El contrabajista nacido en Humboldt Daniel Falasca charló con El Litoral sobre el ciclo de tango por streaming que están brindando junto a Analía Goldberg, Horacio Romo y Pablo Agri, de la mano de reconocidos cantantes. También sobre su recorrido desde los primeros bailes hasta su experiencia en la música clásica, pasando por el recuerdo de su hermana Rosanna.
Gentileza producción Falasca comenzó de niño, junto a su padre y sus hermanos, antes de forjar una sólida carrera personal.
El contrabajista nacido en Humboldt Daniel Falasca integra el cuarteto que protagoniza el ciclo TanGoldberg: se trata de cuatro sesiones en vivo organizadas por la pianista Analía Goldberg. El grupo se completa con Horacio Romo en bandoneón y dirección musical y Pablo Agri en violín. Por el ciclo pasaron Lidia Borda con Daniel Godfrid, Ligia Piro y el Chino Laborde. El sábado 14 se emitirá desde las 21.15 el encuentro con Ariel Ardit con la participación de Andrés Linetzky; el cierre será el 21 de noviembre a la misma hora, de la mano de Guillermo Fernández. Para adquirir el ticket virtual, hay que ingresar a www.oliveriogirondo.com.ar (la transmisión es a través de: www.livepass.com.ar).
Pero El Litoral fue más allá y aprovechó el diálogo a la distancia para evocar junto a Falasca su carrera, su tierra natal y su hermana, la inolvidable Rosanna.
Reinvención
-¿Cómo surgió esta propuesta de Analía Goldberg para armar este cuarteto y el ciclo TanGoldberg?
-Bueno, viene a cuento de todo esto que estamos viviendo por el problema del Covid: no teníamos forma de salir a tocar, porque es imposible, y salió la idea de Analía con Yael (Szmulewicz), que es la productora, de hacer este proyecto de streaming. La primera vez fue hace un par de meses: se hizo uno en directo. Funcionó la idea e hicimos estos cuatro.
Es una manera de juntarnos y tocar; no es lo mismo con el público, por supuesto que no. Pero por lo menos nos juntamos a tocar con distancia, con mucho cuidado, y disfrutar de la música.
-¿Cómo se vive esto de tocar para un público que lo estás imaginando, no está de cuerpo presente?
-Para el artista (un bailarín, un músico, un cantante) la química que se produce con el público es necesaria. Pero es imposible en estos momentos; igual se disfruta la música: juntarte con otros músicos, con cantantes, es un poco de oxígeno que nos dio después de muchos meses de no poder hacerlo. El streaming viene a dar una mano bastante grande en ese sentido. Nunca va a ser lo mismo, pero es lo que estamos viviendo en estos momentos.
-¿Qué aporta tenerlo a Horacio Romo como director musical, además de bandoneonista del cuarteto?
-Horacio hace un poco los arreglos, como bandoneonista es uno de los mejores que tenemos en este momento. Aporta toda su experiencia; con Horacio nos conocemos hace 20 años, cuando nos convocó (Fernando) Suárez Paz para formar su primer quinteto de la Fundación Piazzolla. Es un disfrute total, como con Pablo Agri en el violín, uno de los mejores violinistas del momento en el tango.
-Con Pablo compartiste distintas formaciones, trío, quinteto... Quizás es uno de los artistas con los que más compartiste. ¿Cómo es esa convivencia musical de tantos años, y cómo se traduce a lo que suena?
-Con Pablo nos conocimos en una orquesta de cámara que existía allá por los años 90, de la Fundación Banco Mayo. Después estuvimos trabajando siempre en tango, en trío trabajamos mucho tiempo con Osvaldo Berlingieri. Pablo tiene ese don de transmitir mucho con el violín, de matizar; algo que realmente te motiva. Eso es importante entre los músicos: encontrar una química, porque no siempre se da. Cuando se da, todo se potencia, es para disfrutarlo mucho.
-Uno empieza a conocer los tiempos, las caídas del otro...
-Ya sabemos por dónde va a ir, y eso se va transmitiendo. La verdad, qué bueno estar charlando con un medio de Santa Fe: en LT9 di mis primeros pasos cuando vivíamos allá. Tenía nueve o diez años, íbamos con mis hermanos y mi papá, y se hacían las transmisiones en directo desde el estudio de la radio. Pasaron como 50 años (risas), es una alegría estar cerca de nuevo.
Recuerdos
-De la época de Adito y Chany...
-Claro: estamos hablando del año 68, por ahí.
-“Y su nueva estrella Dany”...
