“Un lugar lejano en el pasado, donde hallé tu voz como un imán”. Canta y baila Juan Manuel “Checho” Batista en el homenaje a Federico Moura (“FM”). Las canciones suelen saber algo más que nosotros. Esta entrevista tuvo lugar a propósito de la última presentación de Matilda en Santa Fe. La pandemia resignificó todo: entre ellos, el recital de bienvenida al disco físico en Rosario que iba a ser en abril. Esta noche, el dúo rosarino ofrecerá un show por streaming en el marco del ciclo La Seguimos en Vivo. “Es un destino circular / que gira en el mismo lugar”, diría Moura. Se podrá ver desde las 22, por 5RTV y el canal de YouTube del Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe.
La tristeza se vuelve baile
Le dicen Checho, por su parecido con Sergio Batista. Algo más. El músico tiene un aire al ex mediocampista de la Selección Nacional, por esa combinación de fuerza y habilidad. Una fuerza suave. Un know-how sutil nacido de la experimentación. Posta de vitalidad que empezó a despuntar en la secundaria. La secuencia es más o menos así: cuentos, guiones, canciones. Siendo adolescente tuvo su “banda de barrio”: hacía coros y tocaba la guitarra. Tenía (tiene) facilidad para las melodías. Festejó los 18 años con su primer recital para la familia y amigos. Un día le mostró sus canciones a un amigo que tenía una banda punk llamada Sugus. Fue telonero del grupo; ahí conoció a su compinche Nacho Molinos. Entre el público estaba Maxi Falcone, músico que integró Matilda y fue clave en el ingreso al universo de las programaciones.
Imposible olvidar el año en que se constituyó oficialmente el grupo: 2001. Una verdadera odisea del espacio, del cuerpo. Seguían cayendo las fichas: Cerati, Suárez, Entre Ríos, Bochatón, Adicta. ¡Adicta! “‘Miedo’ fue un modelo para llegar al baile”, asume Checho. Alguien que pone el cuerpo en acción (el bocho ya está en la letra) en cada recital. Confiesa que no sabe bailar, que no es lo suyo: es su musical liberación. Ahí también juegan los Moura. “Virus generó un antecedente. De no haber existido, no hubieran surgido otros personajes”. En Godoy, el recuerdo primero es escuchar “Luna de miel en la mano” cuando iba a un asalto. Después llegaría la otra gran M: Melero.
Hay una historia paralela a la música. Hace 21 años que Checho trabaja en un Centro de Salud en el barrio Villa Moreno. “Pasé la mitad de mi vida ahí. Se ven cosas totalmente diferentes a las que uno vive yendo a tocar. A mí me sirve mucho como contrapeso. En el mundo de la música, a veces hay mucha vanidad y ves que hay gente que no tiene ni para llevar a los pibes en colectivo al hospital. Me sirve también para tener una visión un poco más ampliada de lo que es la realidad”.
Unos años antes de su actual trabajo, Checho fue empleado en un cibercafé. El primer cibercafé de Rosario. Era el año 1998. Se empezó a abrir una puerta, un portal, que nunca más se cerraría. Internet. “Me hizo estar aggiornado a algo que no era propio de mi generación”, reconoce. Para Nacho era distinto, porque tiene unos años menos, la vivió más de cerca. “Fuimos de prestarle mucha atención cuando era muy básico”. Fiel a la ética nerda, en confluencia espiritual y artística, Matilda ingresó en 2002 al colectivo Planeta X. Ni más ni menos que el primer sello en subir sus discos a archive.org. Data, data, data, data, data, data, data. A la par de asambleas barriales y gérmenes de redes sociales.
Pasaron los años y el gen sigue intacto. Vienen como flashes a la memoria de Checho. Proyecto de información libre, tres computadoras, laboratorio, subir y bajar música, Soulseek. A través de esta plataforma, Matilda llegó a México. Vía Internet, también, los descubrieron Julieta Venegas y Fernando Samalea, que recomendaron su música. Y, a principios de año, la periodista japonesa Yuko Shoji destacó “Anti Romántico” en la revista Latina. Todo un suceso. Esto tiene que ver, según el cantante, con haber hecho lazos desde muy temprano con muchos blogs. “Cada vez se hace más difícil esto porque los blogs están más atomizados. Cuando fue la explosión de Megaupload, había miles de blogs de gente entusiasta que subía discos. Circuló mucha música más allá de las grandes tendencias, había variedad”. La cosa cambia con la emergencia de Spotify. “Volvemos a un estadío anterior, que es como la época de los 80 y 90. Hoy en día, hasta los sitios especializados en música indie te hablan sólo de las tendencias... y hay muy poca cabida para lo novedoso o poco conocido”.
“Somos una empresa totalmente gestionada por sus integrantes”, dice Checho en tono slogan antes de la risa. Es que en Matilda, el trabajo es también oficio e hilandería. Artesanía cancionera y bailable. Esa filosofía, “de otra época” pero adaptable al mejor estilo Zelig, marca un modo de aprender y de crear. Probando, preguntándole a otros, equivocándose y acertando. El próximo año, Nacho y Checho cumplirán 20 años de complicidad musical. Para Godoy, “en una banda de rock es eso lo más difícil: sostenerse. Sobre todo, porque empezás a sonar después de unos años, como nos pasó a nosotros. Vas sumando ensayos y adquiriendo el temple de tocar en vivo”.
Para el músico, todo este tiempo les tocó acompañar procesos de cambios. Matilda tuvo Fotolog, Myspace, Purevolume, Bandcamp. Y la lista sigue. El entramado siempre fue colectivo, amalgama amorosa, pensando en el largo plazo. “Siempre me gustó tratar de generar espacios donde la gente se encuentre”. Esa filosofía nutrió el sitio web Rosario Indie. Una trinchera de la escena que tenía muy poca o esporádica difusión. Una vez que no pudo sostenerlo económicamente, Checho backupeó toda la información y lo volvió a subir en un Wordpress. “Hoy es una pieza arqueológica”, resume con picardía.
“Mis letras intentan ser circulares, no lineales. Empiezo en un tú que, en el estribillo, pasa a un nosotros. Primero me las digo a mí... y, después, si a alguien le cabe el poncho... A veces, me aburro, así que trato de cambiar. Las canciones que estoy escribiendo en este tiempo son más bien historias. Me gusta la simpleza de Eduardo Mateo en ‘Mateo solo bien se lame’, las canciones de Los Ases Falsos, Carlos Masinger y Francisco Nixon”.