Milagros de la Fuente
Milagros de la Fuente
Profesora de Historia de nivel secundario y universitario
Hoy la cotidianeidad se volvió extraña. La llamada "nueva normalidad" avanzó sobre todos los espacios, o casi todos, y atravesó todas las decisiones, muchas de ellas forzadas a tomar. Se modificaron las formas de vincularnos, las formas de mirarnos y la formas de construirnos. La prueba y el error se hizo patente. Lo que funcionaba un día al otro ya no.
Viendo este cuadro de situación, pienso en cómo debe interpelar a aquellos que deciden estudiar una carrera o profesión. A la tradicional carga emocional que la elección de la misma acompaña, se suma el contexto donde se ha de tomar la elección. La búsqueda se ve truncada, o por lo menos ha perdido las formas características que nos tenía acostumbrada. Pero algo no cambia, y es la naturaleza de la elección del camino a recorrer.
Si abrimos el gran lienzo donde está acuarelada la vida, vemos que está lleno de caminos. Algunos son eternos, de años atrás. Ya estaban ahí aún antes que nosotros comencemos a caminar. Hay otros caminos que se van armando y desarmando a medida que los recorremos. Caminos plenos y coloridos que se anda junto otros. O espinosos, arduos, desprolijos, que nos parecen insondables. Hay caminos de otros, caminos propios, caminos lentos, caminos vertiginosos.
Lo singular, es que hay caminos que no están, que se arman a partir de la nada. A partir de una idea, de una primera pisada. Hijos estos caminos, de la abundancia, de la incertidumbre. De no saber cómo hacer o a donde ir. Esos caminos a su vez son aventura y nadie más que uno los puede andar. Ahí radica la magia de estos caminos inciertos, caprichosos y maravillosos.
Muy pocas veces nos encontramos frente a la posibilidad de poder elegir como armar ese camino, como caminarlo, como vivirlo, como hacerlo propio. Cargados de miedos y de deseos nos sumergimos en lo novedoso de ese andar. Elegir qué camino construir o donde poner nuestras primeras pisadas da temor, pero no por ello debe dejarnos en el lugar. En la marcha se van construyendo las herramientas, los afectos y los aprendizajes que nos van a permitir transitarlo. Se va agrandando el corazón y construyendo redes. Se van afinando las esperanzas y redondeando las ilusiones.
Aun en este tiempo donde elegir parece un arrebato, no se debe dejar de pensar que es parte de nosotros hacerlo. Y saber que elegir es un gran desafío. Porque nadie nos enseña a no equivocarnos, a no dudar. Salimos al sendero y lo primero que creemos es que no vamos a poder. Y el temor avanza como un gran fantasma, haciendo el camino tenebroso.
Y es ahí que, antes de retroceder, no debemos olvidar que en el camino también se mira lo lindo del paisaje, se toma un descanso en paz por todo lo recorrido, se va armando nuevamente el caminante para seguir. Frente a lo tenebroso, muchas veces el caminante quiere dejar todo, pero sigue caminando, porque lo sigue eligiendo. Y eso debe ser lo único que importe. La convicción de la elección al empezar a caminar. Y ahí lo tenebroso se despeja, el coraje vuelve y el paso continúa.
Elegir se vuelve alas cuando se elige con el corazón, con el deseo de saber que aquello que se elige es para siempre, aunque ese siempre sea hoy. Eso nos desborda de ansiedad, claramente, nos pone frente al desafío y el desparpajo de crecer… ¿Pero que tan malo puede ser eso? ¿Es necesario tener hoy las respuestas? ¿Acaso el mundo no sigue girando? No es una opción no seguir, al contrario, es un desafío… Aún ahora, contra todo pronóstico, elegimos que queremos ser en el mundo.
Sin perder la alegría, defendiéndola siempre, debemos saber que elegir ser en este mundo, no es algo que una pandemia nos pueda arrebatar. Quizás otros modos sean los que se nos presenten en el momento de la elección, pero la elección está. Debemos saber que elegir, más allá de la pandemia, tiene que ver con algo superior. Tiene ver con la conciencia y el compromiso de saber dónde vamos a estar en el momento de volver a armar el rompecabezas que todo este Covid desarmó. Y, sobre todo, como vamos a hacer para armarlo mejor.
Pensemos que ese ser y ese lugar que vamos a empezar a construir a partir de los caminos que hemos de recorrer, nos van a acompañar toda la vida. Es por ello que elegir se vuelve vital. Debemos ser felices con lo que buscamos elegir, nos debe identificar, nos debe hacer brillar. No debemos renunciar a él por falsas promesas. Conscientes de lo que sabemos al partir, podemos reconocer lo que encontremos al llegar.
Quizás no lo sepamos hoy, quizás lo sepamos a la mitad del camino o quizás cuando lleguemos a un cruce. Pero si vamos a saber por dónde no ir y muchas veces eso es mucho más importante. En un mundo donde la certeza ya no es moneda corriente, reconocer donde no caminar es un acto de valentía. La idea es saber que el camino lo anda y lo desanda uno, con la mochila cargada de sueños, miedos e incertidumbres. Y eso es lo que lo hace lindo de recorrer.
Seguramente estas palabras poco tienen que ver con elegir una carrera o una profesión, solamente buscan compartir algunas de las sensaciones de la existencia caminante, de todos los que elegimos todos los días, a pesar de los miedos, a construir nuevos caminitos.