, como los de todo el mundo. ¿Cómo seguirá? No sabemos. Es muy indefinido, una situación muy particular. En lo que a mi persona respecta apuesto a que nos juntemos, ensayemos. Si tenemos que hacer un disco de acá a seis meses lo haría.