Por Tomás Rodríguez
En Buenos Aires no lo querían demasiado porque había postergado a Jorge Fernández, el crédito del Luna Park. En Roma, aquella lluviosa noche del 7 de noviembre de 1970, conquistó al mundo.
Por Tomás Rodríguez
A medio siglo de ese acontecimiento mucho se ha comentado sobre la mortífera derecha que derrumbó a Benvenuti por toda la cuenta en el duodécimo asalto, que además significó un hito en la campaña del “Negro” santafesino y del “Macho” universal. Pero lo que ha trascendido con mayor fuerza en el tiempo, es la idolatría de los aficionados santafesinos y la admiración del gran público nacional por un deportista que, raro en el box, tuvo el mérito de enaltecer su trayectoria con unn retiro en el momento más glorioso.
La frialdad y el cálculo del argentino, midiendo cada vez más al oponente, terminaron con la paciencia de Benvenuti; no había siquiera roces ni enganchadas de guantes, ni quejas al árbitro germano; el local retrocedía buscando tiempo y aire; en tanto, Monzón se le iba siempre encima, cerrándoles caminos y no permitiéndole hacer absolutamente nada. Era una situación totalmente incómoda para el campeón ante un hombre que lo atacaba y atacaba.
Los brazos de Benvenuti se movían, al igual que su cuerpo en nerviosos bailoteos, sin ton ni son, incomprensibles y que demostraron su derrumbe, cuando culminó el undécimo asalto, los periodistas argentinos tenían tres puntos a favor del pupilo de Amílcar Brusa.
La vuelta número 12 entrará en las estadísticas como el del fin de un reinado legendario; evidentemente, éste Benvenutti que enfrentó a Monzón no pudo descifrar un enigma que lo había perturbado. Para Italia, para Nino Benvenutti, para los periodistas de Roma y de toda Italia, la derecha de Monzón impuso respeto desde que lo vieron trabajar y que supieron su récord.
El último asalto, el duodécimo de una pelea pactada a 15, fue un avasallamiento total por parte de Monzón, entero y cada vez más lúcido, dueño absoluto de la situación y que llegó a jugar y a correr por el ring a Benvenuti.
A los dos minutos exactos, llegó la hora esperada; una zurda arriba y una derecha cruzada, hicieron retroceder al pupilo de Bruno Amaduzzi, un uno-dos perfecto lanzado por Monzón con absoluta seguridad y destino exacto, el púgil local se fue contra las cuerdas, después de cruzar el ring caminando hacia atrás y para zafarse de otra izquierda del challenguer, se agachó tirándose hacia la derecha, el santafesino que había “olfateado” esa única salida del italiano, cercado por las cuerdas, le aplicó con todo su famoso golpe de derecha, llegó justa, neta, exacta al costado de la boca de Benvenuti, que cayó fulminado.
El país estalló de alegría y en el entonces segundo estado argentino, la gente salió a la calle expresando su euforia y reconocimiento al hijo nacido en la zona de la costa el 7 de agosto de 1942, cercano al río San Javier, afluente del Paraná, donde ese histórico día, el 7 de noviembre de 1970, miles de hombres, mujeres, niños, adultos mayores, recorrían las principales avenidas, bulevares, calles, principales paseos, etc., en automóviles, camiones, motos, colectivos, portando banderas celeste y blanca, bombos, instrumentos musicales, celebrando la notable conquista deportiva.
Las fotos 50 años atrás de Carlos Monzón
Mercedes Beatriz García (26 años) esposa de Carlos, acompañado de sus hijos Silvia Beatriz (7) y Abel Ricardo (4) fueron invitados a observar el desarrollo de la pelea mundialista en el despacho del entonces director de Canal 13 “Santa Fe de la Vera Cruz”, Marcos Vicente Bobbio, donde también asistieron el Dr. Alfredo Sahd, miembro del directorio de esa empresa televisiva y titular de la Asociación Santafesina de Básquetbol y el intendente municipal local, Dr. Conrado José Puccio, otros familiares de “Escopeta” Monzón, entre otros.
Se vivieron momentos emotivos durante el combate, consumiendo los asistentes un importante número de cigarrillos; estallando la emoción cuando en el 12do. episodio, el número uno del escalafón universal aplicó una furibunda derecha arrojando al titular del cinturón al tapiz por toda la cuenta, estallando todos los presentes, con gritos, vítores, abrazos, lágrimas; la corona iba llegar a Santa Fe, como le había prometido Carlos por televisión a su hijo Abel, antes de subir al cuadrilátero.
Por otra parte, también hubo fiesta de pueblo, de familia humilde, en el modesto bar de Nicéforo Monzón (35), hermano de Carlos, donde todo el barrio Villa Yapeyú se asoció a la magnífica conquista. Allí, en el noroeste de la capital santafesina la numerosa familia del flamante campeón mundial de categoría mediano que una vez arrancó en un carro de San Javier, avanzando por la RP N° 1 “Teófilo Madrejón” que era de arena (el pavimento llegó años después) buscaba bienestar en esta ciudad. Roque Monzón y Amalia Ledesma, los padres del pupilo de Amílcar Brusa, festejó la espectacular conquista de su octavo descendiente, abrazado por hijos, sobrinos, nietos, amigos y vecinos de la zona.