-(Risas). En esa época se acostumbraba en los bailes a repartir fotos de los artistas. Decían: “Adito y Chany y su conjunto, y su nueva estrella Dany”. Tantos recuerdos...
-¿Qué aprendizaje te dejó para tu carrera posterior haber empezado de chico en los bailes con la orquesta familiar, que trabajaba todos los fines de semana?
-Exacto. La verdad es que muy bueno. Al principio no tocaba “por música”, tocaba de oído, me enseñaba mi hermano Ado. Gané una cierta soltura, tocando con otros músicos. Y tocaba diferentes géneros: todo te ayuda, te potencia después. Nunca estuve encasillado en un género determinado: estuve en el Teatro Colón 32 años, siempre hice tango. Al principio, cuando tocaba el bajo eléctrico, hice teatro de revista. Son cosas que en el género popular te permiten ir creciendo, y te aportan nuevas formas, que vas aplicando según cada momento.
-Eran los tiempos de “la característica”.
-En esa época en los bailes estaba la típica que hacía tango, y nosotros que hacía lo del momento: Sandro, Raphael, Palito Ortega, cumbia...
-Pasodobles...
-Sí, de todo, era muy variado.
-¿Cuánto te acercó al tango haber estado cerca de la carrera de tu hermana Rosanna (“Chany”)?
-Eso fue fundamental. Cuando vino Rosanna para acá se cambió todo: empezó a cantar tango, empecé a acompañarla, a meterme más en el tango. A los 17 ó 18 años empecé a trabajar más por mi cuenta: teatro de revista, cabarets, acompañar a otros cantantes de tango. A los 20 años me metí más en lo clásico, y ya en el 85 ya el bajo eléctrico medio que lo archivé y seguí a full con el contrabajo. Pero por supuesto que la influencia de mi hermana fue determinante.
-Aparte no vamos a descubrir ahora el fuste que tenía ella como cantante.
-No, era increíble. Reunía todo: era una cantante excepcional, hermosa, simpática; que además de los dones naturales que tenía como cantante, cuando vinimos acá los profundizó con estudios: profesora de canto, hizo teatro. Era muy completa, y la comunicación que había con el público era increíble: cuando la acompañábamos se juntaba toda la gente alrededor del escenario; yo miraba las caras y era como que estaban embelesados, hipnotizados. Tenía una manera de cantar y de decir las letras que era convincente: lo estaba viviendo, y eso el público lo recibía.
Impronta
-¿Cómo convive la carrera de música popular con la Filarmónica de Buenos Aires?
-No hay conflicto en eso. A mí me gustan más los grupos de cámara, y en el tango somos fundamentalmente grupos de cámara. Porque en una orquesta somos una fila de ocho contrabajos que estamos tocando una partitura; está todo muy pautado en la música clásica: no podés agregar una nota o hacer lo que se te ocurra, estás al mando de un director y está todo establecido. En la música popular Piazzolla también tiene todas escritas sus partituras, pero ya es un grupo de cinco personas y tenés libertad de que si te sale agregar una nota y queda lindo, está permitido. Hay una entrega más personal.
-Aparte en un quinteto la fila de contrabajo sos vos solo.
-Por eso. Son cinco instrumentos distintos, y cada uno es un solista y puede desarrollar su impronta. A alguien del grupo se le ocurre hacer un pianissimo, y todos se tiran de cabeza a hacerlo, cosas que no están pautadas. Eso crea un clima impresionante. En la música clásica sabés que hay un crescendo, un fortissimo, un calderón. Por eso disfruto incluso la música clásica en grupos chicos, aunque también tenés menos libertad que en la música popular.
-¿Volvés cada tanto a Humboldt? ¿Qué recuerdos te trae la ciudad?
-Todos los años voy, este con el tema de la pandemia no volví a ir. Mi hermana mayor vive allá. Los dos años anteriores hicimos el festival en homenaje a Rosanna, que estuvo muy bueno. Al principio cuando era adolescente me daba mucha nostalgia llegar ahí. Si bien viví hasta los 12 años, tuve muchas vivencias de mis tíos, el campo, los corsos de Carnaval. Disfruto de que el pueblo está muy lindo, muy distinto a cuando yo estaba. Me gusta juntarnos con algunos amigos que tenemos por ahí y hacer asado.
Es más: con mis hermanos varones (somos cuatro), con mi hermano Ado que toca el piano, terminábamos de trabajar a las 12 de la noche en una tanguería y nos íbamos los cuatro; llegábamos a las cinco de la mañana y nos poníamos a hacer asado, a las seis estábamos comiendo asado, tomando vino y jugando al truco (risas). Me encanta volver a mi pueblo.